Frívolo
Por Manuel Prendes Guardiola, publicado el 11 de julio de 2016La palabra frívolo no es de uso cotidiano, y supongo que mucho menos entre mis estudiantes. Pero ya se sabe que, cuando estos se enfrentan a un ejercicio escrito, tienden muchas veces a querer impresionar a su lector (o a encubrir su inseguridad) mediante el uso de expresiones que les son extrañas pero que “suenan” cultas y bonitas.
Es la estrategia que siguen tantas criaturas de Dios como el sapo, el gato o el pavo real, que encaran el peligro exagerando sus dimensiones (en este caso, las de su vocabulario). Como prefiero dicha estrategia a la del calamar, que sustituye la selección equivocada del vocabulario por su sobreabundancia y envuelve la propia inseguridad en densa nube de tinta, yo les suelo dedicar con cariño el consejo cervantino: “Llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala” (Quijote II, 26). Asimilarlo suele llevar años, así que mejor empecemos a repetirlo cuanto antes.
Será por su rareza y mi benevolencia, pues, que tardé años en reaccionar ante el mal uso del susodicho adjetivo, y de su sustantivo derivado. Sin embargo, tampoco lo olvidé: algunos errores me parecían divertidos, como el de aquel examen que afirmaba que el padre Las Casas hablaba “sobre las continuas frivolidades causadas por los conquistadores” a los indígenas, que daban un matiz extrañamente cómico a la conquista del Nuevo Mundo. Pero, cuando años más tarde, en un periodo relativamente corto de tiempo los alumnos volvieron a hablar de episodios criminales como meramente “frívolos”, me decidí a agarrar el toro por los cuernos y ante las gradas estudiantiles, tiza en mano, pregunté: “Vamos a ver, ¿qué creen ustedes que significa frívolo?”.
Cayó el chaparrón de ideas. Las nociones que llovían venían a coincidir en matices de cinismo, crueldad, insensibilidad ante el mal ajeno… En fin, ni parecido a la primera y principal de sus cinco definiciones académicas (“Dicho de una persona: Insustancial y veleidosa”), aunque sí hubo alguna voz documentada que acertó.
Corregir con el diccionario en la mano siempre es muy fácil, pero lo que correspondía acto seguido era hallar la causa de la confusión. Descartamos pronto el exceso de rigor moral: nunca falta gente tan frívola que menosprecia las graves consecuencias de sus acciones, ni tan seria que no tolera la menor frivolidad, pero tampoco es cuestión de mandar de frente al infierno a cuantos se toman la vida un poco a la ligera…
La hipótesis que arraigó con más fuerza fue la de la falsa etimología: igual que Guamán Poma y otros escritores del pasado pensaban que corónica (sic) procedía de corona, o tantos hispanohablantes de hoy piensan que grácil tiene algo que ver con gracia, mis muchachos tomaban frívolo, inconscientemente, como una siniestra composición de frío y malévolo. Un uso extendido entre ellos, como digo, pero infrecuente al fin y al cabo: de hecho, no lo recoge el recientemente publicado Diccionario de peruanismos (DiPerú).
Tiempo al tiempo, y la misma Real Academia Española quizá tenga que incluir la que ellos usan como sexta acepción de frívolo. Todo es cuestión de que cada vez se use más por más hablantes aunque, les advertí, por mi parte y la de mis colegas profesores haríamos lo posible por evitarlo. Para qué confundir a los que ya usan apropiadamente la palabra, y no la necesitan para referirse a lo que puede calificarse de cruel, insensible, malvado, despiadado, inhumano… Hacerlo sería una frivolidad.
Manuel Prendes Guardiola
Universidad de Piura
Antes que nada Felicitaciones por el blog de parte del Instituto Internacional Español de Marketing Digital (IIEMD) , sin duda Manuel Prendes tu articulo nos gustó mucho porque goza de ese tono gracioso y real de la educación actual, hablando unicamente del castellano. También se nos ocurre aportar una idea luego de haber leído esto, y es la de crear algunas actividades, quizás de forma digital para que llegue a más personas, donde se hagan juegos de palabras (literalmente) y las personas empiecen a asociar el uso correcto de las mismas. Esperamos haber aportado nuestro granito de arena al artículo, éxitos!
Una apostilla necesaria: hace poco tiempo, una profesora de mi misma generación me hablaba del ambiente “frívolo” que reinaba en la universidad donde había estudiado su carrera. La expresión me llevó a imaginar -con un punto de envidia- una atmósfera de absentismo general de estudiantes y docentes, jarana continua y laxos niveles de exigencia. Pero no: a lo que pasó a referirse fue a lo poco accesibles que eran los profesores y las dificultades que interponía para todo la administración. En suma, una universidad “fría”. El vocablo, decididamente, se está ganando su puesto en la próxima edición del diccionario de peruanismos.
Sé que el tema no es muy frivolo, pero ni sé cómo ingresarlo.
¿Se discrepa de o se discrepa con? Vean este titular de hoy en un diario local.
“El 58% discrepa con que la OEA medie en crisis política que atraviesa el país”