El silencio… ¿habla?
Por Isabel Martins, publicado el 13 de diciembre de 2023Aunque pueda sorprendernos, el silencio, que aparece de manera frecuente en nuestros intercambios comunicativos, dice mucho. Más técnicamente, se trata de un signo no verbal que está lleno de información pragmática, esto es, del “conjunto de conocimientos, creencias, supuestos y opiniones que tenemos acerca en una interacción oral concreta” (https://cvc.cervantes.es).
Beatriz Méndez Guerrero, destacada investigadora sobre esta temática, señala que “(…) el silencio debe entenderse como un elemento conversacional, significativo, integrado en la cadena hablada, que es percibido y evaluado por los hablantes y que está sujeto a una o varias interpretaciones” y —muy importante— muestra una alta carga cultural (La interpretación del silencio en la interacción. Principios pragmáticos, cognitivos y dinámicos, 2016, p. 170).
En su artículo El silencio en la conversación española. Reflexiones teórico-metodológicas (2013), Méndez Guerrero describe cuatro tipos de los silencios propios de la cultura española, a saber: 1) los discursivos, entre cuyas funciones se incluyen las de mostrar acuerdo o desacuerdo, intensificar o atenuar, indicar engaño o disimulo, argumentar y hacer humor o ironizar; 2) los estructuradores, que sirven para distribuir el turno de habla, indicar errores de coordinación, dinamizar la conversación o cambiar el tema y mostrar petición de atención o apoyo; los epistemológicos y los psicológicos, que indican reflexión o vacilación, cautela, emociones o sentimientos y transgresiones o resistencias; y los normativos, que son silencios establecidos por convenciones situacionales, sociales y culturales.
Resumiendo, las funciones y valores atribuidos al silencio en la conversación son diversos y tienen una alta carga sociocultural. En ese sentido, los expertos han analizado sus usos, tanto los asociados a una determinada cultura como a un grupo específico de hablantes. A continuación, describiremos dos ejemplos de este tipo de trabajos.
En el artículo Silencio versus palabra. Dos paradigmas de cortesía: El árabe y el español (2007), Bárbara Herrero Muñoz-Cobo señala algunas conclusiones sobre las diferencias entre estas dos lenguas. En concreto, los hablantes de ambas lenguas valoran de forma distinta tanto la palabra como el silencio y, por ello, a veces ocurren molestas confusiones cuando sus hablantes entran en contacto. Por ejemplo, aunque exista confianza entre conocidos, el silencio en la cultura española se percibe como algo muy incómodo, en cambio en la cultura marroquí, el silencio es señal de confianza y de bienestar. También podría ocurrir un malentendido entre dos desconocidos, uno español y el otro marroquí, cuando al primero le presentan, a menudo comienza a hablar sin parar, lo que puede ser interpretado como un comportamiento agresivo; mientras que en esta interacción, el silencio del marroquí podría ser interpretado como descortés.
El segundo ejemplo se trata de otra investigación de Beatriz Méndez Guerrero intitulada El uso estratégico del silencio en conversaciones de mujeres. Entre otras conclusiones relevantes, indica la diferencia que hay entre “… la cantidad de silencios que producen las mujeres que conversan con mujeres (26,8%) y las mujeres que interactúan con hombres (73,2%)” (p. 242). Y es que las mujeres de este estudio, cuando hablan con hombres, muestran una tendencia a la acomodación lingüística a la manera de comunicarse que ellos presentan. Es decir, las mujeres incorporan a sus conversaciones más silencios que cuando hablan con otras mujeres.
Finalmente, como no podía ser de otra manera, encontramos en el refranero popular una referencia a la “elocuencia” del silencio: quien calla otorga. Respecto a su significado, en la página del Centro Virtual Cervantes, se señala lo siguiente: “(…) quien no presenta objeción alguna y se mantiene callado, da a entender que muestra su aprobación a lo que se ha propuesto”. Y es tan así que se puede decir lo mismo enunciando solo la primera parte: quien calla…
Me parece muy interesante el comentario ya que responde a las costumbres que existen y que es necesario reconocer la valides de las mismas