Cuando dentro de algunos años nos pregunten cómo fue el periodo de pandemia, cada uno tendrá su historia que contar. Y aunque haya elementos comunes, el modo particular de vivir este tiempo dependerá de nuestras experiencias previas, circunstancias particulares, edad y otros factores.

Y, ¿cómo lo viven los universitarios? Ellos también sufren grandes dolores: enfermedad y muerte de seres queridos y la crisis económica, pero reciben menos atención en cuanto a salud mental; y han tenido que cumplir los retos propios de su edad.

Podríamos resumir sus vivencias en tres palabras: pérdidas, incertidumbre y significado. Pérdida de espacios de reunión y comunión, especialmente, con jóvenes de su edad, que son relevantes e irrepetibles en la vida universitaria. Han perdido también otros espacios de conversación y diversión propios de su edad.

Hay quienes han ingresado recién a la universidad y no conocen a todos sus compañeros; graduaciones y otros eventos que no se han celebrado. Tienen incertidumbre, sobre su futuro, ingreso al mundo laboral, las circunstancias económicamente adversas y desde la virtualidad; y un regreso a la presencialidad aún sin definirse.

Muchos enfrentan un nivel de ansiedad importante, que se manifiesta en desmotivación, preocupación constante, alteraciones en el sueño y la alimentación, emociones intensas de enojo, tristeza, irritabilidad o miedo y dificultades para concentrarse, entre otros síntomas.

Es normal sentirse así. Aceptemos que las circunstancias actuales no son una elección ni tienen por qué gustarnos. Son difíciles para todos. Y requieren de una fortaleza que, en muchos casos, aún debemos forjar.

Y, ahora, la última palabra que caracteriza esta experiencia: significado, encontrar un sentido a la lucha personal. Para ello, se debe recordar esas razones fundamentales de nuestra vida: personas queridas, sueños, realización, expectativas. Y mirar el futuro con la esperanza de quien sabe que vendrán días mejores.

Hay quienes en las crisis encuentran rápidamente nuevas razones para seguir con alegría. Y, en otros, las pérdidas y la incertidumbre pueden más y se sienten muy solos, les cuesta hallar el camino; pareciera que nada tiene sentido.

¿Qué hacer? Empezar por aceptar esta situación, para entrar en acción y encontrar soluciones. Si los síntomas de ansiedad son muy fuertes y cuesta controlarlos, es muy importante buscar ayuda de la familia, amigos o personas de confianza. En la universidad hay también recursos valiosos de apoyo, desde el Servicio Psicopedagógico o desde la Capellanía.

Una buena conversación, siempre ayuda. Nos permite reconocer nuestra realidad, ver las cosas con ‘otros ojos’, objetivar. Y, sobre todo, nos abre a la comunión con el otro y esto siempre es sanador.

Quizás las circunstancias sigan siendo las mismas, pero puedes encontrar espacios para recargar fuerzas para afrontar esta realidad tan retadora y, a la vez, única en nuestra vida.