Las realidades y el nombrar
Por Kira Elena Morales Zamora, publicado el 25 de mayo de 2020Si hay algo que indiscutiblemente nos define es la capacidad que como seres racionales tenemos de comunicarnos mediante signos. Quizá por ello, algo fascinante es el universo de la significación, que, como se sabe, responde al uso que los hablantes les damos a las palabras o expresiones. Así, un vocablo que comienza nombrando algo, muchas veces, con el paso del tiempo y por distintas razones y circunstancias, amplía su sentido o termina refiriendo otra cosa. En el primero de los casos estamos en presencia de la catacresis, que, como explica Renato Guizado en Metáforas vivas y metáforas muertas, son «metáforas normalizadas en la lengua cotidiana por su uso frecuente y extendido». Respecto a esta cualidad de extensión, mediante la catacresis se le asigna un significado a algo recién creado o nuevo a partir de alguna similitud, como es el caso de denominar por analogía los soportes de los muebles de la misma manera que las patas de los animales. Otro ejemplo, que se antoja pertinente en este momento, es la palabra virus.
Etimológicamente, virus es una palabra latina que significa ‘veneno’. Cuando Louis Pasteur y su equipo descubrieron las bacterias y su comportamiento, les asignaron esta palabra latina por su correspondencia con la acepción de ‘zumo de plantas nocivo para la salud’. Cabe mencionar que para finales del siglo XIX el término englobaba las bacterias y los virus sin distinción, puesto que aún no se había descubierto la diferencia entre ellos. Luego de más de un siglo, por catacresis también, se denominó virus a aquellos programas que se crean para afectar el funcionamiento de las computadoras igual que lo hace un virus en un organismo vivo.
Por catacresis surgió también la primera denominación del COVID-19. Es decir, a la palabra virus se le antepuso corona por analogía con su forma similar a una diadema.
Sobre el segundo caso, es decir, la ampliación de un significado como consecuencia del uso que le otorgan los hablantes, una palabra que lo ilustra es confinamiento. En un artículo titulado «¿Confinados en una sociedad democrática?», publicado en el diario español El País, Vargas Llosa reflexiona sobre cómo son los usuarios de un idioma y no los eruditos y las academias quienes lo mantienen vivo y de qué forma parte de esa vitalidad consiste precisamente en adaptar algún término a una circunstancia que así lo exija.
Explica que esto es lo que ha sucedido con el concepto de confinar y las palabras asociadas a este término, en cuanto que el uso actual se halla diametralmente alejado de la definición que recoge el Diccionario. Este concepto posee una carga de abuso de poder que por lo general se asocia con una imposición dictatorial, un castigo al opositor que en ocasiones puede implicar su desaparición. Mientras que, en estos tiempos de pandemia, confinar se ha utilizado para referirse a una decisión que se ha tomado a partir del consenso de quienes gobiernan en democracia con la finalidad de proteger a la población de un mal mayor. Informa que, en respuesta, el Instituto de Lexicografía de la Real Academia ha propuesto registrar una nueva definición, lo que es una evidencia clara de la naturaleza cambiante de nuestra lengua.
Por último, a propósito de la carga de sentido que en un momento determinado puede sufrir una palabra o una frase, en un artículo muy detallado sobre las palabras en la pandemia, Lady Olivares llama la atención sobre cómo la expresión quedarse en casa ya no es simplemente una orden o una petición, sino un sinónimo de solidaridad y empatía.