La sufijación como procedimiento para la creación de nuevas palabras
Por Nelly Trelles, publicado el 21 de diciembre de 2015La lengua cuenta con muchos procedimientos para incrementar su vocabulario: derivación, composición, parasíntesis y préstamos de otras lenguas. Es decir que, junto al léxico patrimonial de la lengua (el heredado del latín vulgar), hay palabras que se han formado a partir de elementos ya existentes. En el español –de acuerdo con los datos obtenidos por M. Alvar– las palabras heredadas representan un 23% del vocabulario; los préstamos, un 43% y las creadas mediante los procedimientos antes mencionados constituyen un 23%. (Cfr. La formación de palabras en español, Alvar Ezquerra, 1996: 10)
El procedimiento más importante y más utilizado es la derivación, que “consiste en la creación de elementos léxicos nuevos por la adición a palabras ya existentes en la lengua de elementos inseparables, esto es, de afijos, o por la supresión de algún sufijo”. (Alvar Ezquerra, 1996: 49).
Por su posición pueden ser prefijos, si van colocados antes de la base léxica: releer; infijos o interfijos, si va entre la base y el morfema gramatical: flor-ec-er> florecer; o sufijos cuando van en la parte final de una palabra: alumnado. La sufijación es el procedimiento de derivación más productivo y, para algunos lexicólogos, el único porque consideran que los interfijos –muy poco usados en el castellano– no son sino una clase de sufijos, y los prefijos tienen gran versatilidad por lo que pueden dar origen a palabras compuestas (contrarreforma, telefoto, termómetro) o derivadas (releer, desleal, etc.).
Las palabras derivadas están relacionadas semánticamente formando lo que tradicionalmente se conoce como familia de palabras. Cada una de estas palabras derivadas tiene referentes distintos. En esto se diferencian los afijos derivativos de los apreciativos, los cuales al añadírsele a una palabra modifican expresivamente su significado, pero no crean una nueva: así por ejemplo, se podría decir: Este chico es un ladronzuelo o Este chico es un ladrón. Vemos que el referente designado es el mismo, aunque el matiz expresivo varía. Lo mismo sucede con los llamados afijos (sufijos en su mayoría) gramaticales que ocasionan un cambio gramatical de género, número, grado o tiempo en una palabra: niñ-o/-a; reloj/-es; cant-a/cant-ó/cantar-á, pero no crean otra.
Los afijos, en general, son muy variados y de un rendimiento muy dispar. Su uso depende de las modas que hace que se prefieran unos y se dejen otros, pero su enorme rendimiento en la lengua nos permite encontrarlos con mucha facilidad en cualquier expresión lingüística.
La gran productividad léxica de los afijos derivativos se debe a que cualquier hablante, haciendo uso de su competencia lingüística, puede crear una nueva palabra a partir de otra ya existente; esta misma competencia le hará darse cuenta de que aunque existe la palabra derivada famoso (de fama), de honor no existe *honoroso sino honorable, esto es, podrá utilizar otro sufijo derivativo que también existe en apreciable, aconsejable, etc.
La sufijación (adición del sufijo a un elemento léxico ya existente en la lengua), ha tenido una gran vitalidad a lo largo de la formación del idioma y aún hoy es muy rico para la creación de nuevas voces. Así, por ejemplo, a partir de una base léxica podemos encontrar varios derivados: De crear derivan creación, creacionismo, creador, creativo; de labrar se obtienen labrada, labrador o labriego; de humano se consigue humanidad, humanismo, humanista, etc. Estas nuevas formaciones deben tener unas modificaciones en el significado primitivo y de algún modo en la función; de lo contrario, no se explicaría la abundancia de nuevas creaciones (Cfr. Alvar, 1996: 51).
Los sufijos pueden tener distintos valores y significados, así por ejemplo la idea de acción, a partir de verbos, se puede expresar de la siguiente manera: envasado, mordedura, alzamiento, superación, tolerancia, arbitraje, pacificador… Por esto en los diccionarios aparecerá, en las definiciones de las anteriores palabras, acción (y efecto) de. En otros casos, puede servir para nombrar a la persona de la que parte o se recibe la acción primitiva: criado.
Los sufijos más fecundos son los empleados en la creación de sustantivos abstractos: candidez, blancura, tibieza, etc.
También existen casos de doble sufijación, como en solidaridad, que viene de sólido (latín solidum): el primer derivado es solidario y a este se le agrega el sufijo –dad> solidari(o) dad. En caballerosidad sucede lo mismo: de la palabra primitiva caballo se forma el derivado caballero y de este caballerosidad.
En conclusión, como sostiene M. Alvar, «Ninguna lengua puede conformarse con el vocabulario que posee en el momento de su nacimiento (…), pues de ser así quedaría obsoleta sin poder seguir las transformaciones que se producen en el mundo extralingüístico, no sería capaz de progresar y desaparecería al no llegar a satisfacer las necesidades de los usuarios» (Alvar, 1996: 9). En este artículo hemos hablado solo de sufijación; pero hay más procedimientos que evidencian la versatilidad de nuestra lengua uy la creatividad de los hablantes.
Nelly Trelles
Universidad de Piura
Plausible y pertinente información la contenida en este comunicado. Gracias por compartir y, con ello, acrecentar los conocimientos lingüísticos de quienes consideramos la irrefragable influencia que ejerce el buen uso del idioma, no simplemente para fines retóricos y/o con pretensiones de mostrar cuán culto se es. Me parece que es una condición de incalculable valía para la comunicación, esto es, permite o facilita que nos entendamos mejor, evitando (¡que es gerundio, por cierto!), no pocos desaguisados que genera la errónea interpretación de conceptos entre el inductor y el o los receptores potenciales.
A título de observaciones al margen, en el párrafo conclusivo no entendí lo referente a «…las transformaciones que se producen el mundo extralingüístico, …»; no precisamente porque no haya encontrado este último vocablo en el DRAE, pues lo considero como ejemplo ad hoc del tema, sino por la sintaxis. Mi segunda inquietud alude al uso de la conjunción disyuntiva «u», dado que su aplicabilidad como tal se limita a substituir a la «o» ante palabras que comienzan con esta letra, o con «ho», lo cual no es el caso, puesto que precede a la palabra «la».
Saludos y gracias.
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