Premio Esteban Campodónico

1997 | Ing. Alberto Giesecke Matto †

1997 | Ing. Alberto Giesecke Matto †

Nació en el Cusco, en 1918. Ingeniero electricista, especialista en Geofísica y Mitigación de Desastres Naturales. En 1942 comenzó a trabajar para la Fundación Carnegie de Washington, entidad que en 1922 instaló en Huancayo (andes centrales) un observatorio magnético. Al transferirse al gobierno peruano en 1947, Giesecke preside la entidad, luego Instituto Geofísico del Perú, hasta 1981. Desde entonces, es director ejecutivo del Centro Regional de Sismología para América del Sur (CERESIS), en Lima, donde se coordinan proyectos conjuntos de investigación y programas de prevención de los efectos de sismos en las poblaciones de los países miembros. Uno de los proyectos, realizado con la colaboración técnica de la Pontificia Universidad Católica y financiado por el gobierno alemán, tuvo por objeto reforzar las viviendas de adobe en poblados andinos de mayor riesgo, usando materiales baratos y mano de obra de los propietarios, para retrasar el desplome en caso de terremoto y dar oportunidad a sus ocupantes a que se pongan a salvo. Cuatro de las viviendas prototipo, resistieron sin daño alguno el severo sismo del 23 de junio de 2001 que devastó la región sur.

Discurso

Discurso de agradecimiento del Ing. Alberto Giesecke Matto, Premio Esteban Campodónico 1997

Agradezco en primer lugar a la Fundación Clover y a la Universidad de Piura por haberme concedido este prestigioso premio en el área de Actividad Profesional Destacada. Tuve el privilegio de formar parte del primer jurado que otorgó el premio en 1995. En esa oportunidad me impactó la cantidad y sobre todo la calidad de las personas e instituciones propuestas, todas ellas con méritos suficientes para ser acreedores de estos premios. Muy lejos estaba de pensar que algún día pudiera ser yo honrado con esta distinción.

Agradezco también a todos mis colegas y amigos con quienes he compartido ideales, decepciones y satisfacciones a lo largo de muchas décadas, y por lo mucho que he aprendido de ellos como personas y profesionales.

Cuatro años después de recibirme como ingeniero y de trabajar como tal, ingresé al mundo de la Ciencia, al ser contratado de manera fortuita por la Institución Carnegie de Washington para trabajar como ‘geomagnetista’ en el Observatorio Magnético de Huancayo. Desde el primer momento y durante los 39 años siguientes viví descubriendo las características del fascinante planeta Tierra en el que vivimos.

Huancayo ya era un centro de investigaciones geofísicas mundialmente famoso por su ubicación en la región ecuatorial magnética y por la excepcional calidad de sus laboratorios, equipos y personal. Se me presentó la maravillosa oportunidad de compartir ese ambiente, inmerso en actividades y estudios que jamás había conocido, cada cual más fascinante que el anterior.

Me familiaricé con los misterios de la radiación cósmica, la actividad de la cromósfera solar, la electricidad atmosférica y la conductividad del aire, con las corrientes telúricas que circulan sobre la superficie terrestre, con las características del campo magnético y sus variaciones diurnas y seculares y el electrochorro ecuatorial, con la ionosfera y su utilidad para la propagación de ondas de radio, con la actividad sísmica y la generación de terremotos, con las variaciones meteorológicas y las variaciones climáticas y con la interrelación entre una y otra disciplina pues nuestro planeta es un cuerpo sujeto a complejos sistemas naturales en la geósfera y la biósfera, que evolucionan y cambian desde que nació el planeta Tierra hace unos 4 mil 500 millones de años.

El Observatorio fue transferido al gobierno del Perú por la Institución Carnegie de Washington en 1947. Para asumir la responsabilidad de continuar las actividades científicas del Observatorio, se creó la entidad que este año cumple 50 años de fructífera labor, el Instituto Geofísico del Perú.

Tuve la suerte de ser considerado como parte de la transferencia, continuando en Huancayo como Director del Instituto Geofísico durante los siguientes 34 años. Como ustedes saben, el Instituto Geofísico ha florecido y crecido, con nuevos observatorios en Ancón, Jicamarca, Ñaña, Talara, Arequipa y redes sísmicas en todo el país.

Sin descuidar el aspecto estrictamente científico de su razón de ser, a lo largo de mi vida como Jefe del Instituto, dimos creciente atención a la aplicación de conocimientos orientándolos al bienestar general y a mejorar la calidad de vida.

En lo personal, se me presentaron muchas ocasiones que aproveché para complementar mi responsabilidad institucional con la vida cotidiana en la sociedad. Formé parte de la Comisión de Paz en los años más álgidos del terrorismo, soy miembro del Movimiento Cívico Transparencia y de la Academia Nacional de Ciencias; he sido dirigente del Movimiento Familiar Cristiano, del Instituto Cultural Peruano Norteamericano, de la Fundación Nacional para el Desarrollo y del Club de Tenis las Terrazas.

Soy editor de la Revista Geofísica Panamericana y funcionario de la Academia Nacional de Ciencias del Tercer Mundo. También he sido miembro de comités de UNESCO, UNDRO y otras dependencias de las Naciones Unidas. Descubrí que la persona aparentemente más ocupada es la que más puede darse tiempo para participar y colaborar.

Desde que me jubilé del Instituto Geofísico del Perú en 1981, mi actividad central es dirigir el Centro Regional de Sismología para América del Sur, un organismo internacional e intergubernamental con doce países afiliados, cuyo objetivo es trabajar juntos para lograr una creciente capacidad para convivir con éxito con los fenómenos naturales que con demasiada frecuencia se convierten en desastres catastróficos. En este siglo, en América del Sur, un mayor número de personas han muerto por causa de desastres naturales que por conflictos bélicos; es tiempo que identifiquemos y conozcamos a nuestro implacable enemigo.

No es fácil motivar a nuestros gobiernos y poblaciones a realizar en conjunto actividades orientadas a la mitigación de desastres. Subsiste una actitud fatalista; la prevención ciertamente no forma parte, aún, de nuestros hábitos de vida.

Después de casi 60 años de vida profesional, pienso seguir trabajando mientras pueda hacerlo con entusiasmo y dedicación, y mientras sea útil. Termino, agradeciendo de todo corazón este inesperado honor y por esta alegría que comparto plenamente con mi esposa, mi familia y mis amigos.

Ing. Alberto Giesecke Matto

Lima, 17 de noviembre de 1997

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