Hasta que no
Por Shirley Cortez González, publicado el 30 de noviembre de 2012En el desgarrador cuento “Los gallinazos sin plumas”, Julio Ramón Ribeyro pone en boca de don Santos, el desalmado abuelo, una cruel advertencia a sus nietos, Efraín y Enrique, que —enfermos— se retuercen de dolor: “¡Ya saben, se quedarán sin comida hasta que no trabajen!, y unas líneas debajo vuelve sobre ello: “¡No habrá comida hasta que no puedan levantarse y trabajar!”.
Este fragmento ilustra un uso peculiar de la preposición “hasta” en español, registrado en oraciones subordinadas cuando la principal tiene sentido negativo. En nuestro ejemplo “hasta que no trabajen” depende de “se quedarán sin comida”, donde la negación la aporta “sin”. Lo mismo ocurre en “hasta que no puedan levantarse…” que depende de “no habrá comida”, en la que el adverbio “no” es la marca negativa.
En estas oraciones la negación ya viene dada en la oración principal, por lo que la segunda negación, en realidad, no es necesaria, de ahí que el “no” se considere “expletivo” o prescindible. Si lo quitamos, seguimos teniendo el mismo sentido que en la original: “Se quedarán sin comida hasta que trabajen”; “No habrá comida hasta que puedan levantarse y trabajar”. Entonces, por qué se usa esa segunda negación. La razón está en el énfasis que esta aporta, que refuerza el sentido negativo de la primera, lo que se constata al comparar las dos oraciones de Ribeyro, con y sin la doble negación.
Esto es posible porque en español (en francés y en portugués también) la doble negación no es incorrecta ni altera el sentido; no convierte un oración en afirmativa. Por eso no se nos ocurre interpretarla en otro sentido: “hasta que no trabajen”, o sea, ¿hasta que dejen de trabajar? No, claro que no, lo que se quiere decir es que vuelvan a trabajar y no que no lo hagan, lo que es un claro ejemplo de la ilogicidad de las lenguas y de la capacidad de los hablantes para resolver esas aparentes incoherencias.
Otro uso curioso de “hasta”: “Solución a desbordes de desagües hasta junio”, que puede entenderse como a) que solo se resolverán los que se presenten como fecha máxima en junio, o b) que la solución recién se buscará en junio; es decir, como término (a) o como inicio (b). De estas dos interpretaciones, la segunda, que es con la que nos quedamos, solo es frecuente en algunas zonas americanas, incluida la piurana.
Es necesario que los diálogos tengan que seguir la norma. Están analizando lo que dice un personaje, cuya personalidad lo distingue.
Creo que el análisis es erróneo. Que coman depende de que trabajen. El ejemplo dice: “¡Ya saben, se quedarán sin comida hasta que no trabajen!” y “¡No habrá comida hasta que no puedan levantarse y trabajar!”. Después se interpreta que en estas oraciones ya viene la negación en la principal, por lo que la segunda no es necesaria. No estoy de acuerdo. El problema está en identificar un instante en el tiempo en función de que no se dé una circunstancia. Por eso, estrictamente, se dice lo contrario de lo que se quiere decir. El “no” de “no habrá comida” no tiene nada que ver con el “no” siguiente. Se podría decir “¡Habrá ayuno hasta que no puedan levantarse y trabajar!”, y el problema seguiría siendo el mismo. La gente emplea mal el idioma, y, para remediarlo, se pretende crear una norma. Para referirse a un periodo de tiempo se inventó “mientras”, y para los instantes, “hasta”. “Se quedarán sin comida mientras no trabajen” es una construcción que no causa problemas de interpretación, como también “Se quedarán sin comida hasta que trabajen”. Lo otro es una degradación, aunque haya quien lo vea como una evolución.