Lo que dicen las palabras
Por Shirley Cortez González, publicado el 2 de mayo de 2012En el arca de Noé todos caben y tú también. Queremos saber cómo hace el perro. El perro hace así: guau-guau… Esta popular canción infantil con la que enseñamos los sonidos de los animales a los más pequeños enfoca un tema lingüístico apasionante: las lenguas como medio para representar la realidad. Se trata de un tema delicado, pues de ser las lenguas una copia fiel de la realidad, todas tendrían que representarla de la misma forma; sin embargo, está claro que la realidad se expresa de acuerdo con las características que posee cada lengua y también con la particular óptica del pueblo que la habla. Así, si el perro peruano hace guau, un perro inglés, japonés, francés o alemán tendría que hacer también guau, porque se trata del mismo animal. Pero la realidad es otra. En inglés, el perro no hace guau, sino woof; wan, en japonés; ouah ouah, en francés; wau wau, en alemán. Y lo mismo sucede con los sonidos de otros animales, como el gallo, por ejemplo: kikiriki, en español; cock-a-doodle-doo, en inglés; kokekokkoo, en japonés; cocorico, en francés y kikeriki, en alemán.
La lengua, además de servir a los hablantes para transmitir sus ideas, sus pensamientos, sus emociones, etc., también refleja en cierta manera la realidad y la cultura del pueblo que la tiene por medio de expresión. Este reflejo es bastante apreciable en el plano léxico, es decir, en las palabras que tiene la lengua de una comunidad para designar ciertos elementos. En nuestra realidad peruana es notable la cantidad de palabras que tiene el quechua para distinguir los tipos de maíz (sara, chaminku, chinku, chili, chiwanway, chuchuqa, chuqllu, ch’ullpi, ch’unchu, ch’uy, etc.), y de papas (papa, alalaysu, alqaniku, alqaña, alqaqunpis, alqarisku, alqaywarmi, ama sunch’u, amakhaya, añas uman, apuruma, apharu, araq, araraysu, asaruma, etc.). Esta variedad de términos demuestra la importancia que tienen estos alimentos en la dieta de la sociedad quechuahablante.
Y si miramos más de cerca cómo está nuestra sociedad actual, veremos que también la lengua nos puede dar pistas de lo que sucede en ella. Por ejemplo, llama la atención que de un tiempo a esta parte haya proliferado la delincuencia. Robar es una actividad ilícita que cada vez gana más terreno en nuestro país. Se roba de todo: tapas de buzones, cables, celulares, carteras, casas, etc. Este “oficio” se refleja en la lengua a través de la creación de nuevas palabras que indican la especialización de nuestro “choro”. Así, tenemos en los diarios nacionales palabras nuevas de significado bastante transparente como robatapas, robacables, robacasas, robacelulares, robacarros, robamedidores: “Detienen a “Robatapas” en plena faena”; “Detienen a robacables con 500 metros de líneas de cobre en taxi de empresa”; “Robacasas tenían problemas mentales”; “Seguridad ciudadana captura a dos robacelulares”; “Detienen a banda de roba carros”; “Los “Roba medidores” continúan haciendo de las suyas en la ciudad de Tacna”.
En conclusión, las palabras de una lengua sirven para designar la realidad pero también reflejan qué aspectos de esa realidad tienen una mayor importancia para un pueblo determinado o los cambios que experimenta.
Es sorprendente que habiendo tantas palabras para designar a la papa ninguna sea ni parecida a “patata”, de dónde la habrán tomado los europeos. Quizá modificaron papa para que no se confundiera el nombre del noble tubérculo con el que la feligresía de católica apostólica de culto romano da a su máxima autoridad en la Tierra.