La puerta de su oficina siempre está abierta. Esa ha sido su política desde hace más de 40 años, cuando comenzó su labor docente. Allí, la doctora Rosa Zeta recibe, con gran cariño, a sus alumnos y a los egresados que visitan Campus Piura. “Es un gusto verlos, encontrarlos o, ahora gracias a la tecnología, recibir noticias suyas”, expresa.

Conociéndose

La historia le ha apasionado siempre. Estaba por terminar la Secundaria y esperaba ir a Lima a estudiar cuando al colegio Fátima llegaron los promotores de la nueva Universidad. Decidió quedarse. Ciencias de la Información era afín a lo que deseaba. Postuló e ingresó. Tenía 16 años, era 1969.

Ir a la Universidad implicaba trasladarse al desierto. Recuerda que solo estaba “urbanizada” la zona del edificio principal, que reunía las aulas, oficinas de los directivos, un pequeño oratorio, biblioteca y un quiosco. Eso contribuyó a que todos se conocieran.

“La relación era muy amical, pero al mismo tiempo exigente, no solo para las clases (si llegabas tarde te quedabas fuera) sino también para la Biblioteca”, comenta la doctora Zeta. Eso no ha cambiado. Ríe al recordar que fue una de las primeras castigadas por no devolver a tiempo un libro. Su nombre estaba en la pizarra de ingreso a la Biblioteca. “Me sirvió para nunca más demorarme. Fue muy valioso. Era fundamental cumplir porque estudiabas directamente de los libros. No había fotocopia como ahora”, narra.

De su etapa de estudiante recuerda a sus maestros. “Luz González, desde la Filosofía, nos dio una visión importante para mirar el mundo. Therèse Truel fue muy especial. Todos eran un ejemplo: el padre Cheesman, los ingenieros Ramón Mugica, Miguel Samper y Ricardo Rey nos enseñaron con su vida y nos orientaban”, remarca.

Investigación y docencia

Egresó en una promoción de 6 mujeres. Trabajaba en el diario Correo cuando su padre le dio plazo para terminar la tesis. Entonces, dejó la prensa y se dedicó a la investigación con el tema “Estudio hemerográfico de El amigo del pueblo”, diario piurano dirigido por Enrique López Albújar entre 1904 y 1908. Tras sustentar, aceptó la propuesta del doctor José Navarro para dictar Historia del Periodismo. Unió así sus dos vocaciones en la UDEP.

Esta experiencia le permitió abrirse a otro campo de investigación: ética y deontología aplicada a la publicidad, periodismo, comunicación corporativa, opinión pública, “porque hacer el bien en la Comunicación se aplica a todas las disciplinas”, enfatiza.

El enfoque histórico al que se dedica la ha llevado a seguir la comunicación en su transformación, adecuándose sin problema a la tecnología. “Como profesor tienes que estar al día”, precisa. Hoy lee, investiga, analiza y reflexiona desde internet y, además, le da un exhaustivo seguimiento a la comunicación digital, y está en todas las plataformas: Facebook, Linkedin, Twitter, ResearGate, AcademiaEdu. Además, tiene su blog y asiste a Webinars (conferencias web).

Sigue aprendiendo para enseñar a sus alumnos que desde la comunicación deben servir a la sociedad, en un entorno de libertad. Es su ideal, como el de la Universidad.

 

Crecimiento de Oro


 

“Los 50 de la Universidad son mi vida”, dice orgullosa. En la UDEP creció como docente, investigadora y madre. Por el campus, corrieron sus tres hijos –José Luis, Jesús María y Rosa María– cuando eran niños, y en sus aulas se formaron profesionalmente. En la combinación de sus actividades ha sido un pilar importante Napoleón, su esposo.

 

“La he visto desarrollarse en todos los aspectos. Que en 50 años tenga una trayectoria y sea vista como un referente de formación universitaria me parece muy valioso”, comenta la doctora Zeta sobre la UDEP en sus Bodas de Oro. Palabras similares dedicaron a la profesora, amigos y exalumnos cuando cumplió 40 años como docente. La UDEP y Rosa Zeta van en la misma línea. Siguen haciendo historia.