Duda resuelta: ¿La presidente Kirchner o la presidenta Kirchner?
Por Castellano Actual, publicado el 26 de marzo de 2013Pregunta de Edgar Larrea:
Hace unos días leí en un blog de un lingüista peruano que presidente y juez no tienen formas femeninas. La explicación era más o menos que en español el ser que hace algo es el ENTE (entonces decimos residente, oyente, agente, etc.) y que por eso no se debía decir presidenta o jueza porque sería como decir residenta, oyenta, agenta, etc. Sin embargo el DRAE incluye estos dos términos ya mencionados. ¿Me solucionan esta duda?
Respuesta de Castellano Actual:
Estimado Edgar:
La palabra “presidente” como sustantivo en sus orígenes era solo común en cuanto al género y de allí su duda. Los sustantivos comunes son aquellos que presentan una sola forma para los dos géneros gramaticales; y para distinguir si se trata de un referente masculino o de un femenino se recurre a la presencia de los determinantes: el / la presidente, el / la pianista… o, en otros casos, de adjetivos: buen cantante / buena cantante. Generalmente, son sustantivos que se refieren a oficios, profesiones o cargos.
Hoy en día muchos de estos sustantivos comunes han pasado a ser variables como es el caso que plantea de “la presidenta” (escrito así, con minúscula inicial). Es factible emplear, entonces, “la presidente Kirchner” o “la presidenta Kirchner”. Esto se debe a que las mujeres han pasado a ejercer cargos u oficios que tradicionalmente eran realizados solo por hombres. Como lo señala la Nueva gramática básica de la lengua española (2011), la marca de género de varios sustantivos que nombran profesiones desempeñadas en otro tiempo por hombres designaba solo el masculino, mientras que la forma femenina se aplicaba a la esposa: la coronela (‘la esposa del coronel’), la gobernadora (‘la mujer del gobernador’); uso que en la actualidad se ha perdido casi totalmente. “La presidenta” ahora ya no significa ‘la esposa del presidente’, sino ‘la mujer que preside’; en el caso propuesto por usted sería ‘jefa del Estado’. Actualmente, por tanto, se pueden utilizar estos sustantivos como comunes en cuanto al género o como nombres de terminación variable: el/la juez, la jueza; el/la abogado, abogada; el/la ingeniero, ingeniera; el/la presidente, presidenta; el/la ministro, ministra etc.
Espero hayamos podido resolver su inquietud.
Atentamente,
Castellano Actual
Gracias por tan clara respuesta.
Esta argumentación se basa en tres afirmaciones:
que el participio activo del verbo ser es ente,
que la terminación –nte que añadimos a los participios activos de los verbos procede de ente,
que dicha terminación se toma de ente porque este denota entidad o significa ‘el que es’.
Sin embargo:
1. El participio activo del verbo ser no es ente. El único participio que actualmente tienen, de forma general, los verbos españoles, es el de perfecto (por ejemplo sido, para el verbo ser, o comido para comer). Solo algunos verbos tienen entre sus derivados los llamados participios activos, que hoy se consideran sustantivos (como presidente) o adjetivos (como atacante o cantante). El verbo ser tuvo en el pasado una forma de participio activo hoy perdida, pero no era ente sino eseyente.
2. La terminación –nte no procede de ente. Nuestro sustantivo ente (que, como se ha dicho, no es el participio del verbo ser) sí que deriva, sin embargo, de ens, entis, participio de presente del verbo latino esse (‘ser, estar’). Pero el hecho crucial no es que el participio del verbo ser en latín tuviera esta forma entis, sino que todos los participios de presente del latín tenían esta misma forma: e-ntis, ama-ntis, lege-ntis, capie-ntis, etc. Obviando la raíz verbal y la vocal temática que quedan a la izquierda del guion, en todas estas formas lo que encontramos es la secuencia –nt– y la terminación –is, desinencia de caso genitivo.
