Empezaron los carnavales
Por Lady Olivares, publicado el 16 de febrero de 2012Verano es época de calor, playas, helados y carnavales. Es común en esta época ver grupos de niños y adolescentes armados con globos o bazucas listos para atacar a los primeros distraídos que se encuentren en el camino, lo cual –aunque resulta una verdadera diversión para algunos–, es una fuerte molestia para las víctimas que en ocasiones llegan a perder documentos importantes o terminan llegando empapadas a su destino.
El presente artículo no pretende discutir la prohibición o no de este tipo de diversiones. En esta oportunidad nos ocuparemos de la dimensión lingüística del carnaval que, por cierto, es una fiesta popular que formalmente empieza este año el 16 de febrero.
Comencemos señalando que la palabra carnaval proviene etimológicamente del vocablo italiano carnevale, y este, a su vez, del latín carne levare (‘quitar la carne’), en clara alusión a la prohibición de comer carne durante los cuarenta días de Cuaresma, periodo litúrgico de preparación de la Pascua de Resurrección que se caracteriza por ser un tiempo de penitencia. El Diccionario de la Real Academia Española define al carnaval como ‘los tres días que preceden al miércoles de Ceniza’ y como ‘la fiesta popular que se celebra en tales días y consiste en mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos bulliciosos’ (DRAE, 2001).
En nuestro medio, la palabra carnaval adquiere dos sentidos: primero, se usa para designar a la fiesta popular que combina, en algunas ciudades como Bernal, Cajamarca, Huamanga, Puno, Andahuaylas, distintos elementos como disfraces, desfiles y fiestas en la calle; y segundo, hace referencia al juego de agua que consiste en mojar o empapar a los peatones con la excusa de refrescarlos del agobiante calor, y para eso, chicos y grandes se valen de baldes, globos y temidas bazucas.
La palabra bazuca proviene del inglés bazooka y constituye un anglicismo castellanizado que se define como ‘lanzagranadas portátil consistente en un tubo que se apoya en el hombro y empleado principalmente contra los carros de combate’ (DRAE, 2001). No es su única acepción, pero es la que nos interesa, pues por analogía con esta arma, en los últimos años, se han confeccionado, para el juego de carnavales, armas de plástico que descargan, con fuerza, cierta cantidad de agua y puede dejarnos empapados en cuestión de segundos. Con este nuevo significado, aún no recogido en ningún diccionario, conocemos, en nuestro ámbito, a las bazucas carnavalescas.
Por último, la fiesta del carnaval termina con la tradicional yunza, úmisha o tumba monte como se le conoce hoy a la fiesta popular que consiste en plantar artificialmente un árbol cargado de regalos, en torno al cual se baila hasta tumbarlo con los cortes de un machete o hacha. Algunos llaman yunzas, también, a ‘las formas musicales que se cantan para la ocasión’. Aquí, debemos aclarar que el término yunza o yunsa se usa para denominar la ‘fiesta’; mientras que, el vocablo yunce se utiliza para definir al ‘árbol adornado con pañuelos, frutas, botellas de licor, dinero y otros regalos’.
Por todo esto, estimados lectores, pese a las prohibiciones municipales, tenga cuidado de personas armadas de bazucas que, a partir de hoy, lo pueden dejar deseando que llegue pronto el día de la yunza con la que se dará fin a los temidos carnavales.
EL COMERCIO
24.02.2020
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