¡Mamma mia!

Por , publicado el 12 de diciembre de 2012

El léxico español, es decir, el conjunto de palabras que conforman nuestra lengua, es producto no solo de la transformación del latín vulgar, sino también de una serie de préstamos tomados de otras lenguas, con las que el español entró en contacto durante su evolución. Ya hemos hablado en otras ocasiones del influjo francés, del árabe, o del quechua; toca esta vez el turno a los italianos, cuya lengua también contribuyó a enriquecer la nuestra.

La huella italiana en el español no es reciente. Así, a fines del siglo XIV, por influencia de su literatura italiana, en las figuras de Dante, Petrarca, Bocaccio, se introdujeron en el español italianismos como soneto, belleza, novelar, bonanza, piloto, atacar, entre otros. En el Siglo de Oro (XVI – XVII), producto de las relaciones políticas y culturales con Italia, entraron más italianismos de diversos ámbitos: del bélico: escopeta, parapeto, centinela, escolta; del náutico y comercial: fragata, galeaza, mesana, banca; del social: cortejar, festejar, martelo (enamoramiento), y de otros más: manejar, pedante, bagatela, capricho, balcón, fachada, diseño… En el español moderno del siglo XVIII, el influjo italiano empieza a decaer, aunque aún se introducirán algunos términos más, relacionados con el arte y la música: aria, partitura, romanza, libreto, batuta… o con otras esferas: ferroviario, analfabetismo, casino, fiasco, desfachatez, malaria, pantalón…

En América, la influencia italiana ha sido desigual. Entre 1880 y 1940, una fuerte inmigración italiana se asentó en la zona del Río de la Plata (Argentina y Uruguay) que trajo como consecuencia la introducción de numerosos préstamos en el español allí hablado. Los préstamos, sin embargo, estarán restringidos a la alimentación, la familia y la vida cotidiana.

El español de Perú no es ajeno a este influjo. A mediados del siglo XIX, en pleno auge del guano, llegan al Perú un buen grupo de inmigrantes italianos que se asentarán en la capital, atraídos por la prosperidad económica de entonces. Se calcula que para 1880 habían llegado más de diez mil; la mayor parte, procedente de Génova. El impacto de estos extranjeros en el Perú se dejó sentir, entre otros campos, en la horticultura, con la introducción de cultivos de acelgas, espinacas, coles, coliflores, brócoli, berenjenas, betarragas y albahacas, que pronto se empezaron a emplear en la cocina peruana.

De este modo, en el español de Perú encontramos italianismos, sobre todo en el ámbito culinario. Así, nuestros famosos “tallarines verdes” hunden sus raíces en el “pesto” italiano, salsa a base de albahaca a la que se le suele agregar queso fresco. El “minestrone” genovés, una sopa contundente aromatizada con albahaca, originó el popular “menestrón” peruano. Nombres de diversas pastas italianas han arraigado aquí, como tallarín, espaguetis, ravioli(s), canelón(es), sémola, cabellos de ángel, este calco del italiano capelli d’ angelo. Otros alimentos de consumo internacional son también italianos: pizza (y su derivado pizzería), lasaña, risoto (plato de arroz), osobuco, brócoli; bebidas como el “capuchino”, o café con leche, aunque no serían realmente equivalentes, pues el italiano trae más leche que café, se sirve en un vaso largo con asa y se decora con crema (o no) y canela molida.

En la vida social, el italiano dejó interjecciones, aunque de uso ya poco frecuente, como ¡eco!, para afirmar o mostrar aceptación, acuerdo, y su variante: “¡ecolecuá!” (conforme, exacto, eso mismo). Se conservan, con gran vigencia, las fórmulas ¡salud!, usada cuando alguien acaba de estornudar y como brindis, y ¡chau/chao! (“ciao”), que, aunque en español se usa solo como despedida, en italiano vale para también como saludo de encuentro.

Por último, son también italianismos: bacán, capo, corso, caporal, mafia, mafioso, tutti fruti o tuti fruti (que indica aroma o sabor a mixtura de frutas), tutilimundi (todo el mundo), sin olvidar el popularísimo “panetón” (de “panettone”), producto llegado al Perú desde Milán después de la Segunda Guerra Mundial, que en este mes navideño, sin duda, será infaltable en su mesa.

Shirley  Y. Cortez González

2 comentarios

  • Julian Silva dice:

    Excelente articulo y permítanme felicitarlos soy testigo presencial de muchos de los italianismos que usted menciona y me enteré que eran italianismos porque cuando llegue a Montreal trabajé como Chef en un restaurante de la pequeña Italia y aprendí un poco de italiano dándome con la sorpresa de que muchas expresiones que usaban mis hermanos y yo eran expresiones italianas gracias por sus enseñanzas sobre nuestro idioma

  • Ana dice:

    Me quedó una una duda: el “Mamma Mia” que han utilizado como título del artículo, ¿se escribe “¡Mamma Mia!” o “Mamma Mia!”?

    Tengo entendido que en italiano no existe el signo de apertura para la exclamación, pero ya que en español sí… ¿o fue una ironía?

Deja un comentario

×