Desde el comienzo, muchos han considerado que Perú y Piura eran la misma palabra y el nombre de esta región norteña, porque “fue el primero que en este reino se pobló, repartiendo todos los pueblos e indios que hubo dende Tumbes hasta Piura”, dice Pedro Pizarro. El carmelita Antonio Vásquez de Espinoza, que estuvo en […]

Por Carlos Arrizabalaga. 18 diciembre, 2012.

Desde el comienzo, muchos han considerado que Perú y Piura eran la misma palabra y el nombre de esta región norteña, porque “fue el primero que en este reino se pobló, repartiendo todos los pueblos e indios que hubo dende Tumbes hasta Piura”, dice Pedro Pizarro.

El carmelita Antonio Vásquez de Espinoza, que estuvo en América entre 1608 y 1622, sostiene también en su “Compendio y descripción de las Indias Occidentales” (1630), que el nombre del Perú proviene de Piura y no de Ophir (país legendario y lleno de riquezas que se menciona en el Antiguo Testamento) como quería Arias Montano. Así se lo explicaba el padre Oré al decir que “don Francisco Pizarro aderezó un navío con harta dificultad y se metió en él, con ciento y catorce hombres […] y navegando por esta mar la costa de levante de la Tierra Firme descubrió una pequeña y pobre provincia llamada Perú, o Piura, de donde después impropiamente toda la tierra que por aquella costa se descubrió […] se llamó Perú”.

Enrique del Carmen Ramos se hace eco de esa versión cuando escribió el himno de Piura en 1932 (a solicitud de las hermanas del colegio Lourdes), con la fórmula de todos conocida:

“Piura, Pirhua, Pirua es la misma

que a la patria su nombre legó.”

El profesor José Albán Ramos defendía también esta etimología. El nombre de Piura habría dado origen al nombre del Perú. Habría sido otra de tantas confusiones tenidas por los españoles que escuchaban mal y no sabían pronunciar los verdaderos nombres de las cosas. Fray Diego de Ocaña, que estuvo aquí en septiembre de 1599, pensó entonces que ambos nombres se relacionan pero al revés, y que del nombre de Pirú salió el de Piura porque fue la primera ciudad española.

Enrique del Carmen Ramos añade un elemento más: el nombre de Piura es la misma palabra “pirhua”, que significaba en quechua ‘almacén’ (Paz Soldán creía que era palabra aimara, tal vez porque el término más usual para ello en quechua es “colca”). En efecto, para sus alimentos cotidianos los antiguos peruanos utilizaron básicamente cuatro formas de conservación, que se reflejan en los términos quechuas que registró González Holguín (1608): “Pirhua. La trox de chaclla o cañas embarrada. Collcca. La troxe de adobes. Taqque. La trox de paja o cañas sin embarrar. Collona. La trox cavada del baxo de tierra y embarrada.” Pirua es palabra quechua que significa, pues “almacén”, y don Enrique del Carmen trató así de conciliar la confusión con un étimo tomado de la lengua quechua: Piura fue, según él, una “pirhua” del camino inca. Esta idea ya había sido rebatida por el mismo Inca Garcilaso en sus Comentarios reales, en contra de la opinión del propio Blas Valera:

“También afirman muchos que se dedujo desde nombre pirua que es vocablo del Cozco, de los quechuas: significa orón en que encierran los frutos. La sentencia destos apruebo de muy buena gana, porque en aquel reino tienen los indios gran número de orones para guardar sus cosechas.”

Existe en realidad una localidad llamada Pirhua en el departamento de Arequipa y otra en Cochabamba (Bolivia). No habría razón ni explicación posible para que la vocal se hubiese desplazado para tomar la posición del acento para decir “Piura” o que cambiase el acento con apócope de la vocal más abierta para decir “Pirú”. En zonas de la sierra del Perú todavía se hacen “pirhuas” para guardar el maíz, y es que necesita guardarse al aire protegido de la lluvia y las alimañas y no han cambiado tampoco de nombre. Las piruas se hacían, dice Garcilaso, “de barro pisado, con mucha paja”. Había muchas en “las casas reales”, y en general en toda la cordillera y hasta hoy es vocablo usual también en Bolivia, Chile y Argentina.

En Piura, sin embargo, el grano se conservaba mejor enterrado en la arena y todavía las viejas familias recuerdan que en las casas antiguas de la ciudad se tenían grandes tinajones de barro llenos de arena muerta, es decir, arena limpia y seca tomada de los médanos, y es que la arena traída por los vientos desde las playas de Sechura trae consigo sales que permitían conservar maíz, frejol o pallar libres de gorgojos por muchos meses.

No es del todo seguro, entonces, que esta hipótesis etimológica sea cierta, aunque pueda resultar plausible.

Lo dificulta también la peculiar historia de la fundación de la ciudad, que sufrió varios traslados en el mismo siglo XVI y no fue Piura el lugar del primer asentamiento sino Tangarará, que “después se pasó a Piura, donde aora está poblado”, decía Trujillo, y no recibió el nombre de Piura sino de manera espontánea en el tránsito a su segunda fundación, ya en el último tercio del siglo XVI, cuando el nombre de “Perú” ya estaba muy extendido.

En efecto, los primeros cronistas refieren la fundación de San Miguel de Tangarará a seis leguas del mar y mencionan el río de Tallana (Miguel de Estete) o el río de Turicarami (Mena), para el Chira y también varios nombres tuvo el río Piura: “río de Pabur” y “río Lengash”. Así es como lo llamaban, supuestamente, en lengua tallán: “busca tesoros o huaquero” se inventa Yarlequé y lo sigue Jacobo Cruz Villegas y, cómo no, Miguel Gutiérrez, aunque no haya nada de cierto en ello.

Francisco de Jerez (1535) menciona el valle de Piura, Cristóbal de Mena (el anónimo sevillano de 1534) habla de un pueblo llamado Piura y Cieza de León (1553) hablará luego del valle del río Piura, adonde se encontraba ya la ciudad de San Miguel ya en su segunda fundación. La primera mención de “un vecino de San Miguel de Piura” se da, según el profesor Pável Elías, en una carta fechada el 20 de abril de 1554 y es que los españoles habían abandonado el primer asiento por la falta de agua, construyendo una ciudad en un paraje ubicado cerca del actual distrito de La Matanza, próximo a una población indígena llamada Moscalá (actual Morropón), a 25 leguas tierra adentro, donde Trujillo afirma que existía una fortaleza. La gran reverberación del sol sobre las arenas producía allá graves enfermedades de los ojos y varios vecinos se mudaron de nuevo a san Francisco de Paita; pero con el ataque del pirata Cavendish, en 1587 y por la dificultad de acarrear agua y alimentos, dice fray Reginaldo de Lizárraga, que se trasladaron a un valle llamado Catacaos y otros a la barranca del río de Motape (Amotape). También se llamó entonces San Miguel del Villar o del Chilcal, por la abundancia de chilcos, aunque no fue el nombre que prevaleció.

De manera que el nombre de Piura procede del segundo asentamiento (de Piura “la Vieja”). En su relación de la ciudad de San Miguel de Piura, el gobernador Salinas de Loyola afirma, en 1570, que “está poblado en un valle que se dice Piura, que es su propio nombre y no tiene significación”. Es posible que hubiera piruas o almacenes en la zona, que se encontraba en el camino principal o camino inca, y hablaríamos de una metátesis por la dificultad de pronunciar el diptongo en la última sílaba átona, aunque es poco creíble. Es más plausible que el nombre fuera anterior, de alguna lengua perdida o extinta ya que (todavía en fechas tempranas) no le sabían dar significación. No sería palabra quechua ni aimara, como advierte Rudy Mendoza, considerando también la posible relación del término con otros topónimos: Sechura, Nunura, Pisura, a los que Mendoza añade, con buen criterio, Mancora, Congora…, que parecen propios de la zona pues no se extienden más allá de la cuenca del río Piura. Eso sí, de su significación  no podríamos concluir absolutamente nada. Si fuera así los españoles escucharon bien y anotaron desde el primer momento el nombre “Piura”, tal como lo decimos hoy. Ninguna de las dos hipótesis resulta, pues, concluyente.

nombrepiura

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