Hace algunas semanas conversaba con un buen amigo de la Universidad de Navarra, un profesor del que aprendí algunas cuestiones de escritura para medios. Para los que estamos en esto de la formación de periodistas, hacer un balance es un buen ejercicio.
Tengo la sensación –digamos intuición– de que los medios informativos, en esta caza de clics, algo están olvidando. Vamos en una autopista preocupados por dominar la tecnología, la inmediatez, la espectacularidad, las redes, las tendencias y el efecto de los contenidos sobre las audiencias, más que en la de la calidad de contenidos y su impacto en la vida de las personas y de la sociedad.
Parecemos imbuidos en una suerte de aprendizaje obstinado de lenguajes, que cada vez son más especializados –escrito, audiovisual, sonoro, de imágenes, de diseño, no verbal… y hoy el de la IA–, cuando quizá sea el momento de volver a hablar sobre la calidad de los contenidos, no tanto sobre cómo satisfacer audiencias, sino cómo formarlas.
La crisis del periodismo –escaso de profundidad y creatividad– nos debe llevar a ahondar en que no se trata de ser generadores de contenidos efectistas que enganchen al lector a cualquier precio. Esa dinámica ha dejado una factura alta, la de esta crisis que ya dura años: la de periodistas obsesionados con ser creadores de contenidos inmediatos, deseosos de clics, la de lectores volátiles que no pueden distinguir entre periodistas o expertos de escritorio, la de la sociedad que no sabe cuándo está frente a un contenido periodístico o frente a un relato poco verificado.
“En la carrera en que andan los periodistas debe haber un minuto de silencio para reflexionar sobre la enorme responsabilidad que tienen”, dijo Gabo. Quizá es hora de volver a hablar sobre cómo hacer periodismo de calidad, alejado del desdichado clickbait: un periodismo que investiga sobre la base de fuentes, que corrobora la información antes de publicar, que enjuicia las versiones oficiales –en especial, las gubernamentales–, que se preocupa por el bienestar social, el de los relatos empáticos, el que destapa la corrupción, el equilibrado, el que es la voz de los que no la tienen en el discurso público, el que conlleva una ética y una responsabilidad… anclado en la verdad y la realidad. Ese periodismo que escribe, que enamora y que es competente en el uso del idioma. El periodista argentino Martín Caparrós dijo hace algunos años que quizá la crisis del periodismo es, antes que nada, la crisis de los lectores, por lo que ha llegado el momento de “escribir contra el público”.

Raquel Ramos-R
Es doctora en Comunicación por la Universidad de Navarra.
Es vicedecana, jefa del Área de Periodismo y profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Piura.