09

Mar

2020

Artículo de opinión

La huella que deja un gran diplomático

Pocas naciones tienen el orgullo de tener personajes ilustres que hayan dejado una huella en la historia. Perú puede decir que Don Javier Pérez de Cuéllar fue uno de ellos.

Por Susana Mosquera Monelos. 09 marzo, 2020.

Lamentablemente, uno no siempre es profeta en su tierra y los éxitos obtenidos en el extranjero no sirven para puntuar cuando se juega en casa.

¿Qué país hubiese rechazado como Jefe de Estado a la persona que venía de resolver alguno de los conflictos armados más graves del momento y que sumaba la experiencia de gestión de la Organización Internacional más grande del mundo? Y, sin embargo, el Perú de 1995 prefirió mantener como presidente al Sr. Fujimori que para entonces ya había dado su autogolpe y reformado la Constitución a su conveniencia, en vez de elegir al flamante exsecretario general de las Naciones Unidas.

Don Javier Pérez de Cuéllar es buen ejemplo de esa vocación política global que está presente en muchos juristas. La lucha por la justicia en un plano universal que enlaza con el deseo de promover y defender los intereses del propio estado sin desconocer los problemas y relaciones con otros estados y actores internacionales. Por ese motivo, su ejemplo no debería quedar en el olvido y debe acompañar a las jóvenes generaciones de juristas que sienten interés en resolver problemas globales.

En medio de la alarma universal que ha desatado la expansión del covid-19, no hace falta señalar el enorme impacto que la globalización tiene en nuestras vidas, pero sí es indispensable recordar que la solución para esos problemas pasa por el camino de las relaciones multilaterales.

En ese terreno del multilateralismo Perú cuenta con un excelente currículum no siempre valorado suficientemente en el plano político interno. Puede decir, muy orgulloso, que estuvo presente en la negociación del Tratado de Versalles que acordó la paz en la Primera Guerra Mundial y fundó la Sociedad de Naciones y, con ello, pudo participar desde esa fecha temprana en la solución de los asuntos internacionales.

Aporte del Perú para el mundo
El Perú también participó en la refundación de la sociedad ayudando a elaborar la Carta de las Naciones Unidas, presidiendo la mesa de constitución de esta organización; y aportando al expresidente Bustamante y Rivero como presidente de la Corte Internacional de Justicia. Pero sin lugar a dudas, la secretaría general de las Naciones Unidas concedida al Sr. Pérez de Cuéllar debe destacar como la más significativa aportación de la tradición diplomática del Perú para el mundo.

Foto: Andina.

Tomó control de la ONU unos meses antes de que estallara el conflicto de las Malvinas, y durante buena parte de su mandato se mantuvieron activos varios focos de tensión militar en distintas partes del mundo. No en vano, su mandato al frente de las Naciones Unidas coincide con una convulsa etapa histórica, pero gracias a su larga experiencia como diplomático de carrera, -cuando asume la secretaría general de la ONU tiene ya 4 décadas de experiencia como diplomático-, logró resolver las tensiones del momento aplicando los valores y principios esenciales de la organización: mantener la paz y seguridad internacionales, fomentar las relaciones de amistad entre las naciones, cooperar en la solución de controversias y servir de centro que armonice los intereses de los estados miembro.

La firme defensa de ese esfuerzo por mantener la paz y la seguridad cobró especial sentido bajo el mandato del secretario Pérez de Cuéllar. Se esforzó por lograr el alto el fuego a conflictos armados en distintos puntos del planeta, pero sobre todo se implicó en el cese del conflicto entre Irán e Irak. El importante papel de los casos azules de la ONU como cuerpos de paz se construyó bajo su mandato y les supuso la concesión del Premio Nobel de la Paz en 1988. Fomentó como secretario general de la ONU las relaciones de amistad basadas en el respeto a la igualdad de derechos y a la de libre determinación de los pueblos, logrando con éxito el cese del conflicto sudafricano y poner fin al colonialismo con la independencia de Namibia en 1990. Impulsó la cooperación internacional en la solución de problemas de carácter económico, social, cultural o humanitario.

En ese sentido, su experiencia como embajador peruano ante la Unión Soviética demostró todo su valor en un momento crucial de la historia cuando a fines de los años 80 la Rusia comunista inicia su proceso de cambio político y apertura. Con tan excelso bagaje y experiencia se le concedió el premio Príncipe de Asturias de cooperación internacional en 1987.

Un ejemplo imperecedero
La demostración del trabajo bien hecho y del sacrificio que hay detrás de una vida dedicada a los asuntos internacionales se evidencia con un dato histórico que ilustra perfectamente al personaje: el último día de su mandato como secretario general de las Naciones Unidas, a las 12 de la noche del 31 de diciembre de 1991 se encontraba firmando el acuerdo de paz en El Salvador. Su ejemplo no debe ser olvidado.

La tarea que una organización como las Naciones Unidas tiene por delante en estos momentos es todavía más compleja de lo que uno podía imaginar a inicios de los años 90, cuando finalizó el mandato del secretario Pérez de Cuéllar. Fukuyama pronosticó el fin de la historia, pero eso no sucedió y los problemas de las personas siguen necesitando la ayuda y el esfuerzo de quienes luchan por poner en práctica los valores de cooperación y paz que impulsa las Naciones Unidas.

Pérez de Cuéllar fue el secretario general de la ONU con el que yo descubrí el trabajo de esta organización. Empecé la universidad conociendo su papel en la solución del conflicto Irán e Irak, escuché muchos de sus discursos e intervenciones, y pude entender que el papel de ese hombre de rostro serio pero amable, era un papel importante y que merecía la pena prestar atención a las noticias internacionales.

Me gustaría pensar que la muerte del antiguo secretario general de las Naciones Unidas sirve para recordar su figura, para destacar sus logros y, sobre todo, para tomarlo como fuente de inspiración e imitación, para que deje de ser el único latinoamericano que llegó hasta ahí, y haya muchos jóvenes de la región que asuman el reto de tomar su relevo.

Comparte: