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Discursos
Discurso de Bienvenida del rector de la Universidad de Piura, doctor Sergio Balarezo
Vice Gran Canciller de la Universidad de Piura, Padre Emilio Arizmendi. Señor vicepresidente de la Fundación Clover de Nueva York y presidente del Consejo Directivo de los Premios Esteban Campodónico; doctor Robert Moniot.
Su Eminencia Cardenal Arzobispo de Lima, Monseñor Juan Luis Cipriani.
Señor Embajador de Italia en el Perú, doctor Mauro Marsili.
Monseñor Adriano Tomasi, obispo auxiliar de Lima y ganador del Premio Esteban Campodónico 2016 en la categoría Servicios a la Sociedad Peruana; señores miembros del Jurado del Premio; ilustres ganadores de ediciones anteriores; señoras y señores, muy buenas noches.
Es para mí sumamente grato darles la bienvenida a esta nueva edición de la entrega del Premio Esteban Campodónico que, este año, reviste particular relevancia, no solo porque nos honra con su presencia su Eminencia el Cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima, sino también por el recuerdo agradecido que hacemos hoy a nuestro amigo Ralph Coti quien, hasta hace poco, fue no solo el presidente del Consejo Directivo, sino la persona que acompañó, desde sus inicios, con tremenda dedicación y cariño, esta iniciativa solidaria y generosa: la organización y concesión anual del Premio Esteban Campodónico Figallo.
Ralph, quien nos dejó hace poco más de un mes, hizo suyo, con su gran calidad humana y su excelencia profesional y personal, ese anhelo de don Esteban, de premiar a personas e instituciones que brindan un servicio destacado a la sociedad peruana.
Estuvo en cada una de las ediciones de este Premio, durante 21 años, hasta el 2015. Así, pudo conocer y amar al Perú a través de los grandes méritos de las personas e instituciones que postulaban y recibían el galardón y de quienes lo organizaban.
Esta identificación con el Premio, con los premiados y con la realidad de nuestro país, fueron más allá de la función que tenía como director de la Fundación Clover, coorganizadora de los Premios. Fue un anhelo propio de quien conoce, y aún quiere saber más, de la naturaleza y la cultura de los peruanos. Por ello, prodigó su amistad y confianza a quienes lo conocieron.
Así, por ejemplo, Pablo Ferreiro, profesor del PAD de la Universidad de Piura, quien como miembro del primer Consejo Consultivo del Premio tuvo ocasión de estar cerca de Ralph, manifestó: “Me queda su sonrisa permanente, serena y animosa; y su curiosidad por saber más de todos los candidatos al premio y del mismo Dr. Campodónico. (…) Nos ayudará, sin duda, todavía más desde el cielo sin necesidad de escribir y recitar con tanto empeño el castellano”.
Se involucró mucho con el proceso de organizar el premio cada año y desempeñó, con gran eficiencia, la administración del Fondo depositado en el City Bank de Nueva York.
En su última visita al Perú el pasado año, durante la XXI Edición de la entrega del Premio, manifestó: “He viajado al Perú por el programa de la premiación Esteban Campodónico ya unos veinte años. Cada año veo más progreso. Cada año aprendo más de la sociedad peruana, de su historia, su gente; y cada año tengo el honor de conocer a los distinguidos peruanos que reciben el Premio. Es muy impresionante saber que en el Perú se fomenta, produce y apoya a tantas buenas y destacadas personas”.
Queda con nosotros el recuerdo de su semblante sereno y su sonrisa amable, así como sus palabras de elogio constante a don Esteban Campodónico y a la Universidad de Piura. Descanse en paz, doctor Ralph Coti.
Este año, destaca especialmente también, pues se conmemoran 150 años del nacimiento del filántropo italiano que dejó su huella imperecedera en nuestro país: Don Esteban Campodónico, un ilustre personaje, un erudito; pero principalmente, un hombre de bien y de extraordinarias cualidades humanas, cuya solidaridad y entrega se extienden y prodigan en el tiempo, convertidas en este Premio que, año a año, organizan la Fundación Clover y la Universidad de Piura, gracias a su legado testamentario.
Este marco especial lo compartimos también con todos ustedes y con nuestro galardonado esta noche: Monseñor Adriano Tomasi, para muchos, el querido “Monseñor Pachi”. Reconocido por su encomiable defensa de la vida de los más necesitados, su lucha contra la pobreza y su indesmayable apostolado de ayuda social.
Con más de 50 años de sacerdocio es un ejemplo de fidelidad a Dios y a la Iglesia; además de muchas otras virtudes.
Esa fidelidad ha marcado el camino que ha recorrido, y que hoy lo trae ante nosotros, por sus méritos. Asimismo, su preocupación constante por los más necesitados –precisamente a los que más ama el Señor- generó el agradecimiento que llevó a Empower Perú a realizar la postulación y a otros muchos a adherirse a ella.
