Paronomasias
Por Carlos Arrizabalaga, publicado el 26 de noviembre de 2012Esta palabra que parece espantosa hace referencia a un fenómeno que de cuando en cuando sucede en las lenguas por lo mismo que con un concurso de miles de palabras (un diccionario promedio recoge 80,000 voces, y algunos llegan a 120,000), es fácil equivocarse. Así pues, leemos en Wikipedia que “del mercenario Martín de Murúa, los datos biográficos son escasos”, aunque se sabe que nació en Guipúzcoa (España), llegó antes de 1585 al Perú y no era “mercenario” sino “mercedario”, es decir, fraile de la congregación de la Merced, que es algo muy distinto.
Un estudiante escribía en una redacción que “se creía que con la educación se podía incorporar a la nación a las poblaciones renegadas del país”, pero no quería decir en realidad que tales personas “renegaran” de nada, sino muy al contrario que se encontraban “relegadas”, es decir, “postergadas”.
Una paronomasia es una semejanza entre dos vocablos, muy frecuentemente por el cambio de la vocal tónica (puso~piso~peso~poso) que puede dar lugar a errores como los mencionados. También es un instrumento habitual de los juegos de palabras, como los que repetíamos de niños: Tres tristes tigres comen trigo en un trigal, o como los que llevaban a Guillermo Cabrera Infante a denunciar la dictadura de su país en términos de “Patraña y muerte”. Se convierte en calambur cuando la semejanza fónica se logra uniendo dos palabras, como otra agudeza del escritor cubano: “El país donde expresión es prisión”.
La paronomasia puede darse con significados semejantes, con lo que el error queda disimulado y corre más riesgo de asentarse y generalizarse: “se sentó en la silla continua” (en lugar de “contigua”), pero son catastróficos cuando significan cosas opuestas, como el texto de un machote en que se corrige a tiempo que Camacho no trata de “anular” la jerga forense, sino muy al contrario trata de “emularla” en sus radionovelas. Corrijo un borrador en que alguien cuenta que siendo estudiante “empezó a meditar en un partido que estaba a la izquierda del partido comunista italiano”, pero en realidad no se dedica a “meditar” sino a “militar” en dicha agrupación (sin duda muy militante).
En una ocasión alguien escribió que “es especialmente importante en el periodismo eludir la convivencia con los poderes políticos”, pero quiso decir “connivencia”, es decir, “complicidad”. Lo que resulta ya incomprensible es que un periodista llegase a decir que Víctor Lay (que fue el Contralor de la República en los años de Fujimori) actuaba “en concubinato con el expresidente”: a todas luces se trataba de otro tipo de complicidad muy distinta, como es “cambiar las leyes en perjuicio del Estado”. A propósito que fácilmente se confunden prejuicios y perjuicios a trote y moche, cuando piden “una indemnización por daños y prejuicios” o advierten algo “sin prejuicio de otras sanciones que pudieren corresponder”, cuando se trata de “daños y perjuicios” o de advertencias “sin perjuicio de” otras cosas. Igual la novela de Jane Austen se titula “Orgullo y prejuicio” y no “perjuicio”, aunque la frasecita se utiliza de ambos modos, lo que me llena de perplejidad. Tomando notas de la conferencia de un profesor alguien escribió, refiriéndose a un profesor de medicina de Boloña “que fue el promotor de las técnicas de circulación artificial en Italia”, pero no quiso decir “técnicas de fecundación artificial”. De paso que aunque nos empeñamos en considerar a los animales como personas y a las personas como animales, es en el mismo lenguaje donde se reparan las diferencias, puesto que hablamos de “técnicas de inseminación artificial” cuando se trata de vacas y no de personas, aunque se trata prácticamente de la misma cosa.
Por último, en otro medio de prensa escrita se referían a la necesidad de una mayor promoción nacional e internacional por parte del Estado y de los artesanos para “posesionar” la cerámica de Chulucanas, cuando lo que quería decir no era otra cosa que “posicionar” esta maravilla norteña en los mercados (¡sin saturarlos!). No es lo mismo “tomar posesión” que “lograr una posición”. En fin, son errores de paronomasia que cualquier puede cometer, pero que todos debemos evitar.
Y qué puedo decir yo de lo que me ocurrido, ¿paronomasia o paronimia?? Me explico.
El número de la placa de mi automóvil es AOZ-xxx y resulta que recibo el aviso de una abultada multa.
Al obtener copia de la papeleta por la infracción, resulta que la multa es para un automóvil de diferente marca y color que el mío y que debe tener por número A0Z-xxx. El 0 y la O se confunden (y hoy ni siquiera se le podría poner tilde para establecer la diferencia).
Se trata de ¿paronomasia, paronimia o qué?