La tora, ¿un nuevo tipo de ganado vacuno?
Por Eliana Gonzales, publicado el 21 de febrero de 2012Más de una sonrisa habrá aparecido en nuestros labios cuando escuchamos a los niños afirmar que la pareja del toro es la tora. Recuerdo hace algunos años, cuando mi madre puso el grito en el cielo al revisar el cuaderno de mi sobrina y encontrar que la pequeña había colocado tora y caballa como los femeninos de toro y caballo, respectivamente. Valga esta anécdota familiar para explicar algunos casos de parejas de sustantivos que presentan heteronimia.
En lingüística, la heteronimia es un fenómeno por el cual dos palabras de gran proximidad semántica tienen formas y etimologías diferentes. Por ejemplo en toro y vaca hay heteronimia porque presentan oposición de género (masculino/femenino) y porque, además, toro procede del latín taurus y vaca, de vacca. Pero, ¿por qué se produce el error toro/tora o los más frecuentes, yerno/yerna y nuero/nuera?
Todo hablante de español sabe que la terminación en -o indica el masculino y la terminación en -a indica el femenino (niño/niña, perro/perra). Aunque esto no es del todo cierto porque encontramos formas que terminan en -o que son femeninas (mano) y otras, que terminan en -a que son masculinas (mapa), se tiende a establecer siempre este tipo de parejas: gato/gata, palomo/paloma.
Para el hablante es lo mismo el género gramatical que el sexo; sin embargo, esto no es así. Por ejemplo, en manzano/manzana y jarro/jarra, no nos estamos refiriendo a que manzano sea el masculino de manzana, ni que jarro lo sea de jarra. En estos casos se establece otro tipo de relación; así, en la primera pareja estamos hablando de una relación árbol/fruto, y en la segunda, de tamaño, pues, como sabemos, el jarro es más pequeño que la jarra.
Para entender mejor esto, debemos distinguir el género del sexo; es decir, el género como rasgo gramatical (masculino/femenino) del sexo como rasgo biológico propio de la mayoría de los seres vivos. El género en algunos sustantivos es, además, un rasgo inherente, propio; por ejemplo el género y no el sexo -por razones obvias- de pared es femenino y el de libro es masculino. En otros casos, el género y el sexo no coinciden, de ahí que se indiquen con palabras distintas: padre/madre, hombre/mujer, macho/hembra, caballero/dama. En nuestra lengua, además de los mencionados que presentan heteronimia están los pares: padrino/madrina, caballo/yegua, toro/vaca, carnero/oveja y yerno/nuera.
Aunque se recoge en el diccionario académico yerna y nuero como variantes en algunas zonas de nuestro continente, son formas que deben evitarse. Lo mismo sucede en el caso de caballera, que ya se empieza a escuchar en boca de algunas chicas que se sienten “tan valientes” como un caballero pero quizás, no “tan distinguidas” como una dama. Y ni qué decir de tora, que es más bien ‘un artificio con figura de toro’ y no la forma femenina.