Ha contactado vía internet a cientos de agricultores para saber cómo les afecta la crisis generada por el COVID-19, conocer su perspectiva del problema y sus expectativas. “Los verdaderos héroes son los miles de trabajadores que, en pleno aislamiento social no han dejado de salir para atender servicios esenciales; para que el mundo no se paralice del todo. Entre ellos, están los pequeños productores agrícolas, que mantuvieron abastecidos los mercados y supermercados”.

Ana está convencida de que hoy más que nunca, “el mundo necesita de economistas que brinden soluciones a las crisis y que, con toda la información disponible, elaboren un plan de acción”. Dice que la economía ayuda a entender lo que está ocurriendo. “Sabemos, por ejemplo, que el costo del lockdown es la caída del crecimiento económico y que paralizar todo implica crecer negativamente”. Y, “en un país como el nuestro, con altos niveles de informalidad, muchas personas no pueden quedarse en casa para evitar contagiarse. Para muchos, la decisión está entre morir por el virus o por falta de comida”.

De hecho, añade, “nuestro papel también es saber explicar lo que ocurre, para generar tranquilidad”.

 

Una rápida carrera

Es piurana y la mayor de tres hermanos a los que “extraño muchísimo”, como a sus padres “que siempre me han apoyado”. El 2015 dejó la universidad; y, con solo 26 años, es consultora del BID y ha viajado por varios países de Latinoamérica.

Cuando era estudiante fue asistente de investigación de los profesores Marcos Agurto y Miguel Ángel Carpio. Completó cuatro años en Campus Piura y el último en Campus Lima, segura de su vocación: “si quería ser parte del cambio, debía aprender de los que toman decisiones día a día. Y creí que Economía era el camino para poder ayudar”.

Al terminar, trabajó como consultora del Ministerio de Cultura. Luego aplicó a diferentes programas de maestrías, optando por la de la University of British Columbia (UBC).

Añora la UDEP: los amigos, las caminatas, los ‘breaks’, los atardeceres y los voluntariados del Univas. “Dividíamos a los voluntarios en grupos y así lográbamos tener actividades para todos. Trabajábamos en equipo; incluso teníamos diferentes áreas para cada tarea. Cómo olvidar nuestros “festivales de postres” (para obtener financiamiento) y las chocolatadas. Recuerdo todo con muchísimo cariño”, nos dice desde la ciudad de Washington.

También nos habla de la formación integral y la exigencia de la universidad. “Sobre todo del programa de Economía, porque si bien se habla de “homo economicus” con capacidad de producción, en la economía del desarrollo tiene mucho valor pensar que estudiamos personas, cuya vida vale más que cualquier indicador de crecimiento económico. En Perú hemos pasado por muchas crisis en nuestra historia. Creo que podremos con esta también”.