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Sep

2013

Manuel Eguiguren Vargas, alumno de la Facultad de Derecho de campus Lima, comparte su experiencia como voluntario de la Orden de Malta, una de las pocas órdenes nacidas en la Edad Media que continúa su labor social hasta nuestros días.

Por Silvia Torres. 24 septiembre, 2013.

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Manuel Equiguren (el primero de la izquierda) y sus compañeros de voluntariado.

Tiene 18 años y Manuel, a simple vista, es un estudiante de Derecho de segundo ciclo. Sin embargo, su voluntad e ideas marcan la diferencia. Él quiere cambiar el mundo: “Puede sonar ambicioso, pero sí. Creo que el reto está en cada uno de nosotros. Esta actividad social es un pequeño aporte, pero si cada uno pone un granito de arena se pueden cambiar muchas cosas”.

En el mes de julio de este año, Manuel decidió sumarse a un grupo de voluntarios de la Orden de Malta (Soberana Orden Militar de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, cuya antigüedad se remonta al siglo X), para trabajar en la selva del Perú. La experiencia lo llevaría a trabajar quince días en un campamento ubicado en Chuquibambilla, una comunidad nativa No-Matsigüenga que se ubica a catorce horas de Lima, en la selva de Junín.

La labor del numeroso grupo de voluntarios, provenientes de Perú y otros países, comprende actividades sociales muy variadas: de construcción, de salud, de educación y, por supuesto, de apoyo espiritual. El gran símbolo de un trabajo que se repite todos los años en la selva peruana bajo el nombre de ‘Amazonas Camp’ ya es una realidad: la iglesia de Chuquibambilla. Una obra que representa lo que los hombres y mujeres con fuerza y voluntad son capaces de lograr en medio de una selva y geografía accidentada.

“Sentí la verdadera esencia y fondo de la ayuda social. Te das cuenta que hay un mundo más grande y que lo que tú entiendes por mundo es algo muy pequeño”, comenta Manuel muy satisfecho. La sencillez de la gente y el cariño que le brindaron sin conocerlo, lo impactó. Es algo que considera que no fluye de manera tan natural en la ciudad.

La experiencia, para él, es sumamente recomendable para todo estudiante o profesional que quiera expandir su forma de ver las cosas, de ayudar y por supuesto pasar de la teoría a la práctica: “Un estudiante debería vivir este tipo de experiencias porque creo que es algo fundamental para su desarrollo. Más allá de recibir conocimientos es fundamental que el estudiante sepa dónde puede aplicarlos a futuro; y qué mejor que ponerse en los zapatos del otro para saber, no solo los privilegios que uno tiene, qué es lo que ellos necesitan”.

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Los caballeros y damas del siglo XXI en Chuquibambilla.

Más allá de los estereotipos

La Orden de Malta se distingue por su trabajo en favor de las personas necesitadas y por ser custodia de la fe católica, más de 13 mil miembros y 80 mil voluntarios integran sus filas a nivel mundial. Sin embargo, aún muchas personas tienen una idea distorsionada de quienes las integran: “La gente piensa que son los típicos señores mayores que quieren ir a conversar mientras toman y comen algo. Estas instituciones para entenderlas hay que vivirlas y si las vives te darás cuenta que esos señores mayores dan su tiempo porque tienen un ideal y, fieles a él, luchan para sacarlo adelante”, comenta Manuel en base a su experiencia.

Incluso el Mons. Álvaro del Portillo, el segundo Gran Canciller de la UDEP, fue caballero de la Orden a petición del Papa Pío XII, quien conocía su profunda fe, vida de trabajo intenso y sacrificado por los demás. Una razón más para conocer la infatigable labor de esta orden.

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El trabajo también se combina con la diversión

El reto de continuar

Si bien el proyecto en Chuquibambilla está por terminar, tienen otros en mente, pues las necesidades en el Perú son numerosas y desean poner en juego todas sus posibilidades para ayudar a personas necesitadas con grandes aspiraciones, pero sin posibilidades de apoyo local.

En diciembre, muchos de los voluntarios, caballeros y capellanes retornaran a la selva para compartir la Navidad y, Manuel, posiblemente regrese. “Hacer labor social es parte de mi vida y significa ser coherente con la fe que profeso. Es el amor al prójimo por el que uno tiene que entregarse sin esperar nada a cambio”.

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El trabajo de la orden también incluye apoyo en servicios de salud

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