Huaico o huayco (Parte 1)
Por Carlos Arrizabalaga, publicado el 25 de junio de 2018El 8 de febrero de 2017 el blog respondió esta consulta de Salvador Moscoso, pero la misma pregunta, en setiembre de ese año, volvió a formularse en el diario Correo y circula por las redes, porque el uso parece ser todavía vacilante. Por cierto que presenta un triptongo muy poco frecuente en castellano. La forma aceptada como correcta en cualquier caso es huaico, definido desde 1925 (sería bueno revisar la definición) como “masa enorme de lodo y peñas que las lluvias torrenciales desprenden de las alturas de los Andes y que, al caer en los ríos, ocasionan su desbordamiento” (DLE, 2014).
La cuestión generó diversos comentarios respecto de la etimología y la semántica del peruanismo, pues en algunas regiones compite con otro quechuismo: lloclla, que se aplica también a deslizamientos de piedra y lodo. La razón por la que se ha optado por escribir huaico (mejor que huayco) no es otra que el principio por el que se ha regido siempre la ortografía castellana, de modo que la pronunciación tiene prioridad sobre la etimología, y sólo en el caso de que aquella resulte indistinta se toma en cuenta el origen, el uso arraigado o la analogía de los vocablos. Por eso mismo se impuso <i> para el sonido vocal frente a <y> para el sonido consonante, y de ahí que se escriba, por ejemplo, crisol, aunque el primer diccionario de la Academia refunfuñara un poco ante el hecho de tratarse de una palabra tomada del griego “por cuya razón debiera escribirse crysol” (1729: 661).
En la escritura latina se introdujeron ya en época republicana muchas palabas del griego clásico, rodeadas del prestigio de una lengua en la que se habían escrito famosas epopeyas, así como teatro, filosofía o poesía sublimes. Los antiguos romanos muy pronto las trataron de imitar y con las palabras griegas llegó también la letra ípsilon, que llamamos “ye” o “y griega” (la Academia prefiere que digamos la primera): crysol, myrto, syllabus… en castellano se mantuvo la costumbre de escribir con ella esos cultismos y también los casos en que la palabra había evolucionado formando un diptongo: rey, buey, estoy, lo mismo que aceyte, estoyco, deleyte…
El problema es que en el caso de los diptongos y los usos de la <i> latina y de la <y> griega, la norma académica demoró bastante tiempo en definirse e imponerse, y sufrió además cambios muy notables a lo largo de la historia. En efecto, la primera Ortografía (1741) de la Real Academia Española impuso que se escribiera con <y> la semiconsonante que forma parte de los diptongos decrecientes ai, ei, oi, y en ui; en 1754 formuló excepciones a esta regla general, pero la mantuvo hasta 1815, cuando especificó el uso de la <y> para representar el segundo o tercer elemento átono de un diptongo o triptongo, respectivamente, solamente en posición final de palabra. A partir de entonces palabras como reyna se escribirán con <i> latina: reina, pero en posición final se mantienen: doy, cuy, rey, virrey, muy (pero no en fui).
El razonamiento de la Academia en la aprobación de la nueva norma, determina que se utilizará la letra <i> latina para representar la vocal, de modo que se reservará la <y> griega para su uso como consonante. En todos los casos mencionados arriba en que forma parte de un diptongo (o triptongo), se trataba de un sonido vocálico. Tomando a rajatabla esa determinación, Andrés Bello propuso entonces que también se escribiera con <i> latina la vocal que se encuentra al final en palabras como rei, lei, buei, doi, estoi (en lugar de rey, ley, buey, doy, estoy). También la conjunción y debía escribirse de ese modo: Juan i Pedro, Maria i José. Esa idea provenía de los tiempos de Mateo Alemán (1609) y parece que por fin entonces, junto a otras soluciones fue seguida por muchos autores (como Benot en España, o José Gabriel Cosío, en Cusco). Por haberse defendido en el país vecino, pronto empezaron a conocerla como la “ortografía chilena”, y pudo mantenerse varias décadas como la ortografía oficial de la enseñanza en ese país.
Según aquella norma, no solamente huaino o huaico habrían de escribirse con <i> latina sino también las que tenían el diptongo al final: maguei, chancai… Por supuesto esta reforma chocaba con la costumbre arraigada ya por dos siglos y la mayoría siguieron escribiendo, como siempre, maguey y chancay.
Carlos Arrizabalaga
Huaycoloro es una quebrada en Perú ubicado en el Departamento de Lima. En época de lluvias se activa y sus aguas desemboca en el Río Rímac. Wikipedia
…y Paraguay y Uruguay, también mejor Paraguai y Uruguai????
Estimado lector:
Habría que decir que respecto a los diptongos (o triptongos en este caso) que se encuentran al final de palabra, la norma es que se escriben siempre con ye (y griega). En varias de las propuestas de reformas ortográficas surgidas en el siglo XIX se plantea escribir: Uruguai, Paraguai. Por momentos la Academia, que había establecido la norma contraria en 1815, lo consintió sin inclinarse por una solución clara ya que muchos autores defendían esta nueva solución y hubo gramáticos como Primitivo Sanmartí que la promovieron en España y en América. Sin embargo, finalmente se impuso como norma el uso que se había tenido desde antiguo, por lo que se debe escribir: Paraguay y Uruguay. Esta solución cobra fuerza además en la circunstancia de que, en los gentilicios de estos topónimos, la vocal palatal se vuelve siempre consonante: paraguayo, uruguayo.
Saludos cordiales,
Carlos Arrizabalaga
Castellano Actual
Estimado lector:
El caso del topónimo Huaycoloro es también un arcaísmo ortográfico, pues ha mantenido su forma antigua por el peso de la costumbre, aunque debería escribirse, según la norma general, Huaicoloro.
Saludos cordiales,
Carlos Arrizabalaga
Castellano Actual
Si ustedes lo dicen, así será.