Naufragios y Comentarios, de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

Por , publicado el 12 de septiembre de 2021

Lo que abre un manual de literatura hispanoamericana es siempre un apartado sobre las crónicas de Indias. No se trata solo de que apenas haya otra cosa en el siglo XVI, aparte de estos textos informativos, para presentar como obras fundacionales: pasada su circunstancia original, muchas de ellas han sobrevivido como prosa de la mejor de su tiempo. Bernal Díaz del Castillo, Hernán Cortés, Garcilaso Inca de la Vega, Pedro Cieza de León o Diego de Silva y Guzmán pueden leerse como dignas muestras de relato de viajes o aventuras, con amplios espacios de misterio donde se confunden lo vivido, lo imaginado o lo inventado.

Pero para empezar con el género, quizá no haya mejor introducción que las obras de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, conquistador del siglo XVI que ha pasado a la historia por lo bien que supo dar cuenta de sus fracasos. Sus Naufragios son una breve obra universalmente conocida, en la que refiere primeramente los pormenores de la desastrosa expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida y, desbaratada esta, su supervivencia junto con unos pocos compañeros en un entorno inicialmente hostil. El narrador pasa diez años de su vida “perdido y en cueros” entre los indígenas, en un progresivo ascenso que lo lleva de esclavo a buhonero, luego a curandero y finalmente a cabecilla de una hueste nómada con la que recorrerá buena parte de lo que hoy son los Estados Unidos y México.

El suspenso que provoca en el capítulo XXXII el hallazgo de una vieja hebilla y un clavo de hierro, señal inequívoca de la cercanía de españoles, conduce a nuevas complicaciones cuando Álvar Núñez debe interceder ante sus compatriotas para defender a su comitiva y a los nuevos pueblos de indios que va encontrando en la que ya era llamada Nueva España. Aunque no siempre con buena fortuna, acaba resultando un eficaz mediador, que deja escrita en su crónica la advertencia de que, para su sumisión, los nativos “han de ser llevados con buen tratamiento, y que éste es camino muy cierto, y otro no”. Veremos a Cabeza de Vaca ejerciendo este mismo papel defensor, ya desde una posición de poder, en sus Comentarios, obra donde narra su accidentada experiencia como gobernador del Río de la Plata.

Mucho hay de reivindicación personal en estas obras. Los Naufragios tratan de inspirar compasión por las penalidades vividas; los Comentarios, de refutar las acusaciones de los amotinados colonos. En ambas, Álvar Núñez crea un personaje de gran iniciativa y liderazgo, que sabe dialogar y forjar alianzas con los indígenas, además de disuadir a amotinados y desertores. No le falta tampoco ánimo ante la adversidad, que se ve recompensada con un feliz regreso a España en su primer viaje, y en el segundo, aunque cautivo y fracasado, con gran entereza y confianza en la justicia divina. Por si fuera poco, Cabeza de Vaca se presenta en los Naufragios como taumaturgo de gran fama entre los indios, y afirma que “si lengua hubiera con que perfectamente nos entendiéramos, todos los dejáramos cristianos” (XXXI). Por el contrario, los personajes que hacen de sus rivales –el soberbio y pusilánime Narváez en Florida, o el codicioso Irala en el Paraguay— aparecen como causantes de ruina y desgracia en torno suyo.

Aparte de su imagen heroica -y hasta hagiográfica- o del planteamiento de sus ideas sobre la política española en las Indias, tampoco le falta al cronista el ojo atento del viajero. En la descripción de las tierras por las que pasa es más bien escueto, aunque en los Comentarios nos haya legado –eran demasiado visibles— el primer testimonio de las cataratas del Iguazú: “un salto por unas peñas abajo muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe, que de muy lejos se oye; y la espuma del agua, como cae con tanta fuerza, sube en alto dos lanzas y más” (XI). Sí gusta en cambio de detenerse y contar con viveza y amenidad las costumbres de guerra y paz de los diferentes pueblos con los que se va encontrando “para que se vea y se conozca cuán diversos y extraños son los ingenios e industrias de los hombres humanos” (Naufragios XXX). Resulta particularmente simpática también su curiosidad por algunas especies animales nuevas para él, como la zarigüeya (Naufragios VII: “un animal que trae los hijos en una bolsa que en la barriga tiene”), el bisonte norteamericano o los vampiros de las selvas guaraníes.

*Fuente de la imagen: Diario El Mundo

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