La casa donde pasó sus últimos años Ricardo Palma fue convertida hace un buen tiempo en un pequeño museo muy interesante donde pueden verse antiguas ediciones del tradicionalista, junto a multitud de objetos personales y de imágenes e ilustraciones. En Santiago de Chuco restauraron la casa de César Vallejo y con una inversión de casi […]

Por Carlos Arrizabalaga. 27 agosto, 2013.

centro cultural piuraLa casa donde pasó sus últimos años Ricardo Palma fue convertida hace un buen tiempo en un pequeño museo muy interesante donde pueden verse antiguas ediciones del tradicionalista, junto a multitud de objetos personales y de imágenes e ilustraciones. En Santiago de Chuco restauraron la casa de César Vallejo y con una inversión de casi un millón de soles han puesto en valor un bonito recurso turístico. En Huamachuco van a recuperar la casa de Ciro Alegría. Andahuaylas despierta con Arguedas, el gobierno regional de Arequipa compró la casa natal de Mario Vargas Llosa y la convirtió en un centro cultural, al que el escritor donó ya su biblioteca personal de más de 30 mil volúmenes.

Piura no ha tenido suerte. Las casas de Francisco Vegas Seminario, Enrique López Albújar, Rómulo León Zaldívar o Jorge Moscol Urbina no existen ya o se han borrado de la memoria. Las calles de Piura no tienen una calle, ni una plaza ni siquiera un rincón dedicado a un escritor, ni siquiera una placa recordatoria o un pequeño monumento. Tan solo López Albújar dio su nombre a un colegio.

El Gobierno Regional asumió la responsabilidad de llevar a cabo el proyecto de un centro cultural para Piura en la plazuela Merino. Piura necesita una Escuela de Teatro, una Escuela de Danzas o una Escuela de Idiomas, o incluso un espacio más grande para el Archivo Regional. Un centro cultural podría albergar varias iniciativas con un espacio reservado para una exposición permanente dedicada a los escritores piuranos y a las obras piuranas de Mario Vargas Llosa, quien ha hecho a la ciudad un lugar mundialmente conocido.

En California he tenido la suerte de encontrar un ejemplo de una buena iniciativa cultural en ese sentido. Es el National Steinbeck Center de Salinas, que constituye el corazón de la vida cultural de un valle de la costa central de California, que no es tampoco un destino turístico, pero que fue escenario de “Las uvas de la ira”, “Al este del Edén” y otras grandes novelas del gran escritor y periodista John E. Steinbeck (1902-1968). Se inauguró en 1998, quince años después de creada la fundación que se encargó de promover y recaudar fondos públicos y privados para la notable empresa cultural.

Es un museo y un memorial del escritor, donde se recoge la obra y un importante archivo documental, pero es también un foco de actividad para la ciudad donde se celebran eventos sociales y educativos, se celebran exposiciones de arte, pintura, fotografía, danzas, cine y teatro, y donde se promueven también estudios técnicos y trabajo social de los trabajadores agrícolas, asunto de especial relevancia en un valle dedicado a la producción intensiva de lechugas, fresas y toda clase de hortalizas.

El museo permanente ofrece un viaje en torno a la vida de Steinbeck para descubrir las experiencias y valores que lo llevaron a escribir sus grandes relatos, que gracias al cine forman parte de la épica norteamericana. Una escenografía separada sutilmente en seis espacios temáticos muy bien elaborados muestra objetos reales, fotografías, videos que recrean temas y escenas de sus novelas.

Un viejo Ford protagonista de “Al Este del Edén” con la actuación de James Dean de fondo dan la bienvenida al visitante. Es una exhibición interactiva en la que el visitante explora la producción agrícola con toda su dureza: huelgas, masacres, sequías, migrantes, así como la cercana industria pesquera en Cannery Row, con puertas y pistas que muestran la historia de la región que se reflejan en las novelas, así como objetos personales de la familia Steinbeck.

Su casa queda muy cerca, ahora convertida en librería y restaurante. Sus paisanos no le perdonaron la franqueza de sus páginas y la sinceridad con la que despedazaba las mezquindades, defectos, crueldad y miserias de los ricos terratenientes, de los que venían buscando una tierra promisoria, de los intelectuales y políticos que se aprovechaban de las dificultades de la gente.

Un centro cultural piurano podría mostrar la historia regional a través de algunas novelas: las viejas tinas de jabón y el tráfico de esclavos a través de “Matalaché”, los usos y costumbres de las comunidades campesinas en “Taita Yoveraqué”, las picanterías y los barrios de Piura que se agitan en “La Casa Verde”, los guardias civiles que protagonizan “Quién mató a Palomino Molero”… Industrias y agricultura, el campo y la ciudad. Y muchas cosas más. Ver la historia real más allá del escenario al que aluden las novelas, disfrazando la realidad para construirse una atmósfera apropiada.

Los grandes escritores escriben para complacer a sus lectores y no para brindar bonitas guías turísticas de la región en la que se les ocurre ubicar sus relatos, pero sus mundos ficticios acaban formando parte del patrimonio de esa realidad, que fue ensalzada por medio del lenguaje. Y al reconocerlos es posible que también aprendamos a comprender nuestro entorno y también a nosotros mismos. Todo ello puede dar al vetusto edificio una nueva vida, mientras por ahora, las paredes de quincha del viejo San Miguel se resquebrajan y van cayéndose a pedazos.

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