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May

2015

Manuel Prendes

“En Alicia hay un sentido lúdico del arte, la letra y la imagen”

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La incorporación de ‘lo absurdo’ y del ‘sueño literario’ son recursos que el docente de la Facultad de Humanidades atribuye a la obra ‘Alicia en el país de las maravillas’.

Por Ioanna Gallo. 24 mayo, 2015.

Alicia

La obra de Lewis Carroll, ‘Alicia en el país de las maravillas’, cumple 150 años de publicación. Manuel Prendes, especialista en lengua y literatura de la Facultad de Humanidades de la UDEP, comenta el valor y la trascendencia de este libro ícono de la literatura mundial.

¿Cuáles son los tres aportes más importantes que le atribuye a esta obra de Carroll?

El primero sería  la incorporación a la literatura infantil, y a la literatura en general, del ‘nonsense’ o del ‘absurdo’. Esta es una tendencia muy antigua en la literatura popular de Occidente que aún carecía de relevancia en la literatura que llamaremos “culta”, es decir, la escrita, publicada y respetada por la crítica.

En Alicia no encontramos un mundo maravilloso coherente al estilo del cuento de hadas tradicional, sino una continua alteración de las normas lógicas que rigen la realidad: las acciones, comportamiento de los personajes y conversaciones le dan la vuelta a todas las convenciones del lenguaje. Da una impresión de tratarse  de un absurdo muy metódico, nada descuidado. No en vano, Lewis Carroll era profesor de lógica y matemática, además de ajedrecista, y esto se refleja, por ejemplo, en la segunda parte del libro, donde el viaje de Alicia a través del espejo sigue los movimientos de un peón sobre el tablero.

El segundo aporte se trata de un recurso que ya utilizó en el siglo XVII el autor clásico Francisco de Quevedo. Consiste en explotar el uso del ‘sueño literario’. En Alicia el absurdo se justifica por la lógica particular del sueño: la protagonista sueña y ello le permite no solo presenciar una realidad disparatada e imposible, sino además valerse de ella para hacer una alegoría de la realidad, a menudo una sátira.

Carroll, por ejemplo, da vida a personajes de la cultura popular y a realidades cotidianas nada personales salvo en el nombre: el gato de Cheshire (una variedad de queso), la Falsa Tortuga (un tipo de conserva de carne), o expresiones coloquiales como el Sombrerero o la Liebre de Marzo (dos expresiones usadas en inglés para referirse a la locura).

Por medio de estos y otros personajes que va conociendo Alicia, Carroll ofrece caricaturas feroces de algunos aspectos de la realidad como el autoritarismo, la educación de los niños, la justicia y el derecho. Además, costumbres sociales como el cumpleaños, el té o el juego del croquet.

Por último, con respecto a la educación, ‘Alicia en el país de las maravillas’ es un libro infantil de puro entretenimiento que se sacude la obligación pedagógica impuesta, entonces como hoy, a mucha literatura para niños. De hecho, se ríe bastante de lo pesados que pueden ser los mayores produciendo literatura con moraleja para niños y obligándoles a leerla. Alicia se aburre con los libros de su hermana porque no tienen imágenes, y a lo largo de su viaje escucha parodias  divertidas y disparatadas de canciones educativas infantiles, como una sobre abejas laboriosas que se convierte en la de un alegre cocodrilo. También deja constancia de que los niños, sobre todo los más pequeños, no son siempre tan encantadores como se cuenta.

¿Cómo ha sido la valoración de esta obra después de su publicación?

La valoración de Alicia ha ido en aumento, sobre todo en el siglo XX. No solo por la expansión mundial de la cultura anglosajona a lo largo de este periodo sino porque las propias revoluciones artísticas encontraron en Lewis Carroll a un precursor.

En Alicia hay un sentido lúdico del arte, la letra y la imagen. El mundo de los sueños y su peculiar lógica sería aprovechado por el surrealismo. La tradición se aprovechó de forma humorística, al dislocar la lógica y el mismo lenguaje. Alicia es una obra que ha interesado también a filósofos y lógicos, en la medida que la filosofía del lenguaje ocupa un primer plano en el pensamiento occidental contemporáneo.

‘Alicia en el país de las maravillas’ y su segunda parte ‘Alicia a través del espejo’, plantean muchas preguntas sobre la relación entre las palabras y la realidad, entre lo que los hablantes piensan y lo que dicen.

Hay herencias menos profundas, pero que hay que tener en cuenta, como la proliferación de narraciones fantásticas cuya trama consiste en un viaje desde la realidad a un mundo de ensueño o a una realidad paralela. Ejemplos ilustres podrían ser obras tan diferentes como ‘El mago de Oz’ o ‘Las crónicas de Narnia’, nada absurdas pero también con su pizca de sátira o de alegoría.

Muchos relatos en cine también han aprovechado los planteamientos de Alicia, aunque sus adaptaciones directas más populares considero que quedan a mucha distancia del original. A veces, incluso, lo traicionan cuando le añaden un argumento principal coherente o, peor aún, moralejas, que es lo que pasa con la versión reciente de Tim Burton.

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