Si bien la sucesión presidencial no será la solución a todos los problemas a consecuencia del escándalo Lava Jato, podría colaborar en bajar la presión política y brindar nuevos aires.

Por Carlos Hakansson. 17 mayo, 2018.

Una olla a presión es un recipiente hermético para cocinar que puede alcanzar presiones más altas que la atmosférica; tiene una válvula que libera el vapor cuando la presión llega a su límite, levanta un tope permitiendo que el vapor escape, manteniendo una presión y temperatura constante; además, cuenta con una válvula de seguridad regulada a una presión superior a la normal de funcionamiento, pues, si la temperatura interna fuese demasiado alta, la dejará escapar.

La temperatura de la coyuntura política peruana se encuentra en constante aumento y, de modo análogo a la olla a presión, la válvula de seguridad se encuentra en la Constitución. La sucesión presidencial está prevista en el artículo 115 y, si bien no será la solución a todos los problemas a consecuencia del escándalo Lava Jato, podría colaborar en bajar la presión política y brindar nuevos aires con un jefe de estado legitimado. El proceso de sucesión presidencial establecido es progresivo, es decir, si la asunción de la primera vicepresidencia no fuese exitosa para calmar la crisis institucional, asumiría la segunda que, si tampoco lograse recuperar la gobernabilidad, el titular del Congreso asume la presidencia con el deber de convocar inmediatamente a elecciones generales.

El problema de fondo es que la sucesión presidencial que nos puede conducir, como última parada, a la organización de nuevos comicios, se produciría en el marco de la mayor crisis de institucionalidad a la clase política; es decir, una elección dejada a partidos y candidatos improvisados.

Comparte: