¿Y cómo está la Perú?
Por Eliana Gonzales, publicado el 3 de febrero de 2012Le habrá causado mucha extrañeza leer la Perú y no el Perú, ¿verdad? Colocar artículos definidos (la y el) delante de los nombres propios suele ser característico en determinados ambientes o estilos y tienen, generalmente, un valor expresivo o más bien afectivo.
Este uso, tan extendido en nuestro medio, solía ser común entre los estratos sociales más bajos, cosa que ha cambiado últimamente, pues suele darse también en el habla culta aunque casi siempre en registros coloquiales, familiares y especialmente delante de nombres de mujer: la Juana, la Luisa, la María… y como en el caso del título de nuestro artículo, la Perú, porque se trata del nombre de pila de Perú Inga Zapata, candidata a la alcaldía del distrito de La Molina el año 2006.
Con la anteposición del artículo no solo se pretende identificar a unas determinadas personas (Juana, Luisa, María y Perú), sino adecuar la designación a la propia subjetividad del hablante expresando afectos, descalificando en algunos casos o incluso reconociendo la notoriedad del designado. Además, recordemos que el artículo definido indica el nivel de conocimiento que los interlocutores tienen sobre el designado; así, cuando decimos la Juana o la María nos estamos refiriendo, quizás, a una de nuestras vecinas, primas o hermanas.
Algunos gramáticos señalan que el nombre propio, referido por su propia naturaleza a individuos existentes, no necesita ser actualizado por la presencia del artículo; no obstante, lo lleva cuando va acompañado por un adjetivo como en “el Vallejo provinciano”, “el Ribeyro novelista” y “la Lima colonial”. En estos casos, la referencia se limita a un aspecto, perspectiva, cualidad o momento del ser designado; y cuando ocurre, el nombre propio se acerca, en cierto modo, al sustantivo común, ya que pierde la referencia unitaria, por lo que la cualidad puede contraponerse a otras y es incluso permutable: “el Vallejo provinciano” y “el Vallejo capitalino”, “el Ribeyro novelista” y “el Ribeyro cuentista”, “la Lima colonial” y “la Lima republicana”. Aquí es obligatoria la presencia del artículo, lo mismo que cuando el nombre propio va seguido de complementos especificativos como en “el Antonio que conocí”, y cuando lleva un calificativo antepuesto: “el gran Alfredo”.
Suele aparecer también el artículo, y con mucha más frecuencia, con los apodos y los sobrenombres: la Rulitos, el Conejo, la Señito, el Puma; pero también delante de los apellidos de mujeres famosas, de cualquier nacionalidad: la Monroe, la Thatcher, la Valcárcel; mientras que con apellidos masculinos puede resultar, en algunos casos, despectivo: el Martínez.
En el caso de los topónimos y de otros nombres propios, el asunto varía un poco. A veces, forma parte de él, y por eso se escribe con mayúscula como en El Salvador, Los Urales, El Comercio; en otros, no es necesaria su presencia, de ahí que podamos decir el Perú o Perú, la Argentina o Argentina, los Estados Unidos o Estados Unidos. Si bien la tendencia actual es omitir el artículo en estos casos, cuando acompaña a los nombres de pila, como hemos visto, pasa todo lo contrario, por eso, no se vaya a ruborizar si escucha que la llaman la Susana o la Julia.
Estimada Eliana:
Muy interesante artículo.Pero, por favor me gustaría que colocaras las referencias bibliográficas con las que te basaste, te agradecería en demasía.
Estimado Brack:
Estoy preparando un libro sobre los antropónimos. Esperemos que salga el próximo año.
Para trabajar el tema de los nombres propios tomé como referencia lo que se recoge en los siguientes textos:
Saludos cordiales,
Eliana Gonzales