El reto de un abogado en esta era global no debe limitarse solo a llegar a formar parte de una firma líder en el mundo o dirigir su propio despacho, también debe aspirar a contribuir al cambio social y político de un país siendo, por ejemplo, parlamentario, magistrado, fiscal u otro funcionario público. Es en este escenario donde se necesita gestionar una reestructuración personal y técnica, debilidades que deberían convertirse en oportunidades de cambio para un profesional del derecho actual.

Desde las mejores facultades de Derecho, que muestran preocupación constante, se debe perseguir e impartir una formación plena e integral. Los futuros abogados deben conocer la ley, pero es más importante que la interpreten con responsabilidad, con racionalidad y prudencia (Hervada, 2011). Asimismo, siempre deben tener presente que para promulgar o aplicar una ley se deben cumplir de modo imperativo principios inmutables como la dignidad humana, el bien común, la justicia y la equidad.

Ser abogado implica una responsabilidad muy alta y noble. Por ello, en su formación, el estudiante de Derecho, además de desarrollar las habilidades y capacidades de interpretación, análisis crítico y resolución de problemas, debe florecer, y las facultades, las familias y la sociedad deben ayudarle para que lo logre. Florecer en virtudes como la rectitud, la lealtad, la justicia y la prudencia, que es la rectora de todas las demás. “Una decisión es más prudente cuanto más contribuye a que crezcan el resto de las virtudes” (Maclntyre, 2011).

El educador, en el arte del proceso enseñanza – aprendizaje, debe impulsar en su práctica diaria que el alumno confronte problemas similares a aquellos con los que se tropezará en su vida profesional. Allí, a través de la ejemplaridad, enseñar la técnica, la habilidad y la virtud para resolverlos (Pérez López, 1996).

Si confluyen en un profesional del Derecho la capacidad técnica, las habilidades competitivas y la actitud para lograr una sociedad más justa, más coherente, más responsable, más solidaria, tendremos los resultados que toda nación de este siglo necesita con urgencia: conocimientos para aportar una solución legal y justa a un conflicto particular o social, habilidad para integrar saberes que ayuden a solucionar mejor ese problema y actitud para enfrentar con prudencia y rectitud cualquier adversidad social, legal o política.

Un abogado de hoy, además, debe ser capaz de adaptarse a cualquier contexto global, manejar herramientas jurídicas de diversa índole, aspirar a ser pleno con la búsqueda constante de la verdad, y convertirse en generador de ciencia o iuris prudentia.