En sus Bodas de Oro sacerdotales, el cardenal Juan Luis Cipriani, aquí presente, destacó, entre las varias virtudes de monseñor Pachi, el ser un franciscano de bandera. “San Francisco estará muy contento de ver que eres un franciscano de pura cepa”, dijo en esa ocasión. Efectivamente, quienes lo conocen, tienen claro que su servicio diario a la sociedad es la vivencia de la espiritualidad franciscana, muy cercana a la vida de Jesús. La fraternidad pobre, entre los pobres y para los pobres, la vive a diario. La cultura de los derechos humanos, la idea de una iglesia de los pobres y la construcción de la paz a través de la palabra y la vida son claras propuestas que muestran esa coincidencia de pensamiento, sentimiento y acción.
En el Perú, donde las cifras internacionales indican una reducción de la pobreza de 32 puntos, en los últimos 12 años; cada niño trabajando en la calle, cada mujer pidiendo ayuda para comprarle medicinas a su hijo, cada anciano viviendo en condiciones extremas, nos conmueve. Pero más nos conmueve la acción decidida a favor de los más indefensos y la gran misericordia de personas como monseñor Tomasi.
Sin duda, hay una gran sintonía entre el pensamiento y quehacer de monseñor Tomasi y lo que continuamente predica el papa Francisco, quien a diario nos anima a incluir a los pobres en la economía de mercado, abriéndoles la posibilidad de procurarse lo necesario. El Sumo Pontífice insta a realizar las reformas estructurales que den a los pobres la dignidad de merecer su propio pan, «porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida» (Exhortación apostólica Evangelii Gaudium n. 192).
El tiempo y las palabras siempre serán insuficientes para mostrar la figura y la labor de monseñor Pachi, quien hoy se une a un selecto grupo de personas e instituciones de alto talante y profundo humanismo, premiadas a lo largo de estos 22 años y que, estoy seguro, siguen el lema de Monseñor Adriano Tomasi: “Ut serviam”. El Señor me ha llamado a servir.
Con beneplácito, puedo decir que cumplir la voluntad del doctor Esteban Campodónico Figallo al entregar este Premio nos deja, no solo la satisfacción por el deber realizado, sino mucho más. A los organizadores, nos brinda grandes lecciones, pero, sobre todo, nos alimenta la esperanza de saber que hay personas buenas con las que el bien se multiplica y engrandece a nuestro país.
En esta ocasión, y por primera vez, esta ceremonia se realiza fuera de las instalaciones de la Universidad de Piura. Agradecemos a la embajada de Italia en Perú por cedernos tan hermoso y acogedor espacio: el Teatro Pirandello del Istituto Italiano di Cultura.
Reitero a todos ustedes, la bienvenida a esta vigésimo segunda edición de Entrega del Premio Esteban Campodónico 2016.
Muchas gracias.
Discurso de presentación del doctor Mario Weber, presidente de Empower Perú proponente de Monseñor Tomasi al Premio Campodónico 2016
Señoras y señores:
Estamos aquí reunidos para presentar el testimonio de una vida llena de acciones de solidaridad, de evangelio, de carisma y de compromiso; una vida rebosante de amor por los demás. Nuestro Monseñor Adriano Tomasi, a quien con cariño lo llamamos “Monseñor Pachi”, manifestó desde su niñez y juventud la voluntad de desprenderse de sí mismo viendo las necesidades de los demás.
Sin haber nacido en el Perú, luchó con todas sus fuerzas por los desfavorecidos y necesitados del Perú, creando espacios sanos y seguros para ellos, brindándoles oportunidades de vida que permitieran a todos ellos sentirse valorados y dignos.
Sin haber nacido en la China, supo reunir y consolidar, primero como sacerdote y educador, y luego como Vicario Pastoral, la importante y laboriosa comunidad china de Lima a través de su prédica y labor social. Por ello se ganó el cariño y respeto de esa comunidad.
Hubo muchas razones para proponerlo para recibir la distinción del Premio Esteban Campodónico. Sus obras y su labor pastoral oportuna, silenciosa y prolongada durante 48 años, manifiestan un interés siempre genuino y desinteresado por los más desfavorecidos. Él es la esperanza renovada para todos ellos, y la mano generosa que se ofrece a los demás siguiendo fielmente el carisma franciscano que lleva en el alma.
Nació en Trento, una ciudad al norte de Italia, un 1º de noviembre, tercero de siete hermanos, hijo de don Giuseppe Tomasi y de doña Luigia Travaglia.
