De don Quijote, don Dinero, don nadie…
Por Bertha Guzmán, publicado el 26 de marzo de 2018«Don Quijote le preguntó cómo se llamaba (…). Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón, natural de Toledo, que vivía a las tendillas de Sancho Bienaya, y que donde quiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que por su amor le hiciese merced, que de allí en adelante se pusiese don, y se llamase doña Tolosa» (Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha). En efecto, estas líneas recuerdan la transformación que se opera en esta moza al contacto con don Quijote o como diría Miguel de Unamuno: «(…) fueron adoncelladas por don Quijote y elevadas por él a la dignidad de doñas» (Vida de Don Quijote y Sancho). Justamente en este artículo hablaremos de la fórmula de tratamiento don.
En la segunda acepción del Diccionario de la lengua española (2014), se define tratamiento como el ‘título que se da a una persona por cortesía o en función de su cargo o condición; por ejemplo, usted, señoría, caballero, etc.’. Dentro de este grupo, encontramos a don y a su femenino doña que derivan, respectivamente, de las voces latinas domĭnus y domĭna —que también dieron origen a los términos dueño y dueña—. En el español general contemporáneo, estas fórmulas se anteponen al nombre de pila como forma de designación respetuosa o cortés o, como sucede en el Perú, para dirigirse a una persona entrada en años; sin embargo, no es infrecuente su uso con diminutivos e hipocorísticos, a pesar de que estos manifiesten afecto, familiaridad e informalidad: doña Rosita, don Pepe (Nueva gramática de la lengua española, 1258, 16.16e). Como se ve, este tratamiento de respeto se emplea solo delante del nombre de pila o del nombre y el apellido: don Fernando, doña María Tomé. En el caso de usar solo el apellido, se prefiere la fórmula señor, señora: señor Villanueva, señora Merino. Aunque no se recomiende colocarlo detrás de los apellidos por considerarlo inapropiado, en varios países de América, como Perú, Argentina, Chile, etc., este uso es muy frecuente y no resulta poco cortés: «—Vaya a dormir, don López— dijo Oliveira, respirando fuerte» (J. Cortázar, Rayuela); «Esa empatía hizo que Dorotea de Chopitea captara perfectamente el tipo de cooperación salesiana que don Bosco requería» (Hoy [Chile] 07-13/04/1997).
Hay que aclarar algunas cuestiones normativas relacionadas con esta forma de tratamiento. Cuando se requiere el plural, la fórmula masculina don permanece inalterada y solo se pluraliza el nombre que la acompaña: Conozco a varios don Josés; en cambio, la forma femenina doña sí se pluraliza: Conozco a varias doñas Isabeles. La abreviatura de don es D. y la de doña es Dña. o D.ª, estas siempre se escriben con mayúscula inicial; por el contrario, en su forma extensa, y como ocurre con todas las fórmulas de tratamiento, se debe utilizar la minúscula.
Desde el punto de vista morfológico, es un sustantivo, aunque en algunas expresiones ponderativas, sobre todo del ámbito hispanoamericano, puede funcionar como adjetivo prenominal: Te cuento que ese día me comí un don ceviche; Sí que se ha armado una doña juerga. Si se quiere hablar de su función, diremos que es una fórmula nominal apositiva que precede a nombres propios de persona o de cosas personificadas.
Por otro lado, se usa delante de un adjetivo o de un nombre referidos a una persona, generalmente en plural, para enfatizar irónicamente lo expresado por ellos: don perfecto, doña rumores, don ladrón, don necio, doña bellaca. Se utiliza también para la personificación alegórica, sirvan los ejemplos de don Carnal y doña Cuaresma, personajes del Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipestre de Hita. Conlleva esta misma carga irónica o cómica antepuesto a nombres comunes, para ejemplificar recurriremos al estribillo del poema satírico de Quevedo: «Poderoso caballero es don Dinero». En el español, se han lexicalizado algunas expresiones con la fórmula don, tal es el caso de donjuán o don juan (seductor de mujeres), sustantivo común creado a partir de don Juan Tenorio, personaje que representa más de un vicio: altanero, mujeriego, libertino, egoísta, inmoral y temerario. Otro ejemplo es don nadie, esta expresión alude a una ‘persona sin valía, poco conocida, de escaso poder e influencia: Lo consideraban un don nadie. Morirá siendo una doña nadie’ (DLE, 2014). Esta construcción cuenta con su variante escrita en una sola palabra donnadie: «Le dije que yo no era un donnadie. Que yo era alguien. Que yo era el Príncipe de Asturias» (El Mundo [España], 20/11/1996). Como vemos, anteponer la fórmula de tratamiento don resulta un recurso muy productivo, incluso para la creación de marcas publicitarias: Doña Esa (cerveza artesanal), Don Balón (revista deportiva), Don Taco (restaurante), etc.
En contextos informales, sobre todo del habla hispanoamericana, la fórmula don también puede aparecer sola —sin estar presentando a otro nombre— con el significado de señor: Y ya no diga eso, don, porque le puede ir muy mal. Asimismo, se suele utilizar doña como apelativo autónomo: ¿Qué hay de nuevas, doña?; Oiga, doña, ya déjenos pasar. En algunas zonas de Paraguay, es frecuente suprimir la primera sílaba, dando origen a la aféresis ña.
Ya lo saben, queridos lectores, el valor de esta fórmula de tratamiento es rico en matices. Para terminar los dejaré con estos versos de la sabiduría popular que reflejan uno de los usos de este término: «Cuando tenía dinero, me llamaban don Tomás; ahora que nada tengo, me llaman Tomás nomás».
Bertha Guzmán Velasco
“….En algunas zonas de Paraguay, es frecuente suprimir la primera sílaba, dando origen a la aféresis ña.”
Y ¿”Ña Catita” en el Perú?
«Don Quijote preguntó cómo se llamaba la seño (…)», podría ser en una versión moderna de lo escrito por don Miguel de Cervantes, no?