Cuando me di cuenta de que quería entender a las personas, estar para ellas e intentar apoyarlas para que desarrollen la mejor versión de sí mismas, descubrí que a lo que verdaderamente quería dedicarme era a la Psicología.

Sin embargo, practicarla requiere de paciencia y vocación. Esto es lo que la hace interesante, bonita y eso es lo que te enseña la carrera de Psicología y lo que vivo y refuerzo en cada nuevo ciclo. Más que exámenes, lo que me ha llevado a aprender mejor, aunque demande dedicación, son los trabajos de campo. Estos calan mucho en mí y me ayudan a encaminar mi orientación. Cuando entro en contacto directo con las personas, llego a entender que es el vínculo y la conexión auténtica lo que está detrás del cambio.

Al final, lo que más valoro de esta carrera, llevada de esta forma, es que brinda a los alumnos calidad y calidez humana en la formación. Esto me permite tener la seguridad de que seremos profesionales siempre dispuestos a dar.