Hoy, es un peruano, un piurano que no deja de ser catalán ni español. “Me pareció fascinante el proyecto de la Universidad y gratísimo vivir aquí, por lo que cambié mis perspectivas de futuro y aposté por Piura”, comenta.

El material e ideas sobre partículas elementales, que trajo para seguir investigando en el campo de su doctorado, los dejó de lado. El doctor Ramón Mugica le aconsejó investigar sobre El Niño, y así lo hizo. Hoy, es un especialista en este fenómeno, sus huellas (en la historia y en los troncos de los árboles) y su impacto.

Cuando llegó a Piura, en marzo de 1974, “el campus era un arenal. No sabías dónde terminaba. Las imágenes de la Sagrada Familia de nuestra ermita eran una estampa viva que se repetía a diario: cuando veías pasar a una señora con su niño en brazos en un borrico y el esposo al costado”, recuerda.

Hoy, ese arenal es un campus verde, cercado, que el doctor Mabres conoce muy bien. También sabe en qué orden se construyeron los edificios, del financiamiento y benefactores que han tenido; cómo se construyó, con “encofrado deslizante”, el esbelto tanque elevado; y, del traslado de las imágenes donadas por el beato Álvaro del Portillo a la Ermita; entre otros hitos importantes de la historia de la Universidad. Vivió de cerca los primeros años de Campus Lima. “Ha sido apasionante ver el crecimiento de la Universidad”, expresa.

Antonio Mabres obtuvo la nacionalidad a los pocos años de haber llegado a Perú. Sus padres se llevaron una gran sorpresa cuando, al visitarlos en España, lo vieron ingresar por las llegadas internacionales. “Les chocó, pero les dije: tranquilos, sigo siendo español”, sonríe. Ama a sus dos patrias; pero, siente que su corazón está en el Perú, como si hubiera nacido aquí. “De su gente, he aprendido a querer a mi patria peruana… Y, de España y Cataluña sigo más el fútbol”, bromea.

Ha recorrido varios lugares de la sierra piurana, de las provincias de Ayabaca, Huancabamba, Morropón, que tienen paisajes preciosos, y otros rincones de Piura que vale la pena dar a conocer. Descubriendo estas maravillas, Antonio Mabres ha valorado la naturaleza, los ecosistemas, los bosques; también como científico. “Hay que tratar bien a la naturaleza, ponerla al servicio del hombre y del desarrollo, pero sin agotar sus recursos; verla y disfrutarla en su maravilla”, comenta. Es claro: también es un defensor del medioambiente.

Además, tiene un gran espíritu deportista. Ha conocido muchos de los lugares de la costa y de la sierra sin hacer montañismo –como en sus años de universitario en España– sino, pedaleando. Nos dice que mientras pueda, seguirá haciendo ciclismo. Sechura, Tambogrande, Ñapique y Frías son algunos lugares a los que ha llegado en bicicleta.

A dos años de las Bodas de oro de la Universidad, al doctor Mabres le ilusiona saber que será una ocasión para reunir a muchos exalumnos y amigos. Además, “deseamos para ese año tener la Capilla Universitaria y al menos iniciada la nueva Biblioteca”. Para las siguientes décadas, espera que la Universidad siga creciendo, influyendo en el Perú y más allá de sus fronteras; y un mayor desarrollo de los posgrados, especialmente de los doctorados que son “lo más propio de la formación universitaria”.

Preocupado por los demás

No solo es un pionero y conocedor de gran parte de la historia de la Universidad. Es un acucioso investigador, promotor de la Educación y proyectos de desarrollo. Sabe reconocer un trabajo bien hecho más que “los autobombos”. Y, si de él se trata, evita los halagos cada vez que puede; por ello, nos costó convencerlo para hacer esta nota. Solo al saber que nos ayudaría a cumplir con nuestra ‘comisión’, aceptó.

En cada tarea que realiza hay algo en común: su preocupación por los demás y, sobre todo por Piura y el Perú a los que tanto quiere. Así es Antonio Mabres, de quien ya muchos han escuchado la famosa frase:

“Debemos desterrar la cultura del raje y de la envidia”, un remedio que, sin duda, hará mucho bien al país.”