Esta secuencia –nt– es un infijo, un elemento que se inserta en el interior de una palabra, y es una marca morfológica que indica un subtipo concreto de declinación por el que se guían algunas de las palabras que forman parte de la tercera declinación latina. Este mismo infijo, y este mismo submodelo de declinación (llamado precisamente temas en –nt-), está presente también en otras lenguas, como el griego clásico. Aunque por este modelo de temas en –nt– se declinan solo unos pocos sustantivos y adjetivos, en la práctica es muy productivo, porque es el modelo por el que se declinan todos los participios de presente activos de todos los verbos latinos y varios de los participios del griego clásico.
3. La terminación -nte no se toma de ente porque este denote al ser. El hecho de que esta secuencia -nt- aparezca no solo en ente, sino en todos los participios de los verbos latinos e incluso en otros adjetivos (como prudentis, ‘prudente’), sustantivos (como /leontos/, ‘león’ en griego) y determinantes (como /panta/, ‘todo’ en griego) prueba que esa –nt– no ha sido nunca, a lo largo de su historia, marca de entidad o de existencia. Nunca, por sí sola, ha denotado al ser, al ente. Llegó a denotar, en latín, al ente al entrar en interacción con el verbo ser, pero entró en contacto con este verbo, como con todos los demás verbos latinos, pues no es más que una marca morfológica de la que los verbos se sirven para declinar una de sus formas no personales, el participio.
Lo que históricamente existe es este infijo –nt– y no la terminación –nte. Recordemos que en las formas amantis o legentis la terminación –is es marca de genitivo, pero este es solo uno de los seis casos que tienen las declinaciones latinas. Estas declinaciones establecen distintas terminaciones en función del caso, del género y del número: un participio como entis puede tener potencialmente hasta 24 desinencias, es decir, 24 terminaciones después del infijo –nt– (entem, entis, enti, entium, entia, etc.) que se encargan precisamente de marcar el caso, el número y el género. Nada, por tanto, en la morfología histórica de este elemento –nt– impide que las palabras que se forman con él tengan una forma distinta para el género femenino; es más, históricamente este infijo ha formado parte de palabras que explícitamente diferenciaban el género.
Por último. Es cierto que el español conserva este infijo fundamentalmente en la terminación –nte, y es fácil caer en el error de creer que la emplea solo para referirse a la persona que realiza la acción del verbo (presidente el que preside, cantante el que canta, atacante el que ataca). Sin embargo esto no es una verdad absoluta: ni todos los verbos se refieren al agente con esta terminación, ni siempre que esta terminación aparece se asocia a la persona que lleva a cabo la acción del verbo.
Los que luchan, los que inventan, los que trabajan, los que corren, etc. no son los luchantes, los inventantes, los trabajantes, etc. sino el luchador y la luchadora, el inventor y la inventora, el trabajador y la trabajadora. El español actual conserva, además, casos en los que este infijo es más una mera marca gramatical (heredera de un antiguo participio que hoy ya no se siente como tal): mediante, de mediar; durante, de durar; o bastante, de bastar. Y de hecho, en el español de otras épocas estas palabras tenían forma en plural (era, por ejemplo, posible decir ellas durantes).
Nada en la morfología histórica de nuestra lengua, ni en la de las lenguas de las que la nuestra procede, impide que las palabras que se forman con este componente tengan una forma para el género femenino. Las lenguas evolucionan y en esa evolución se transforman. Estos cambios se deben a muchas causas, algunas son causas internas (evoluciones fonéticas, por ejemplo); otras son externas, el contacto con otras lenguas o el cambio en las sociedades que las hablan. Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden. Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina (pregúntese el lector por qué no se han levantado voces contra el uso del femenino sirvienta, es exactamente el mismo supuesto!). Pero es que, además, en el caso de este infijo concreto, la historia de nuestra lengua y la de las lenguas que la precedieron pueden llegar a avalar el uso de voces como presidenta, pues al hilo de esta explicación parecen ser menos conservadoras que la variedad actual.
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