El vocablo tuvo en Piura una evolución particular, pues solo aquí se aplica cariñosamente al niño o a la niña. Igual en Lima se dice “chibolo”, en México “chavo” o “chamaco” y en España “crío”.

Por Carlos Arrizabalaga. 07 diciembre, 2020.

Decía Vargas Llosa, en La casa verde (1966), que los piuranos se conocen por el “guá” para mostrar asombro; por llamar “churres” a los niños; “piajenos” a los burros, y pro formar superlativos de superlativos. Así ya lo recogen Martha Hildebrandt (1949) y Miguel Justino Ramírez (1950).

No tendría relación con el quechua “churi”, sino que es más probable que proceda de un cambio semántico de “churre”: pringue gruesa y sucia, que corre de alguna cosa, mancha grasienta, nominalización del castellano “chorrear”, igual que “churro”. Debió ser un disfemismo, esto es, un término en origen despectivo, empleado en alusión al mozuelo descuidado en su limpieza y en su vestir, decía Robles Rázuri.

Hay registro de que hacia 1920 se asociaba en Guayaquil, según Gustavo Lemos, al campo de la suciedad, junto con términos similares como “churrío”, que no se conoce a este lado de la frontera. Pero allá no se aplicó a los niños.

Tal vez similar, aunque en forma de lítote, resulta la presencia en el habla popular andaluza del siglo XIX, del vocablo “chorre” aplicado al guapo mozo o enamorado, que se muestra en una canción de Manuel Sanz de Terroba (1855). La primera aparición peruana de “churre” se da en una expresión ofensiva que Abelardo Gamarra (1887) pone dos veces en boca de mujeres de clase popular: “la echa de caballero / cuando ño Churrepelao / lo han llamado siempre”.

Igual, el vocablo tuvo en Piura una evolución particular, pues solo aquí se aplica cariñosamente al niño o a la niña. Igual en Lima se dice “chibolo”, en México “chavo” o “chamaco”, en España “crío” o “chaval”, en Colombia “pelao”, en Argentina “pibe”. En muchos lugares, por la misma razón, “mocoso o mocosa”. Vargas Llosa emplea 46 veces el piuranismo, también para identificar la voz del sargento Lituma, quien extrañará igual, años después en los Andes, el cantandito de la tierra.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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