Un maestro debe tener: un corazón grande, responsabilidad y vocación
Su verdadera pasión es la docencia. Apenas terminó la secundaria, trabajó el verano como ‘docente’ voluntaria en el colegio Montessori (Piura), lo que afianzó su decisión: ser profesora. Creció escuchando referencias de la UDEP por lo que sabía dónde estudiar.
Cuando terminó la carrera de Educación Inicial, ya había practicado en el nido “Sonrisitas” y en un Pronoei, donde pudo asumir responsabilidades valiosas con los niños y sus familias. Luego, la seleccionó el programa Enseña Perú y, por dos años, trabajó en una escuela de Pachacútec (Callao). “Esta experiencia ha sido una de las más retadoras. Me regaló un mayor crecimiento, madurez y luces para el camino”. Después se formó en Gestión pública (UDEP) para trabajar en el Minedu.
Hoy, desde la Sociedad Peruana de Síndrome Down, asume el reto de defender los derechos de este grupo de ciudadanos, con proyectos de educación inclusiva, para que las escuelas desarrollen el potencial de sus estudiantes, en igualdad de oportunidades. “Todos tenemos el derecho a una educación de calidad. Para ayudar en esta tarea, tengo que trabajar en mí misma: crecer, aprender y entender. Esto me motiva a ser mejor cada día”. Por ello, se prepara para realizar una maestría en el extranjero, sobre políticas educativas internacionales.
Como no todo es trabajo, con su esposo Stefano y un grupo de deportistas entrenan natación, bicicleta y carrera para participar en la próxima Triatlón. “Encontrar el equilibrio entre lo profesional y lo personal es un reto para las mujeres. En equipo se puede lograr”, anota.
[beautifulquote align=”full” cite=””]“No podemos pensar en erradicar la pobreza, la desnutrición ni la violencia o la corrupción sin pensar en la formación de las personas. La educación es la clave para que desarrollen su máximo potencial y sean la mejor versión de sí mismas”.[/beautifulquote]
Nostalgia por la UDEP
Daniela valora las frases que aparecen cuando más las necesita. “Sospecho que se instalaron durante mis años universitarios: la obra bien hecha, que lo urgente no opaque lo importante, procura ponerte en sus zapatos”. También destaca los valores y la amistad, al recordar las conversaciones con sus profesores y amigos; los ensayos para las Olimpiadas o la lectura de un libro “en la paz que encuentras en la Universidad a las 3 de la tarde”.
Ama su profesión y desea que en el Perú haya mejores maestros: con un corazón grande, pues para enseñar se necesita querer; con responsabilidad, por las vidas que reciben y orientan, y con vocación, necesaria para afrontar cualquier barrera.