La coherencia, un concepto imprescindible de la lingüística del texto  

Por , publicado el 17 de noviembre de 2021

Como ya hemos referido en anteriores entregas, los hablantes no producen cadenas sintácticas sino grupos de enunciados que se articulan como textos. La lingüística textual estudia la producción de estas unidades comunicativas globales creadas y compartidas por parte de los hablantes en contexto específicos (Bernárdez, Introducción a la Lingüística del texto, 1982).

Y ¿qué son los textos? Son un conjunto de acciones lingüísticas y pragmáticas producidas entre dos interlocutores; es decir, es el resultado de una actividad comunicativa global en una situación real de comunicación, tal como señala Bernárdez en su libro ya mencionado (1982, p. 34).

Ahora bien, no es lo mismo texto que discurso. Cada una de estas categorías permite un tipo de análisis diferente. El análisis textual corresponde al estudio de las propiedades de los textos, como la coherencia y la cohesión, mientras que el análisis discursivo permite tomar conciencia de cómo el lenguaje es utilizado para realizar actos comunicativos específicos en un género en particular (Martínez, Análisis del discurso: cohesión, coherencia y estructura semántica de los textos expositivos, 1994). En síntesis, en el discurso interesa la dimensión dinámica, o sea, el proceso de producción; y en el texto, la dimensión estática, el producto resultante (Huerta, Coherencia y cohesión, 2010).

La condición principal de un texto es que tenga sentido de acuerdo con una intención comunicativa, esto es, que tenga coherencia pragmática. En general, un texto es coherente si cualquier hablante, en un contexto dado, puede decidir si una sucesión de oraciones forma o no un texto (Bernal, Tres momentos estelares en lingüística,1988, p. 265). De este modo, un texto será incoherente si un productor no sabe adecuarlo a la situación comunicativa en cuestión, tomando en cuenta la intención comunicativa, destinatario o reglas socioculturales, entre otros. En definitiva, la coherencia es un esfuerzo de producción y de interpretación (Villaça y Travaglia, A Coerência Textual, 1990).

También debe tener coherencia lingüística, que es aquella que permite que las secuencias lingüísticas de un texto, es decir, que exista una relación entre los significados contenidos en una y otra frase. En concreto, la coherencia sintáctica se refiere al uso de medios sintácticos que expresa la coherencia semántica (López, ¿Qué es un discurso?, 1990).

Para ilustrar lo dicho hasta los momentos, propongo al lector que determine si lo copiado a continuación es un texto o no:

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia

Imagino que para muchos de nuestros lectores definitivamente es un texto y que para otros no lo es, o al menos es difícil de determinar. Y es que la construcción de la coherencia en cada texto involucra una multiplicidad de factores de la más variada índole: lingüísticos, cognitivos, culturales e interaccionales (van Dijk, Texto y contexto,1988). En este caso, saber que lo citado corresponde al inicio del capítulo 68 de la novela Rayuela de Julio Cortázar no es para nada desestimable.

Como sabemos, el escritor literario produce sus textos con intención artística. Cortázar inventa su propio lenguaje: el «glíglico», que puede interpretarse, por ejemplo, como “(…) un lenguaje exclusivo, no compartido; una zona propia de los enamorados [los protagonistas de la novela], que los aísla del resto del mundo” (Amorós, Introducción a “Rayuela”, 1984, p. 28).

En este caso, como es evidente, el esfuerzo de los lectores por lograr la coherencia está marcado por las posibilidades y los límites que impone la creación literaria. En definitiva, dado que la coherencia es el resultado de la interacción hablante-oyente o escritor-lector en contextos particulares, un texto coherente para algunos bien puede no serlo en otro contexto y con otros participantes (van Dijk, Texto y contexto,1988). Esto también se evidencia en la viñeta de Quino que ilustra este artículo.

Por último, vale la pena acotar que la lingüística del texto ha aportado un enfoque aplicado a la enseñanza porque permite conocer de manera operativa los procesos y mecanismos que determinan la configuración de un texto, así como la estructuración particular de los diversos tipos de texto en función de las situaciones comunicativas, que complementan el estudio tradicional de las estructuras fonológicas, morfológicas, sintácticas y léxicas.

*Fuente de la imagen: @MafaldaDigital

 

Un comentario

  • Anónimo dice:

    Interesante el sucinto artículo de la coherencia. Me pregunto, ¿se podrá hacer una encuesta y medir cuántos de los que preguntaron si es “a leido” o “ha leído” lo han leído?

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