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Sep

2015

En nuestro país existe una gran capacidad emprendedora. Sin embargo, se ve limitada por factores como la falta de alternativas de financiamiento para concretar y poner en marcha el negocio.

Por Álvaro Tresierra. 29 septiembre, 2015.

columna_alvaro_tresierraPor Dr. Alvaro Tresierra Tanaka
Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales
Universidad de Piura

La financiación de la empresa es uno de los temas más estudiados en las finanzas modernas. Desde hace poco menos de 60 años se han desarrollado varias teorías que han tratado de explicar el comportamiento del financiamiento en la empresa; sin embargo, aún ninguna ha probado tener una validez general. Un aspecto que merece especial atención es el financiamiento para emprendimientos.

En nuestro país existe una gran capacidad emprendedora que es monitoreada, por ejemplo, por el Global Entrepreneurship Monitor – GEM. Sin embargo, estos emprendimientos se ven limitados por diversos factores como la falta de alternativas de financiamiento para concretar y poner en marcha el negocio.

Según la teoría del ciclo de crecimiento de Berger y Udell (1998), al inicio de su actividad una empresa puede financiarse con recursos propios (se suele hablar de la doble f: family and friends – familia y amigos), crédito comercial y –en algún caso– deuda bancaria de corto plazo.

En países como Chile, Argentina, Brasil, Colombia, España y Estados Unidos, entre otros, existen instituciones públicas y privadas que destinan grandes capitales para financiar los nuevos emprendimientos. A este capital de inicio se le denomina capital semilla, el cual también puede ser proporcionado por otro tipo de instituciones, como las sociedades de capital riesgo.

En este contexto, la definición de capital riesgo se refiere al financiamiento de emprendimientos y de empresas en proceso de crecimiento o expansión (el denominado venture capital, en inglés).

Los inversores de capital riesgo son inversionistas profesionales que, además de aportar dinero, suelen proporcionar otros servicios de valor añadido a la empresa, como ayuda en la gestión, gerentes profesionales, mejor conocimiento del sector en el cual la empresa desarrolla su actividad, red de contactos, entre otros; por ello, se suele decir que el capital riesgo es más que dinero. El periodo de permanencia de estos inversores es de medio largo plazo (entre 5 a 7 años) y su participación suele ser, generalmente, en forma de recursos propios.

Hay diversos estudios científicos que demuestran el impacto positivo que tiene el capital riesgo en el desarrollo de la actividad empresarial y económica. En el Perú, esta industria aún tiene un desarrollo muy incipiente. Según los reportes de la Asociación Latinoamericana de Capital Riesgo (LAVCA) el Perú ocupa el puesto 8 –de 12– en lo relacionado a los factores que favorecen el desarrollo de esta industria. De los 13 factores que componen el índice, nuestro país presenta, como principales deficiencias, las siguientes: no tiene un tratamiento fiscal claro ni favorable a las inversiones en capital riesgo, tampoco una legislación desarrollada sobre protección a los derechos de los accionistas minoritarios; y, cuenta con un débil sistema judicial y mucha corrupción, lo que impide el desarrollo de esta forma de financiamiento. Frente a esto, es importante observar experiencias vecinas, como la chilena, con el fin de seguir avanzando en el desarrollo de esta forma de financiamiento que puede traer muchos beneficios para el desarrollo empresarial de nuestro país.

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