¿La mayoría siempre gana?

Por , publicado el 24 de febrero de 2012

Recuerdo la cara de gratitud de un alumno, rodeado de veinte compañeras en el aula, cada vez que me dirigía a todo el grupo diciendo alumnos; y no olvido cómo aquella cara se transformaba, a veces, cuando involuntariamente decía ya no alumnos sino alumnas. Un día, la incomodidad mezclada con resignación, se hicieron más evidentes después de la vehemente intervención de una de sus compañeras: “Guaa, profesora, la mayoría gana; como somos más mujeres, debería decir alumnas, pues”. En ese momento, decidí escribir este artículo a modo de respuesta.

Partimos de la idea de que hemos utilizado la palabra, un sustantivo, para designar una realidad. Esta unidad lingüística puede presentar variaciones de género: femenino (alumnas) o masculino (alumnos). Pues bien, centrándonos en el género de aquellos sustantivo que designan a seres animados, el femenino expresa solamente seres de la especie femenina; y, por lo tanto, se da una oposición de género: alumnas/alumnos. En cambio, el género masculino –que puede ser expresado en otros casos de diferentes maneras– presenta dos variantes. Por un lado, se refiere únicamente a un grupo del sexo masculino, como en “El chico es menos sensible que la chica”, en que chico se opone a chica en cuanto al género; aparecen, pues, revelados explícitamente cada uno de los géneros. Incluso, el contexto mismo o el conocimiento de la realidad muchas veces precisa la referencia única al sexo masculino: “La mayoría de los chicos a los quince años empieza a afeitarse el bigote”.

Por otro lado, el género masculino se puede utilizar para designar a un grupo o colectivo constituido por ambos sexos. Al decir “El perro es el mejor amigo del hombre”, no nos referimos únicamente al perro (solo macho) o al hombre (sexo masculino) sino a todos los de su especie, razón por la cual no hace falta decir “El perro es el mejor amigo y la perra la mejor amiga del hombre y de la mujer”. Podemos precisar entonces que el género masculino, en este último caso, presenta un término no marcado o hablamos de un género masculino no marcado, dado que se utiliza para hacer referencia a una realidad genérica, a seres de ambos sexos y, por consiguiente, se da una neutralización de oposición (el masculino no se opone al femenino). En cambio, el género femenino presenta un término marcado ya que alude únicamente a la especie de sexo femenino.

Cuando leemos un texto, percibimos con mayor frecuencia la intención de destacar la igualdad de los sexos duplicando el género, ya sea coordinando las unidades lingüísticas: “Los profesores y profesoras recibirán una homologación”; utilizando una barra: “El niño/niña menor de un año deberá ser vacunado en su centro de salud” o, incluso, sustituyendo el morfema o desinencia por un signo gráfico no lingüístico –la arroba @– para integrar en una sola palabra las formas masculinas y femeninas: profesor@s, amig@. Ante estos tres usos, es preciso señalar que no podemos mezclar una tendencia de orden no lingüístico con algo específicamente lingüístico. Si bien en el orden sociocultural se ha rescatado el valor del papel de la mujer en la sociedad, esto no afecta a lo gramatical, que nunca ha entendido –morfológicamente− de machismos ni de feminismos.

El uso de la forma masculina de la palabra no implica, sin duda alguna, ningún tipo de discriminación de la mujer, dado que se trata de un rasgo lingüístico. Por consiguiente, considerando lo explicado inicialmente, resulta innecesaria la utilización de la forma femenina y masculina cuando es evidente el valor del masculino como término no marcado en un determinado contexto lingüístico; así, al decir: “Los profesores recibirán una homologación”, se entiende que se les pagará incuestionablemente tanto a hombres como a mujeres. Quizás pueda resultar relevante esta duplicación en: “Los policías y las policías controlarán los atropellados movimientos sindicales que se vienen desarrollando en la ciudad”, cuando, por la magnitud del movimiento, se podría pensar que solo controlarán el orden los policías y no las policías. Por último, no deja de ser apropiada la duplicación del género del sustantivo del tipo “señoras y señores” –con valor vocativo– en situaciones diversas, generalmente en presentaciones masivas. En estos casos se busca llamar la atención sobre cada uno de los oyentes, aspecto que justifica la coexistencia del sustantivo en su forma masculina y femenina.

