Una reflexión sobre las implicaturas en la conversación
Por Solange Osorio, publicado el 16 de octubre de 2024En la interacción cotidiana, pocas veces manifestamos explícitamente todo lo que queremos comunicar. Las implicaturas, especialmente las conversacionales, cobran un rol fundamental para lograr que nuestros enunciados tengan sentido más allá de lo expresado. Esta noción, propuesta por Grice (1975, «Logic and conversation»), plantea que la información que transmitimos no solo depende de las palabras empleadas, sino también de lo que el interlocutor pueda inferir, ya sea a partir del contexto o las reglas sociales de la conversación. Es a esta información implícita lo que Grice denomina implicatura.
Las implicaturas reflejan un aspecto relevante del lenguaje: su economía. En lugar de explicar cada detalle de forma explícita, los hablantes confían en suposiciones compartidas y en la inferencia del receptor, lo que conlleva que su mensaje sea transmitido de manera eficiente. Por ejemplo, en un diálogo entre amigos, uno le dice al otro: ¿Cómo te fue en el examen?, a lo que el otro le responde: Lo intenté. Si bien el primer amigo no ha recibido una respuesta directa, ha logrado entender el mensaje, ya que la lacónica contestación condensa tanto el esfuerzo realizado como el fracaso implícito del examen. En lugar de tener una respuesta como No me fue bien, pero puse todo mi esfuerzo, el interlocutor evita explicaciones innecesarias y se apoya en el conocimiento compartido para que el oyente infiera que el examen no fue exitoso sin dar más detalle.
Otro aspecto relevante de las implicaturas es que funcionan como recurso de cortesía, puesto que permiten que los hablantes expresen desacuerdos o críticas de manera indirecta sin alterar la armonía en la situación comunicativa. Por ejemplo: —¿Qué te parece mi nuevo corte de cabello? / —Es diferente. El hablante responde a la pregunta sin manifestar directamente su desagrado así, emplea la implicatura para evitar herir los sentimientos de su interlocutor y no confrontarlo.
Igualmente, son elementos claves para la generación de humor, a través de la incongruencia entre la realidad y el significado de lo expresado. Ello propicia que las conversaciones sean más dinámicas, tal como se muestra en el siguiente diálogo: —¿Sigues haciendo tu entrenamiento físico? / —Sí, levanto el control del televisor todos los días. En este caso, la respuesta sugiere una implicatura humorística, pues existe una discrepancia entre la aseveración de estar entrenando y el considerar que el levantar el control de un televisor es un ejercicio físico. Dicha incongruencia entre la realidad y lo expresado, literalmente, genera humor en la conversación e incluso enriquece la interacción al permitir que los hablantes jueguen con expectativas y fomenten una comunicación más creativa y dinámica.
Finalmente, estimado lector, tenemos que ser cautelosos, pues un mal empleo de las implicaturas podría ocasionar malentendidos. Es decir, si el receptor no comparte el mismo contexto social o no logra reconocer las claves contextuales necesarias para interpretar correctamente la implicatura, la comunicación no será exitosa.
Vaya cuanta razón tiene cuantos malentendido habra causado e silencios infinitos.