El pequeño Adriano Tomasi ingresó como aspirante al Seminario Menor de los Padres Franciscanos de Trento, realizando posteriormente su noviciado; sus estudios de filosofía y teología los realizó en los Estudiantados Franciscanos de Rovereto y Trento, el 28 de Junio de 1964 fue ordenado sacerdote como miembro de la Provincia Franciscana de San Vigilio. Completó su formación en el Instituto San Anselmo de los Benedictinos en Roma con la especialización en Liturgia.
En 1965 fue enviado a Hong Kong para estudiar en la universidad de esa ciudad el idioma chino cantonés y la cultura de ese pueblo milenario, y luego sirvió como Vicario de la parroquia de Nuestra Señora del Buen Consejo en la península de Kowloon. De allí, fue enviado a Lima en 1968 para colaborar con Monseñor Orazio Ferrucio Ceol a la labor pastoral en la comunidad china y en el colegio Peruano Chino Juan XXIII que Monseñor Ceol había fundado para impartir educación a los niños y jóvenes de ascendencia china. Ya en Perú, obtuvo el bachillerato en Teología en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima.
Desde hace 48 años trabaja en el Colegio Peruano Chino Juan XXIII de San Miguel, primero como profesor, director espiritual, vicedirector, director y finalmente como promotor.
En 1990 es nombrado vicario pastoral de la Comunidad China en Lima, por el entonces cardenal Augusto Vargas Alzamora.
En 1998 fue nombrado consejero para América Latina de Organización Internacional de Educación Católica (OIEC). Y en 1999, fue nombrado presidente de la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC).
El 7 de abril del 2002 es nombrado por su Santidad Juan Pablo II, hoy santo, como Obispo titular de Obbi y Auxiliar de la Arquidiócesis de Lima, siendo ordenado en la Basílica Catedral, por su Eminencia Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne. Actualmente, se desempeña además como vicepresidente de la Vicaría de la Caridad – Cáritas de Lima- y responsable de la Vicaría Episcopal II y IV de la Arquidiócesis de Lima.
Como presidente de Empower Perú, es un honor haber podido presentar brevemente la vasta y fructífera labor de Monseñor Tomasi. Es un privilegio para Empower Perú haber podido ser instrumento para que la labor de muchos años de servicio, y la dedicación y el amor al Perú de Monseñor Tomasi hayan podido ser reconocidos en un foro tan importante como es el Premio “Esteban Campodónico”.
Gracias Pachi, por haberme permitido gozar de tu amistad y participar de tu labor para un Perú mejor.
Discurso de agradecimiento de Monseñor Adriano Tomasi
Quiero, en primer lugar, agradecer el privilegio de haber sido escogido para recibir el prestigioso Premio Esteban Campodónico. A todos ustedes mi agradecimiento por la generosidad y deferencia, como también a las instituciones que promovieron y apoyaron mi candidatura. Me es imposible aquí mencionar algún nombre, porque podría ser injusto con los demás.
Sin embargo, tengo que mencionar a la Fundación Clover y de la Universidad de Piura y el Jurado calificador, a quienes debo la generosidad de haberme considerado digno de recibir el premio, y agradecer a los amigos de Empower Perú que tomaron la iniciativa de presentar mi candidatura.
En segundo lugar, les pido que tomen este premio como merecido por tantas y tantas personas e instituciones que me han apoyado en el sinnúmero de iniciativas que reflejan la Caridad de Cristo y para realizar Obras de Misericordia: todos ellos son los verdaderos merecedores del premio; yo he sido y soy solamente ese lápiz con el cual el Señor escribe sus planes, conforme amaba decir Santa Teresa de Calcuta.
Y en este escribir el plan de Dios a lo largo de tantos años y en tantas obras y acciones, se me ha dado el privilegio y gozo de descubrir con estupor y admiración a un sinnúmero de religiosas y laicas como también sacerdotes, religiosos y laicos, benefactores y autoridades que han sido mis maestros y modelos, en el camino eclesial realizado. Así también, a todos aquellos a quienes he podido servir como nos pide el Maestro bueno, Jesús: ellos me han enseñado la pobreza fecunda y la humildad, la sencillez y el gozo de recibir y donar Amor, que nos enseñan las Bienaventuranzas del Evangelio.
No puedo dejar de mencionar, además, que el premio me ha permitido descubrir la figura del Dr. Esteban Campodónico, ciudadano italiano y peruano, rico en honestidad, ciencia y fe, cuya grandeza trasciende los límites del tiempo y de su tierra, convirtiéndolo en hombre de todos los tiempos y ciudadano del mundo de ayer, hoy y siempre.
Al agradecer, también a cada uno de ustedes, por su generosidad en considerarme digno de este premio y por acompañarme en esta noche de gala, acepten mis disculpas por haberlos distraído de sus múltiples ocupaciones y de su merecido descanso: sé que estoy en deuda con cada uno y les quedaré eternamente agradecido.