De todo lo dicho, hemos de concluir que no es lo mismo sexo –propio de los seres vivos– que género –de las palabras–. Por ello, al hilo de la intervención de mi alumna en el salón, si bien el sexo femenino predomina en un determinado grupo, en términos lingüísticos el género masculino alude a ambos sexos (masculino y femenino). En otras palabras, “la mayoría no siempre gana”.

 

Inés Arteaga Campos

 INÉS ARTEAGA CAMPOS

(1973-2009)

Trabajó en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Piura desde marzo de 1996 hasta diciembre del 2009. Licenciada en Educación por la Universidad de Piura, máster en Artes Liberales con mención en Pedagogía por la Universidad de Navarra (España) y doctoranda en el programa de doctorado en Lingüística y Filología Hispánica en la Universidad de La Coruña, (España).

Impartió cursos de capacitación y diplomados en comprensión lectora y gramática textual; y publicó algunos manuales de didáctica y gramática para el Sistema de Educación Semipresencial SEAD.

 

 

7 comentarios

  • Lic. Henry dice:

    Estimada profesora INÉS ARTEAGA CAMPOS: Me parece muy interesante su artículo…Aprovecho para felicitarla y decirle que ha servido de inspiración para adaptarlo a comprensión lectora en Razonamiento Verbal, ya que enlaza varios temas.

  • eduardo arevalo dice:

    Muy precisa esta aclaración, sobretodo en estos tiempos, que muchos piensan que reivindicar el genero femenino, implica el estar diferenciando constantemente los artículos: “Todos y todas” etc, se escucha tan ridículo.

  • Paz Monzón dice:

    Estimada profesora, muchas gracias por aclarar el uso del lenguaje y la gramática. El hembrismo y machismo son realidades que deben desaparecer del seno familiar. El feminismo me confunde con el hembrismo ya que no toda persona que se hace o designa feminista aboga por la igualdad. La igualdad es un derecho de todos. Muchas gracias y Felicidades.

  • José A. López dice:

    Creo que en todas estos intentos de aclarar el tema se echa en falta algo que a mi me parece obvio, no es que sexo y género no tenganos que coincidir, es que no tienen nada que ver. Si parece que estoy diciendo un disparate, pero, a ver, uno es una cuestión zoológica o antropológica, y el género es meramente lingüístico, por eso una víctima o una persona son palabras de género femenino y pueden corresponder a ambos sexos, y de hecho, una palabra solo tiene algún valor sexual cuando se refiere a una persona o animal especifico, si no, tendrá solamente el género que gramaticalmente le corresponde.
    El dichoso problema del género en español se deriva de la evolución de las declinaciones del latín, en el que el género venía determinado por la declinación a la que pertenecia cada palabra, hacia el español, coincidiendo el neutro plural con el masculino plural. Otras lenguas han evolucionado de forma diferente, unificando los géneros en uno (hoy no tienen genero), o teniendo neutro para los plurales, pero aún así, insisto hay suficientes términos femeninos (de genero) que se aplican a hombres como para considerar que son dos cuestiones diferentes que coinciden de vez en cuando.

  • José A. López dice:

    Mi comentario tiene algunas faltas de ortografía porque lo he escrito con una tableta y la escritura prescriptiva aun no puede sustituir a la atención.
    Lo siento.

  • Antoine dice:

    No estoy de acuerdo. Usted dice que lo masculino puede abarcar hombres y mujeres porque ‘es un rasgo lingüístico’… ¿Y es que acaso eso no se puede cambiar? El lenguaje es flexible, y si queremos cambiar la sociedad, hay que empezar por este. El lenguaje, así como la cultura, puede y debe cambiar. Si entendemos que desde hace muchos siglos la sociedad ha sido machista, entonces comprenderemos que muchas de las reglas que ahora tenemos también son machistas, y debemos cambiarlas. Puede que ser más largo y tedioso decir ‘alumnas y alumnos’, pero es lo correcto, y para mejorar hay que hacer sacrificios. La opción de decir alumnas por ser mayoría tampoco es descabellada, el alumno hombre no debería sentirse irrespetado, no hay nada malo en estar incluido en una mayoría femenina. Lo que sí está mal es ser injustos con esa mayoría, especialmente teniendo en cuenta toda la discriminación por la que ha pasado.

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