Los jóvenes y los nuevos rostros de las ciudades
La población mundial está en movimiento y crecerá en 9,500 millones de personas para el 2030, según pronostica la ONU. Cada vez hay más habitantes en las ciudades del mundo, lo que representa nuevos desafíos para la arquitectura moderna; para la planificación y el desarrollo urbanos.
En planificación urbana, la tarea es entender, organizar y priorizar una multitud de preocupaciones y objetivos para tener un desarrollo deseable de la ciudad, en un ámbito espacial. En este sentido, se necesita de un pensamiento interdisciplinario y la capacidad de rediseñar las ciudades. Hoy, los requisitos y las tareas han variado. Las ciudades y sus alrededores están creciendo y, al mismo tiempo, nuestra sociedad está cambiando. Por ejemplo, hay cada vez más gente mayor, las asociaciones familiares tradicionales y los estilos de vida están cambiando; y, el ámbito sociocultural suele ser muy diferente entre las zonas urbanas y las rurales.
La transformación y la construcción de la ciudad siempre ha jugado un papel importante, pero con diferentes énfasis y contenidos. Hace unos años, los planificadores urbanos construían (reconstruían) mucho más a pequeña escala; y desarrollaron conceptos de renovación urbana. Hoy, nuevamente, la “ciudad” está planeada y pensada a gran escala, lo que trae grandes desafíos. Importante es poder “organizar y diseñar la ciudad”.
La relevancia de la planificación urbana se muestra hoy en temas como el cambio climático o los avances en la movilidad. Estas cuestiones y problemas solo pueden resolverse con una visión interdisciplinaria del desarrollo urbano. Además, por supuesto, la ciudad digital es un gran reto para la transformación, que cambiará mucho nuestro comportamiento en la ciudad. Otro aspecto a considerar es que la segregación social está creciendo rápidamente frente a la informalidad en el mercado inmobiliario. El desigual acceso a un espacio urbano de calidad se presenta como una problemática urbanística que urge evidenciar y resolver; por ello, necesitamos nuevos instrumentos.
La buena arquitectura y la planificación urbana no toman forma, median entre la vida y la forma. La primera tiene como objetivo apoyar la vida y solo si logramos este objetivo pueden existir mejores ciudades y buena arquitectura. No es prioritario seguir la máxima, diseñar la forma más loca, el edificio de la torre más emocionante o el rascacielos más alto. Hoy en día hay una mayor comprensión de la planificación en la que la participación ciudadana juega un papel importante. En última instancia, una buena ciudad depende de la vida en el espacio urbano.