Cuando llegué a Piura, el 17 de octubre de 1969, fui a saludar al director del programa académico de Artes Liberales, el doctor César Pacheco. En Lima, el primer rector, ingeniero Ricardo Rey, ya me había hablado de lo que requerían que enseñara: cursos de Filosofía en el programa mencionado, que comprendía las carreras de Ciencias de la Información y Administración de Empresas.

El primer curso sería Introducción a la Filosofía. Yo había adquirido ya bastante experiencia en Lima, antes de realizar mis estudios de doctorado en Roma, así actué con soltura en ese primer contacto con mis alumnos de Piura. El verano de 1970, fui dialogando con las autoridades de mi programa y del Rectorado sobre la conveniencia de concluir mis trabajos académicos en Lima, todavía pendientes, para graduarme de Doctora en Filosofía, por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Cuando pude hacerlo, centré mi estudio en Henri Bergson, Premio Nobel de Literatura de 1929, cuyas obras completas se acababan de publicar en Francia.

El segundo curso que dicté fue Historia de la Filosofía, en el que dediqué un tiempo especial a la lectura de los clásicos. Recuerdo bien el éxito que tenía los “Diálogos de Platón”; también tuve varias experiencias muy simpáticas con la “Apología de Sócrates”, por ejemplo, unos alumnos, a quienes gustaba el teatro, escenificaron ese diálogo y me pidieron representarlo en las horas de prácticas a otros estudiantes de Artes Liberales.

Desde entonces, la Filosofía está en la vida académica de la Universidad. No es para menos, pues es un medio poderoso para pensar y una herramienta muy útil para lograr una convivencia pacífica, el cultivo de la ética y la superación del egoísmo.

Adicionalmente, el Ideario de nuestra Universidad facilita una visión humanista de la enseñanza universitaria y considera la unidad del saber y la centralidad de la fe cristiana. Debido a ello, en estos 50 años ha habido un constante esfuerzo por plasmar esas orientaciones en el plan humanístico y, las áreas de Filosofía y Teología juegan un papel muy importante en ese plan y, por ende, en la formación integral del alumno.

Al mirar el camino recorrido, me enorgullece saber que decenas de jóvenes filósofos, exalumnos nuestros, contribuyen grandemente a que ese plan se fortalezca para formar a nuevas generaciones, a las que ayudan a trascender y a servir.