02

Nov

2020

ARTÍCULO DE OPINIÓN

Las velaciones de ayer y hoy

Atrás quedaron aquellos momentos en los cuales, con velas encendidas, se recordaban anécdotas y preferencias de los difuntos que intentaban ser revividas con comidas, bebidas, música y bailes.

Por Ruth Rosas. 02 noviembre, 2020.

Foto de Andina. Velaciones en Piura.

Soledad, silencio, oscuridad y un hálito de abandono a nuestros muertos se percibe en los cementerios en estos primeros días de noviembre. Atrás quedaron aquellos momentos en los cuales, con velas encendidas, se recordaban anécdotas y preferencias de los difuntos que intentaban ser revividas con comidas, bebidas, música y bailes disfrutados en sus nombres. Casi nada será igual.

Aquel sincretismo de tres religiones (cristiana, indígena y africana) iniciado en 1532, este año estará pausado. Se había requerido poco menos de trescientos años para que, por lo menos en este ámbito, los indios bautizados y doctrinados no usaran más ceremoniales, que los que se estilaban entre católicos en sus entierros y duelos. Así lo ratificaba, en 1814, el informe emitido por el canónigo de la iglesia metropolitana de Lima, Mariano de la Torre.

No obstante, también afirmaba que en algunas zonas del virreinato pervivían costumbres prehispánicas como el desenterramiento de los huesos el día de los difuntos -2 de noviembre- para su traslado a otras iglesias, dejando encima de las sepulturas cigarros, coca y otros productos, como ofrendas, con la convicción de que los muertos necesitaban estos avíos en el viaje de la eternidad.

Asimismo, criaban perros negros (viringos) para que sirvieran de guía a sus almas en la región de las tinieblas; ofrecían misas y hacían celebrar fiestas fúnebres al Compadre Muerte (como ellos llamaban), consagrando cultos a los esqueletos o pinturas para que sirvieran contra sus enemigos, con otras muchas supersticiones que eran más o menos diferentes, según la diversidad de costumbres y genios de las provincias.

Los obispos y concilios habían emitido severos decretos contra tan ridículos abusos, que no habían llegado a reformarse por falta de celo en su ejecución. Las prohibiciones directas no bastaron para destruirlos y fue preciso aplicar otros medios indirectos de la política en unión con la potestad de la Iglesia.

Con el transcurrir del tiempo, estas manifestaciones del Día de los Muertos y de Todos los Santos fueron restando elementos y agregando otros, de tal manera que hasta el año pasado era común agruparse en torno a nichos, alumbrados por focos y embellecidos por flores, para elevar oraciones que contribuyeran con el fin de la estadía de las almas en el Purgatorio. Este es el único elemento que hoy nos queda y, por fortuna, el más importante: rezar por las Benditas Ánimas del Purgatorio y, en especial, por las de nuestros seres queridos.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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