De calendarios y almanaques
Por Shirley Cortez González, publicado el 16 de enero de 2017Inicia un nuevo año y para llevar la cuenta del paso del tiempo no puede faltar ‒colgado en la pared o sobre el escritorio, en la pantalla del celular o en la agenda de mano‒ un calendario o almanaque. Aunque ambas palabras conviven en el uso cotidiano como sinónimos, se pueden encontrar ciertas diferencias de las que se hablará brevemente, atendiendo así el pedido de uno de nuestros más asiduos e interesados lectores.
La primera diferencia es etimológica, ya que calendario es palabra de origen latino, que ingresó pronto al romance castellano (hay registro de su uso escrito desde el siglo XIII), mientras que almanaque parece ser un préstamo posterior, a partir del siglo XV (según Corominas). Su etimología es discutida aún: el diccionario académico la considera de origen árabe, lo que sostiene desde su edición de 1899, tras desechar el supuesto origen griego que figura en la edición anterior (1884), que algunos aún defienden, además de otros que la suponen también latina.
En cuanto a su significado, calendario lo consigna Covarrubias (1611), en plural, como ‘las tablas de observación de los días del mes’, que en el uso eclesiástico servían para recordar las fiestas religiosas, así como a los santos y mártires cristianos. El Diccionario de autoridades (1734) lo consigna con k, kalendario (atendiendo a la forma latina), como ‘distribución y asignación de los días del año’; además añade: ‘y se llama también Almanak‘. Con esta referencia a almanaque, pero cambiando la k por la c, se mantendrá hasta entrado el siglo XX. La última edición del Diccionario de la lengua española (DLE, 2014) consigna calendario como el ‘sistema de representación del paso del tiempo en meses, semanas y días’; el objeto que sirve para reflejar gráficamente dicho sistema, y mantiene la equivalencia con almanaque.
Almanak perdió vigencia frente a almanaque, que es la forma que se conserva hasta hoy, y que, siguiendo casi fielmente la acepción incluida desde la segunda edición del Autoridades (1770), el diccionario académico actual (DLE, 2014) define como ‘registro o catálogo que comprende todos los días del año, distribuidos por meses, con datos astronómicos y noticias relativas a celebraciones y festividades religiosas y civiles’.
Es esta información adicional, justamente, lo que marca la diferencia entre calendario y almanaque. Esto es, un almanaque contiene el calendario de un año, pero además datos astronómicos y atmosféricos, como las fases lunares, salidas y puestas del sol, inicio y fin de las estaciones del año, vientos y mareas; la entrada de cada signo del zodiaco, etc.
El almanaque se convirtió, por tanto, no solo en una fuente de información temporal, sino de utilidad práctica para las actividades agrícolas y pesqueras, pero además ofrecía datos variopintos (chistes, refranes, adivinanzas…) para entretenimiento de sus lectores, como lo sigue haciendo el famoso almanaque Bristol que, en el Perú y gran parte de Hispanoamérica, sigue siendo fuente de consulta obligada y a quienes muchos deben el nombre que tienen, pues así lo indicaba el almanaque el día en que nacieron.
Derivados de estos términos, surgen calendarizar, primo cercano de agendar (del que ya hablaremos en otro momento), para indicar las actividades o eventos que programará una persona o una institución durante el año: El docente podrá calendarizar todos los retos y actividades para los alumnos (RPP, 3/1/17). Según el Diccionario de americanismos (2010), se usa en Perú y en otros 13 países hispanohablantes.
De almanaque, se deriva almanaquero, es decir, ‘el que hace o vende almanaques’ (DLE, 2014), aunque su vitalidad parece ir en retroceso debido, probablemente, a la pérdida progresiva del oficio o la diversificación de los productos comerciados.
Se registran también las expresiones hacer calendarios o hacer almanaques para referirse a aquellas personas que están en actitud pensativa o que dedican su tiempo a dejar discurrir la imaginación en planes o pronósticos sin fundamento.
En conclusión, la elaboración del almanaque supone un trabajo mucho más complejo que la elaboración de un calendario. Sin embargo, los avances tecnológicos actuales facilitan el acceso a toda esa información adicional que aquellos incluyen (aunque con brechas marcadas por las desigualdades sociales), razones por las que, quizá, los almanaques sean cada vez menos frecuentes o más sencillos, y los calendarios vayan ganando terreno tanto en la venta como en el uso (oral y escrito). La forma calendario va imponiéndose apoyada por la semejanza léxica con la palabra inglesa calendar.
Shirley Yanuaria Cortez González
Universidad de Piura
Nos dicen que “De almanaque, se deriva almanaquero, es decir, ‘el que hace o vende almanaques’ (DLE, 2014), “, no sabemos la que deriva de calendario.
También que “Se registran también las expresiones hacer calendarios o hacer almanaques, para referirse a aquellas personas que están en actitud pensativa o que dedican su tiempo a dejar discurrir la imaginación en planes o pronósticos sin fundamento.”
Pero, como “los calendarios vayan (van) ganando terreno tanto en la venta como en el uso (oral y escrito). La forma calendario va imponiéndose apoyada por la semejanza léxica con la palabra inglesa calendar.”, me surge una pregunta “de almanaque” (expresión de antaño que tampoco sé si está registrada): ¿Cómo es el uso oral del calendario?
Hola
12de enero del 2020