Aquello que aún no nombramos
Por Kira Elena Morales Zamora, publicado el 16 de julio de 2018
Ser padre denota múltiples sensaciones. Es un amor que supera cualquier comprensión humana; implica un alto grado de responsabilidad; hace germinar en las personas el desprendimiento y el deseo de dar más de lo que se tiene… en fin, es una experiencia que invita al redescubrimiento y a enfrentarse a emociones y sentimientos que se multiplican constantemente. Entre las innumerables emociones que los hijos suscitan, existe un sentimiento que parece único del ser humano y que ellos encarnan a medida que crecen. Un sentimiento que se puede describir y, sin embargo, se antoja inefable. Cuando un niño nace, la relación con el tiempo se trastoca. El cambio es pivote de todo. Si bien la vida es eso: movimiento y transformación, mientras se acompaña a los hijos en sus primeros años, esta particularidad esencial de la existencia se hace especialmente evidente. Y frente a esta constatación, emerge lo que, al menos en español, no hay cómo nombrar.
Nostalgia es una palabra relativamente nueva que fue acuñada por primera vez en 1688 por el suizo Johannes Hofer, quien la utilizó en una tesis médica para designar la pena de estar lejos de la patria o de los amigos. Está compuesta por nostos = ‘regreso’ y algos = ‘dolor’. En sus inicios se utilizó para nombrar el sentimiento que se desprendía de la imposibilidad de regresar a casa y, con el paso del tiempo, comenzamos a valernos de ella para referirnos a ese sentimiento que se genera cuando dejamos atrás algo que seguimos anhelando y que nos duele no poder recuperar. Dos palabras de origen galaico-portugués, acompañan en significado a nostalgia: saudade y morriña. La primera que se sospecha que proviene del latín Solitate (m) ‘soledad’ y, la segunda, que se desprende, también del latín: mori, ‘morir’; ambas relacionadas con el sentimiento de la pérdida y la tristeza que esta produce.
La palabra felicidad significa, según la primera entrada en el Diccionario de la lengua española virtual: ′Estado de grata satisfacción espiritual y física′. Registrada en escritos de Cicerón, se remonta al siglo I a. C y proviene del adjetivo felix que, entre sus distintas acepciones, significa: ‘profundo, fértil’, pero también, ‘bienaventurado’, ‘próspero’, ‘feliz’ y se relaciona estrechamente con el significado de la palabra alegría: ′sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores′.
Sin embargo, tanto la palabra nostalgia como la palabra felicidad, apenas se aproximan a una parte del sentimiento que intento describir. Cuando se suceden, una tras otra, sin descanso y dejándonos atónitos, las transformaciones de los hijos, el sentimiento que se genera en los padres se compone de estas dos emociones extremas pero que se funden en una. De esta forma, si bien es cierto que vivimos nostálgicos, ante lo que dejamos atrás, también hay una gran emoción y expectativa ante lo que vamos descubriendo, nos llenamos de alegría ante cada posibilidad de un nuevo hacer de nuestros hijos. De este modo, constantemente nos envuelve este sentimiento ambiguo que parece ser dos cuando en realidad es uno. Ante la felicidad de percatarnos de cómo han crecido y todo lo que han ido desarrollando, sentimos una inevitable tristeza frente a lo que no volveremos a experimentar. No me siento en capacidad de proponer un vocablo que designe lo que intento delimitar.
Muchas palabras han ido surgiendo a medida que la realidad lo exige. Igualmente, de personajes o autores que han marcado una diferencia a lo largo de la historia, se han desprendido términos sin que esa fuese la intención de sus creadores y que utilizamos con naturalidad. Por dar tan solo un par de ejemplos, de el Quijote: quijotesco, ′semejante a don Quijote de la Mancha, por sus acciones o sus aspectos′ y de Kafka, kafkiano para señalar ′una situación absurda o angustiosa′. Asimismo, se crean vocablos con un propósito –como fue el caso nostalgia– ante una realidad que se comienza a percibir o hacer consciente. Verbigracia, aporofobia, un neologismo que, como se explica en la página www.fundeu.es, fue acuñada por la filósofa española Adela Cortina para denunciar el hecho de que muchas veces denominamos erróneamente “xenofobia o racismo al rechazo a inmigrantes o refugiados, cuando en realidad esa aversión no se produce por su condición de extranjeros, sino porque son pobres”. Es un término que se acaba de incorporar al Diccionario de la lengua española como un cultismo femenino que significa: ′Fobia a las personas pobres o desfavorecidas′ y que la Fundéu BBVA ha reconocido como la palabra del año 2017.
Quizá la palabra que busco nunca sea inventada, pero es interesante pensar en cómo el lenguaje se hace eco de lo que se sentimos, de lo que pensamos, de lo que deseamos, de lo que hacemos, en fin, de todo lo que somos y en cómo este se amplía y cambia, como la vida y como reflejo de su condición esencialmente humana.
Kira Elena Morales Zamora
¡Wow!
Sí, ¡Wow!
Podría ser “paternidad”, como cualidad de padre.
O, tal vez, “paternazgo”, que no hay registro.
“…pero es interesante pensar en cómo el lenguaje se hace eco de lo que se sentimos, de lo que pensamos, de lo que deseamos, de lo que hacemos, en fin, de todo lo que somos y en cómo este se amplía y cambia, como la vida y como reflejo de su condición esencialmente humana.”
Y, sin embargo, “aperturar” es rechazado.
Ya que pone en el tapete el verbo “aperturar” que a muchos no les cuadra su uso por abominable y por no estar registrado en el DRAE. ¿Qué nos pueden decir del verbo “cuadrar” tan común entre nosotros, usado por aparcar?
Un nombre que no sabemos de qué se trata.
Hoy leo esta nora: “Quito seguro. Barrios resilientes como estrategia de desarrollo sostenible para ciudades latinoamericanas”
¿Qué es resiliente? y de paso, ¿qué significa sostenible, termino nuevo muy de moda?
Hoy leo esta nota:…
Estimado lector:
La palabra resiliencia es una palabra que, si bien no es nueva, últimamente ha estado muy de moda. En un principio, la resiliencia, como se define en la segunda entrada del Diccionario de lengua española (DLE, 2014), es la ‘capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido’.
Por otro lado, algo similar sucede en cuanto al concepto de sustentable. Es importante destacar que es un concepto que aún se está delimitando y que hoy en día intenta diferenciarse de sostenible.
Podrá encontrar la respuesta en el siguiente enlace: http://udep.edu.pe/castellanoactual/duda-resuelta-resiliente/
Saludos cordiales,
Castellano Actual
Estimados Castellano Actual: Cuando un hijo pierde a su madre o padre o a ambos, adquiere el status de huérfano; cuando en una relación de pareja uno de los cónyuges pierde al otro, adquiere el status de viuda(o). Hasta donde yo sé, cuando una madre o padre pierde a un hijo, no existe un término en castellano o español –ignoro si exista en otros idiomas– que describa tal status. ¿Serían tan amables de aclararme la duda o en su defecto, sacarme del error?
Estimado Alberto:
No hay en español un término que indique cuando una padre (o madre) pierde a sus hijos.
El Diccionario de la lengua española (2014) registra deshijado como un adjetivo desusado con el significado de ‘Dicho de una persona: Que ha sido privada de los hijos’ que solía usarse si un padre era apartado legalmente de sus hijos.
Saludos cordiales,
Castellano Actual