Noé delirante, de Arturo Corcuera
Por Manuel Prendes Guardiola, publicado el 6 de octubre de 2020Noé delirante, el más celebrado libro del poeta peruano Arturo Corcuera (1935-2017), ofrece en su versión definitiva, si no una “obra completa”, sin duda una lograda autobiografía poética. No solamente por los cuatro poemarios que lo integran, escritos en diferentes décadas, sino por el decisivo peso que el transcurso del tiempo deja en su tono, su contenido y su estilo. Externamente, le dan continuidad las breves citas del libro del Génesis que encabezan cada uno de los libros, sobre la historia del patriarca del título.
El libro primero, “Presagios del diluvio”, está protagonizado en buena parte por los animales, como no podía ser menos. Con gran ingenio humorístico y satírico, extiende un peculiar bestiario o fabulario de poesía comprometida, donde cada bicho encarna un diferente tipo humano: el ciempiés es el menesteroso que no encuentra zapatos para todas sus extremidades; la polilla, el censor que devora el texto de los libros; la tortuga es quien confunde pacifismo con inhibición… La agresividad se agudiza en las secciones “El arca y sus ojos de buey” y “El monte de Hollywood”, donde la sátira toma como blanco la política mundial muy en consonancia con los años 60 en que vio la luz el primer Noé delirante. El águila imperialista, a veces transmutada en gallina de los huevos de oro o Rico McPato y otros cómplices, se opone al dragón chino, al oso ruso o al escurridizo ratoncito Jerry (o sea, el Che Guevara). El mundo, en definitiva, va mal, y Noé se encierra en el arca con los suyos muy consciente de ello.
“De los duendes y la villa de Santa Inés” acentúa un tipo de poesía más lúdica y celebrativa. Tras la correspondiente cita evocadora de la salida de Noé del arca, con hijos y mujer, se da paso a una serie de poemas que pudieran denominarse “familiares”. Sonetos que cantan la sexualidad y la fecundidad, con claros ecos de Neruda y Miguel Hernández, ceden luego paso al apartado “Nadiana recorre el parque de las leyendas”, que descienden −o trascienden− al mundo infantil de la greguería y otras imágenes divertidas y sorprendentes (el helicóptero que vuela de flor en flor, el ruiseñor oyendo cantar a la rosa…), bajo la forma del haiku, la copla, el poema en prosa con hechuras de fábula o variantes aún más juguetonas como el caligrama y la adivinanza. Asombra el ingenio desplegado en sus variaciones sobre unos pocos y simples elementos (pájaro y jaula, cielo y río, el gato, la luna, el espejo…), que darían para entretener a unos cuantos talleres literarios y confirman la vieja afirmación de Bécquer sobre el inagotable tesoro de la poesía.
El libro tercero, “Inauguración del otoño”, hace honor a su título al rebajar el tono festivo. Las páginas del Noé delirante se cubren de melancolía y meditación. Es otro tono el de los sonetos de amor (“Para ella un envío de flores mientras lee a Ronsard”, “A Helena en el siglo XXI”) y la actualización de los tópicos del carpe diem y tempus fugit; una forma distinta de celebración de la vida que concluye en un canto sin amargura a la muerte inevitable de todos y de todo (léanse “Destino cierto” o “Ciclos de la vida”, por ejemplo), en la que reside la pervivencia inmortal de la naturaleza.
Si el poemario se abría con analogías entre hombres y bestias, la cuarta y última parte, “A bordo del Arca”, se toma el trabajo de dar vida a los objetos inanimados, a cuyos dueños sobreviven con una vaga promesa de eternidad (destacaré “Retrato en sepia del rey de los sillones”). El ahora radical cambio de tono y estilo lo justifica la madurez: no me refiero a la poética, que bien pronto la tuvo Corcuera, sino a la existencial. La casa del poeta, nueva arca, se exhibe como un museo de objetos que, exóticos o humildes, congregan vivencias propias y vidas de familiares y de amigos, populosos o recoletos lugares del mundo, una vasta biblioteca, obras publicadas y otras que aún palpitan como humildes borradores. Los recuerdos pesan decisivamente en “A bordo del Arca”, obra ya del siglo XXI escrita en demorados versículos, a modo de colofón, recuento o inventario para la travesía definitiva.
Imagen recuperada de Correo, en https://diariocorreo.pe/cultura/adios-poeta-murio-arturo-corcuera-768839/