16

Ene

2014

El hilo conductor en la enseñanza de la lengua

“Cualquier cambio que haya sufrido la lingüística a través de los años, ha sido positivo ya que el lenguaje se ha enriquecido con ellos debido a que el mundo también lo ha hecho. La lengua que se modifica, que cambia, es la que progresa, la que está viva”, afirmó el doctor Luis Jaime Cisneros Vizquerra, uno de los más importantes lingüistas peruanos de los últimos 50 años, docente y autor de gran número de publicaciones en esta área y Presidente de la Academia Peruana de la Lengua.

Por Elena Belletich. 16 enero, 2014.

Foto: Gustavo Kanashiro (Flickr/fotocroma)

Foto: Gustavo Kanashiro (Flickr/fotocroma)

“Cualquier cambio que haya sufrido la lingüística a través de los años, ha sido positivo, ya que el lenguaje se ha enriquecido con ellos debido a que el mundo también lo ha hecho. La lengua que se modifica, que cambia, es la que progresa, la que está viva”, afirmó el doctor Luis Jaime Cisneros Vizquerra, uno de los más importantes lingüistas peruanos de los últimos 50 años, docente y autor de gran número de publicaciones en esta área y presidente de la Academia Peruana de la Lengua.

El doctor Cisneros sostuvo: “aunque el lenguaje cambie, seguirá siendo el instrumento que tiene el hombre para comunicarse y su cambio se debe a que el hombre lo ha ido modificando para adaptarse a situaciones, a circunstancias y a otros hombres. El día que no ocurra eso, el lenguaje será una lengua muerta por que ya no servirá para que la gente se comunique”.

Su gran trayectoria hace del profesor Cisneros un importante hilo conductor en la historia de la enseñanza de la Lingüística del Perú. Durante su visita a Piura, dictó cursos de capacitación en Lengua y Literatura dirigidos a docentes y alumnos de la UDEP.

Con él conversamos sobre la enseñanza de la lengua y la importancia de la responsabilidad creadora en el lenguaje, entre otros aspectos.

Doctor Cisneros, ¿qué variantes importantes ha observado en la enseñanza de la lingüística, en sus 50 años de docencia?

Al confrontar la actitud –solo de comportamiento– de los chicos del 48 con las más recientes, se descubre el deterioro de la enseñanza secundaria y que algunos cursos han perdido énfasis como el valor formativo de la filosofía, por ejemplo. Se ha ido depredando el magisterio. Antes los alumnos leían a Sartre, a Ortega y Gasset y a otros que no estaban en los programas educativos, pero sí en las bibliotecas de sus profesores. Hoy, no leen absolutamente nada porque sus profesores tampoco lo hacen.

Por otra parte, algunos aspectos de la enseñanza del lenguaje han privilegiado la memoria de una manera sorprendente. A los jóvenes se les ha hecho creer que saber es memorizar y se les evalúa con la prueba del verdadero y falso, de manera que cuando llegan a la universidad y se les plantea: ¿qué piensa usted sobre eso? o ¿qué opina sobre aquello? El joven no puede opinar ni pensar porque no está acostumbrado a estos ejercicios. Entonces, se da cuenta de que está desarmado, que su arma debía ser la lectura y no se le estimuló para ella ni para la escritura.

Y los cambios en la lingüística, ¿también han sido malos?

No, todo cambio en la lingüística ha sido positivo, pienso que se ha progresado mucho. En la Universidad, el año 39, la posibilidad de que la lingüística se interesara por el mundo de lo cognitivo era prácticamente ilusoria. El que ahora lo haga es fruto del progreso de otras áreas y del saber que las disciplinas no crecen ni se desarrollan solas ni aisladas. Si algo ha progresado en la vida universitaria es esa conciencia de interdisciplinariedad.

¿Qué debe hacer un profesor para que los jóvenes asuman la responsabilidad creadora de la que usted habla en sus libros?

Ayudarlos a descubrirla y a tomar conciencia de ella. En la enseñanza, aunque se ha seguido cultivando la instrucción de la lingüística se ha perdido la educación en la misma. Pero ambas tienen fines totalmente distintos e implican procesos particulares. La instrucción supone conocimientos uniformes, para que sean asimilados de igual manera y generen comportamientos uniformes. La educación supone que usted ayuda al chico a descubrir esas disposiciones para… esa aptitud para… ese gusto escondido que tiene para algo determinado. La educación ayuda al alumno a sacar a flote sus potencialidades y gustos.

¿Cómo se puede ayudar a los alumnos a descubrir esta responsabilidad?

