¡Qué chibola! ¡Qué cola! ¡Qué mona!

Por , publicado el 12 de abril de 2012

“¡Qué mona! dice una chibola mientras observa a otra niña en la cola para ver a la mona, que toma una chibola, sentada sobre su cola”. Al leer este enunciado se estará preguntando si es redundante o plantea error. Ni lo uno ni lo otro, su significado debemos entenderlo acorde con un contexto comunicativo que le dé sentido.

En el Perú “chibola o chibolo” es una persona que está en la niñez (DRAE: 2001); en El Salvador designa la gaseosa o la canica. Entonces, al comunicarme con un peruano puedo decir: “Hablaré con esa chibola”; pero no: “Tomaré esa chibola”. En cambio, en el Salvador sí es aceptable: “Tomaré unas chibolas”; no obstante, pierde sentido si un salvadoreño dice: “Hablaré con esas chibolas” aludiendo al líquido elemento o a las canicas.

Pasando a otras definiciones relacionadas con el texto inicial, me viene a la mente la anécdota de un estudiante neozelandés que al producir una frase aprendida como correcta: ¡Qué cola!, produjo un fallo en la comunicación y obtuvo una bofetada de una argentina, puesto que él la emitió estando detrás de una gaucha con prominente “trasero”, a quien miraba en la fila de una boletería. Más curioso resulta el caso de una profesora española, que al viajar a Ecuador y conocer a la niña de la señora que le dio hospedaje, exclamó: “¡Qué mona!”. El contenido semántico que quiso manifestar era “bonita”; mas, en vez de ser halagador resultó hiriente, al pensar la madre que se le insultaba a la hija comparándola con un mono porque en el lenguaje popular se suele llamar despectivamente “monos” a los ciudadanos ecuatorianos con la connotación, también, de feo o grotesco.

En el X Congreso Latinoamericano de Lectura y Escritura, una de mis colegas compró un libro de la investigadora argentina Paula Carlino; al acercarse emocionada para que le hiciera una dedicatoria, le puso: “Para Nelly de Paula”. Otra colega, que no había visto a Nelly comprando el libro, pensó que se lo había regalado; pero no fue así y la comprensión del escrito fue errónea ya que no se conocía todo el entorno. Con estos ejemplos trato de explicar que el contexto repercute mucho en la eficacia comunicativa.

Al escribir o hablar debemos plantearnos no solo la simple enunciación de palabras; sino el cuándo, dónde, de qué manera, con quién o de qué se habla, puesto que el significado y tono de los signos lingüísticos pueden cambiar si te diriges a un amigo, a un desconocido, a una autoridad, a un extranjero, etc. El contexto comunicativo es  importante porque “no hay lenguaje sin contexto, pero se crea contexto con el lenguaje”, como lo acota Julio Calvo Pérez en Introducción a la pragmática del español.

Las diferentes acepciones que se pueden generar en un área geográfica o en una situación cultural establecida hay que tenerlas siempre en cuenta. Nuestra exposición original en determinado contexto, entonces, sería: ¡Qué “linda”! dice una “pequeña” mientras observa a otra niña en la “fila” para ver a la “mona”, que toma una “gaseosa”, sentada sobre su “trasero”.

Carola Tueros

Un comentario

  • Asi es prima, a mi no me ha pasado, pero me resultaria interesante conocer las palabras que se utilizan aqui en Perú, podrían ser ofensivas en otro lugar y viceversa. Saludos

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