Les pido, por último, que oren por mí al buen Dios, para que me done la gracia de poder servir con fidelidad al Pastor y su Iglesia que está en Lima, entregando los últimos años de vida que me quedan a la misión que me es confiada.
Muy agradecido.
Discurso de Cierre Discurso del vicepresidente de la Fundación Clover, doctor Robert Moniot
Su Eminencia Cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, señor ministro Alfonso Grados Carraro, doctor Mauro Marsili, Embajador de Italia en el Perú, Padre Emilio Arizmendi, vice gran canciller de la Universidad de Piura, doctor Sergio Balarezo, rector de la Universidad de Piura, estimadas autoridades, ganador del Premio Esteban Campodónico monseñor Adriano Tomasi, damas y caballeros.
Estamos ahora en la parte final de la ceremonia de entrega del Premio Esteban Campodónico por servicios a la sociedad peruana, edición 2016.
A lo largo de los 22 años desde su primera entrega, el fondo del Premio Campodónico ha honrado y apoyado a 27 personas y 16 instituciones, por su actividad profesional destacada o sus servicios directos a la sociedad peruana y a la humanidad. Algunos de los galardonados han pasado a su último premio en la presencia del Señor, como la licenciada Cecilia Pacheco, Premio Campodónico 2001, y el ingeniero Alberto Giesecke, Premio Campodónico 1997, quienes nos dejaron durante el último año; pero muchos más de los ganadores continúan trabajando en servicio a la sociedad. Todos estamos en deuda con ellos. El premio es poco en comparación con la buena labor que han realizado durante sus vidas de servicio.
Este año el premiado es el amado monseñor Adriano Tomasi, o “monseñor Pachi,” como es llamado afectuosamente, que ahora se reúne con los otros ilustres ganadores del Premio Campodónico que hoy está honrando a una persona por lo que ha hecho. Sin embargo, más importante que el honor que el Fondo Campodónico da al premiado, es el honor que monseñor Tomasi ha dado al Perú. Él ha honrado al Perú y a todos nosotros a través de su vida de servicio a los más necesitados, que son los más queridos por el Señor. Esto lo ha hecho sin esperar un premio u otro reconocimiento público.
Este año la ceremonia toma un matiz de dolor por el reciente fallecimiento de Ralph Coti, director de la Fundación Clover y participante habitual en cada edición de la premiación desde la primera en 1995. Ralph mismo encarnaba las cualidades de los que buscamos para ganadores del Premio Esteban Campodónico. Mientras trabajaba con prestigio profesional en su propio bufete de abogados en Nueva York, llevaba a cabo muchos servicios gratuitos, o “pro-bono” como los llaman en el campo legal. Por ejemplo, incorporó Expectant Mother Care, una labor en Nueva York que apoya a futuras madres en circunstancias difíciles. También prestaba servicios en beneficio de la diócesis de Onitsha en Nigeria. Para mostrar su agradecimiento y amistad con Ralph, el arzobispo de Onitsha mandó una delegación con su vicario episcopal y otros sacerdotes al funeral de Ralph el mes pasado. A Ralph lo vamos a echar mucho de menos.
Pero este año, tiene también un matiz especial porque estamos conmemorando el ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Esteban Campodónico Figallo, a cuya generosidad y visión el premio que lleva su nombre debe su existencia. Él murió en 1938, y legó un monto económico que apoyó a su viuda hasta el año 1984. Después de la muerte de ella, el fondo se puso bajo la administración de la Fundación Clover y la Universidad de Piura, con la inestimable colaboración de Ralph Coti en todas las cuestiones legales. El programa de premiación empezó en 1995, y celebramos hoy la vigésima segunda edición.
Como Ralph solía decir en previas ocasiones, el Dr. Campodónico mismo merecería ser galardonado con el premio que lleva su nombre. Tuvo una actividad profesional destacada, como oftalmólogo y catedrático en la Universidad Mayor de San Marcos, y director del Hospital Italiano. Fue pionero en el uso de rayos X en medicina en el Perú. También realizó servicios directos a la sociedad, por ejemplo, dirigiendo el dispensario oftalmológico gratuito del hospital, y recibió una medalla por su actividad filantrópica. Muchas gracias, Dr. Esteban Campodónico.
Como representante de la Fundación Clover, que ha colaborado con la Universidad de Piura en la administración del programa, y presidente del Consejo Directivo de este premio, felicito al ganador de la presente convocatoria, monseñor Tomasi, y doy gracias a todas las personas que han ayudado para hacer exitoso este programa. Declaro cerrada la edición 2016 del Premio Esteban Campodónico, y abro la edición 2017.