Acerca de las frases hechas y sus tipos 

Por , publicado el 18 de septiembre de 2024

El 22 de agosto pasado, María Corina Machado publicó en su cuenta de la red social X lo siguiente: “TSJ: échenle bolas”. Este texto se refiere al pronunciamiento que se esperaba del Tribunal Supremo de Justicia sobre los resultados de la elección presidencial del 28 de julio en Venezuela. Echarle bolas (o bola) es una frase hecha que en ese país se emplea con dos distintos significados: uno, cuando las cosas se hacen con entusiasmo, motivación; y, dos, cuando la situación implica un reto enorme, y por lo tanto, se hace muy difícil o imposible de alcanzar un determinado resultado. Y este último fue el sentido del mensaje de la líder de oposición venezolana.  

Como en el caso que acabamos de referir, todos hemos experimentado cuando escuchamos o leemos algunas frases hechas que no basta con conocer cada palabra por separado para desentrañar su uso práctico. A esta cualidad del nivel léxico-semántico se le llama idiomaticidad 

Existen distintos tipos de frases hechas. Las flexibles o productivas, como el ejemplo que hemos comentado, admiten sustituciones o inserciones, que producen variantes fraseológicas; y, las absolutas, que no permiten cambios estructurales sin que el significado figurado se vea afectado, como en un abrir y cerrar de ojos, sacar de quicio (Belinchón, “Lenguaje no literal y aspectos pragmáticos de la comprensión”,1999). 

Otra clasificación de las frases hechas es la que propone Corpas Pastor (Manual de fraseología española,1997). Un primer grupo estaría formado por las que están fijadas en el habla: las paremias, lo que conocemos por refranes, es decir, los proverbios populares anónimos, que pueden estar formados por  una oración simple como en A caballo regalado, no se le miran los dientes; o, por oraciones complejas, como en Quien roba a ladrón, tiene cien años de perdón; u, oraciones simples con verbo sobrentendido, como En casa de herrero, cuchillo de palo. Algunos también presentan rasgos prosódicos como la aliteración, como en Agua que no has de beber, déjala correr. Por otro lado, están las fórmulas discursivas con funciones organizadoras, como en ya se sabe que, o las expresivas, ¡qué horror! 

En el segundo grupo estarían las colocaciones, que entre sus principales características se encuentran la aparición frecuente de dos palabras, ciertas restricciones combinatorias y el hecho de que es posible deducir su significado de los componentes individuales.  Existen colocaciones de diversos tipos que están basadas en los criterios de la categoría gramatical y su estructura interna: sustantivo + verbo: acuciar un problema, estallar una guerra, declararse una epidemia; verbo + sustantivo: desempeñar un cargo/una función/papel, asumir una responsabilidad, conciliar el sueño; adjetivo + sustantivo: momento crucial, relación estrecha, error garrafal, mercado negro, hombre clave; sustantivo + preposición + sustantivo: tableta de chocolate, diente de ajo, ciclo de conferencias; verbo + adverbio: llorar amargamente, caer pesadamente; y adjetivo + adverbio: profundamente dormido, estrechamente ligado (Dovrtělová, Locuciones verbales en el español, 2008). 

Para finalizar, me gustaría compartir el origen de la frase hecha que referí al inicio de este artículo. Entre los años 40 y 50 del siglo pasado, “¡échale bola!” era de uso común en las construcciones en Caracas, debido a que la demolición de las viejas viviendas se hacía con una pesada bola que colgada de una grúa. Así, los trabajadores y vecinos curiosos la decían para indicar que había que seguir golpeando para lograr derribar la estructura previa a la remodelación programada.  

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