Los de abajo, de Mariano Azuela
Por Manuel Prendes Guardiola, publicado el 5 de mayo de 2015Al igual que en Perú tuvimos el indigenismo, y en otros países el regionalismo, en México la corriente de novela que se impuso en la primera mitad del siglo XX fue la que trató de la Revolución mexicana. Suele tratarse de ficciones que contemplan dicho episodio histórico a cierta distancia y evalúan su transformación de la vida mexicana. Sin embargo, Mariano Azuela inauguró el género con una novela escrita en 1914, en pleno proceso bélico, con un testimonio que tiene también algo de profecía, al interpretar y juzgar críticamente los sucesos revolucionarios no por medio de una crónica histórica, sino –como buena novela– de la creación de unos personajes convincentes.
El héroe de Los de abajo, Demetrio Macías, es un campesino luchador nato, valiente inflexible y honesto, que emprende la Revolución más por cuestiones personales que por una definida conciencia política. La inercia de la violencia y la embriaguez del poder explican su posterior ascenso en las filas de los generales Natera y Villa. El ideal revolucionario explícito lo representan en la narración dos intelectuales: Luis Cervantes, arribista que lo manipula en su beneficio, y Alberto Solís, idealista desengañado ante la deriva rapaz y caudillista del movimiento y que, simbólicamente, muere en el transcurso de la batalla de Zacatecas.
El trasfondo, antes que la geografía o la historia del país, son “los de abajo” a los que alude el título, una masa humana viviente, con sus múltiples experiencias y afanes, retratada por Azuela en rápidos y significativos trazos. Estos marginados, rebeldes o simplemente desafortunados se descubren repentinamente poderosos, aunque al mismo tiempo sujetos a los vaivenes de la fortuna, cambiante como los propios bandos de la Revolución. En un escenario también simbólico, el mismo cañón de Juchipila donde tuvo lugar la primera victoria del guerrillero Demetrio Macías, el ya general Macías hallará, víctima de otra emboscada, una muerte que le confiere la eternidad de los mitos.
Manuel Prendes Guardiola
Universidad de Piura