Martín Fierro
Por Manuel Prendes Guardiola, publicado el 31 de julio de 2014La independencia americana suscitó una búsqueda de señas de identidad que eran, más bien, señas de diferencia con respecto a España… y las naciones vecinas. La República Argentina las encontró en el folclore de los gauchos, y decenas de autores cultos y urbanos se pusieron a escribir imitando el estilo de estos marginales jinetes de la pampa.
Al cabo de décadas de poesía gauchesca, el hacendado José Hernández, periodista y político, publica en este género un libro de protesta, El gaucho Martín Fierro (1870). Su héroe se ve impelido a la delincuencia cuando es arrebatado de su pacífica vida en el rancho y obligado a servir en el ejército. Fugitivo y sin rumbo, acaba cruzando la frontera para vivir entre sus antiguos enemigos indios, de quienes no espera trato peor que de sus compatriotas. El éxito del poema condujo en 1879 a una extensa segunda parte, La vuelta de Martín Fierro, en la que el héroe huye de su esclavitud entre los indígenas para regresar a la civilización, donde se encuentra con sus hijos. Al relato de sus respectivas desventuras sigue la separación: el destino del gaucho es vivir errante.
La evolución del protagonista y de su mundo dan unidad a dos partes tan distintas: si la Ida (título que popularmente se da a la primera parte) denunciaba una política de exterminio del gaucho, la Vuelta defiende su posibilidad de integración. La Ida justificaba el recurso a la violencia de un individuo desamparado por la comunidad; en la segunda, un Fierro maduro y sabio aboga como buen padre (habla a sus hijos, pero indirectamente a su patria) por el perdón y la reconciliación.
No existirá en la literatura hispanoamericana un libro que haya sido tan unánimemente aprobado por la crítica erudita y la cultura popular. De los escritos en el siglo XIX, ninguno habrá envejecido menos: en parte, se lo debe a que el género de la poesía gauchesca desapareció después del éxito del Martín Fierro, como reconociendo en él un modelo insuperable. En su país de origen ha sido proclamado poema nacional, pero José Hernández supo, con versos y palabras criollísimos, crear una trama y componer unos pasajes cuya belleza y sabiduría trascienden momentos históricos y fronteras geográficas.