La vida a plazos de Don Jacobo Lerner, de Isaac Goldemberg, o el judío errante en el Perú
Por Crisanto Pérez Esain, publicado el 1 de marzo de 2016Por Crisanto Pérez Esain
Universidad de Piura
Aunque el año sea propicio para festejar su obra, dejaremos las recomendaciones a Cervantes o al Inca Garcilaso de la Vega para futuros comentarios y nos centraremos en esta ocasión en una novela más reciente, aunque ya de existencia madura (1978), que hace dos años tuvo a bien reeditar Casatomada: La vida a plazos de don Jacobo Lerner. Se trata de la vida de un judío de origen alemán que llega al Perú en busca de nuevas oportunidades, aclimatando al entorno limeño y al del interior del país el mito de la diáspora judía, haciendo justa la etiqueta de que Severo Sarduy propone para ella: “la Torá con lianas”.
En esta novela todos piensan, todos hablan y todos dicen lo que piensan sobre la vida de Jacobo Lerner, menos él mismo. Se trata de una novela que mezcla sin llegar a la confusión las palabras y los pensamientos de las personas que rodean al protagonista: su hermano Moisés, admirado líder de la asociación hebrea en Lima que sin embargo no dudará en estafarlo; don León Mitrani, que se casará con una católica y pasará lo que le quede de vida en Chepén; Virginia, la joven católica con quien estuvo a punto de casarse y a quien abandonará en cuanto se entere de que está embarazada; Efraín, su hijo, a quien Jacobo renuncia a conocer y que terminará viviendo en el mundo paralelo de su locura; la esposa de su hermano; los redactores de «Alma hebrea», en fin. Todos se empeñan en hacernos saber qué es lo que piensan de Jacobo, salvo del propio protagonista. Todos opinan, juzgan, se posicionan frente a las decisiones –e indecisiones– que Jacobo irá tomando –o descartando– a lo largo de su vida en el Perú, casarse con la mujer de su futuro hijo o hacerlo con alguna mujer de procedencia judía; vivir en Chepén como Mitrani o hacerlo en Lima como su hermano. El resultado de tanta indecisión, de tanto descarte, es la propia marginación. Jacobo queda al margen del mundo exterior: de la comunidad judía, de la peruanidad católica, de Lima y de las provincias.
Frente a novelas que ofrecen el mestizaje como solución a los problemas de identidad de sus protagonistas, como el de Claudio Alaya en País de Jauja o el de Ximena en Ximena de dos caminos, nos encontramos en este caso ante las consecuencias de la indecisión de un personaje que rayará en la locura –al sentirse poseído por el alma de su gran amigo Mitrani, por ejemplo, una vez se haya enterado de que su cadáver no llegó a ser enterrado–, mientras que su hijo Efraín desembocará irremediablemente en la demencia.
Entendida como una novela de aprendizaje frustrado –Lerner, su apellido, significa en alemán ‘aprendiz’–, los prejuicios de Jacobo le impiden aceptar las lecciones que le ofrece su vida en el Perú, todo ello reforzado por la interpretación mítica que su forma de ser judía da a su existencia, con la preponderancia del Judío Errante, cuya presencia en su subconsciente le lleva a imaginar todo tipo de desgracias causadas por su propia muerte.