Primero, el profesor debe aspirar a que su alumno se pueda realizar y maneje sus aptitudes ya que  es allí donde descubre que es un creador de realidades lingüísticas. Ese el secreto, quien no puede lograr esto no es docente.

Además, tiene que haber aprendido a ayudar al chico a descubrir esto y a ver que lo que hace es distinto de lo que otro realiza, porque se relaciona con sus aptitudes, sentimientos e intereses. No puede aspirar a que todos sus alumnos hagan, digan o piensen lo mismo; por eso, en la evaluación deberá tener en cuenta el principio pedagógico indispensable y fundamental: no todos los chicos son iguales.

¿Esto se aprende en la universidad o en la escuela?

No se aprende en la Universidad, esta solo aprovecha estas aptitudes y las canaliza en otro sentido. El lenguaje no está alejado de la música, de la poesía, de una serie de cosas con las que el hombre está relacionado y que aprende en su hogar o en la escuela. Lo malo está en que a la escuela ya no le interesa la imaginación ni la lengua oral ni los recursos que el chico ha aprendido a manejar en casa y con los que ha crecido.

¿A nivel universitario cómo se pude mejorar la enseñanza?

Haciendo que los profesores investiguen junto a los estudiantes para que eduquen –y no solo instruyan en materia lingüística–, porque el conocimiento se conquista buscándolo, no dándolo. El maestro no se debe limitar a dar conocimientos teóricos sino ayudar en la búsqueda del conocimiento para que el alumno sepa que es lo que ha encontrado y haga con ello algo nuevo.

El error en la vida universitaria, en muchos sitios, está en creer que el profesor universitario vale más o sabe más. Cuando uno tiene experiencia descubre que sin el alumno, su experiencia y su lectura, no podemos hacer nada. Esta experiencia me permite saber que la manera de llegar y ayudar a un alumno es diferente de la que debo usar para ayudar a otro.

¿Cuál es entonces la misión de los profesores de secundaria?

El objetivo de la secundaria no es preparar alumnos para la universidad sino preparar personas para la vida. En la Universidad muchas veces descubrimos alumnos que están preparados para una vida que no es la universitaria, pero ellos no lo saben.

El error más grave en la secundaria –no solo la nuestra, sino la de otros países– es querer establecer un vínculo entre la universidad y la escuela. La secundaria no es la antesala de nada, no tiene por qué conducir a nada. Los chicos pueden elegir estudiar en la universidad o no, pueden optar por ser técnicos o decidir qué quieren ser. La vocación es libre, no se tiene que ser necesariamente universitario para ser importante. Las aptitudes, los gustos, los intereses y las inclinaciones son los que cuentan al momento de elegir una carrera universitaria o técnica.

¿Qué aconsejaría a los jóvenes docentes de lingüística?

Persistir. Si persisten no desmayarán ni perderán confianza, no se detendrán por alguna modificación en el horizonte. En la vida universitaria hay que estar conscientes de que existen y existirán obstáculos y que uno está –y se prepara– para vencerlos, si no lo hace  no podrá avanzar.

¿Sigue usted pensando que el lenguaje es una realidad sobre la que vale la pena reflexionar?

Sí que vale. Porque vale la pena reflexionar sobre el hombre; y, si usted reflexiona sobre el lenguaje lo hace en verdad sobre la realidad y el destino del hombre. El lenguaje sin el hombre no existe.

Sin voluntad y sin persistencia no hay vocación que se salve. La vocación necesita esmero, cultivo, cuidado, enriquecimiento con estudio, información, investigación, actualización. Esto no es necesario para saber más que antes, sino para poder ayudar  a la gente.

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El doctor Luis Jaime Cisneros estudió Medicina y Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, Argentina y se especializó en Filología y Lingüística. En 1948 se incorporó a la docencia en la Universidad Nacional de San Marcos, y desde 1969 a la Pontificia Universidad Católica en la que fue Decano y Director de Estudios.

Ha recibido múltiples distinciones como la de Comendador de la Orden de Mérito de Francia, Oficial Palmes Academiques de Francia, Medalla Cívica de la Municipalidad de Lima, Comendador de la Orden de Isabel La Católica de España, Palmas Magisteriales, Amauta del Perú. Es miembro de número de la Academia Nacional de Historia.

Su primera publicación Lingüística fue Lenguaje (1953). Publicó también “el funcionamiento del Lenguaje”, “Lengua y Estilo”, “Formas de relieve en español moderno”, “Lengua y enseñanza”, entre otras.

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Entrevista realizada en el año 1999, por Elena Belletich.

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