01

Jun

2011

Por Carlos Hakansson Nieto

Por Julio Talledo. 01 junio, 2011.

El final de una campaña será el inicio de nuevas acciones por parte de quienes fueron contendores electorales. Los que ganaron serán gobierno, los que perdieron estarán llamados a ser oposición. El primer gesto democrático, luego de cinco meses de tensiones entre los principales candidatos durante la primera y segunda vuelta electoral, será el reconocimiento de la derrota, la felicitación al ganador de la contienda y su compromiso de ser un fiel vigilante de la institucionalidad democrática y los derechos humanos desde la oposición política. Precisamente, uno de los problemas de la forma de gobierno peruana es que, al final de las elecciones y durante los cinco años de gobierno del partido ganador, ningún grupo parlamentario lidera una oposición política que se muestre como la mejor opción de cara a los próximos comicios, ya sea municipales, regionales o generales (Presidencia de la República y Congreso).

Si bien se trata de una disposición que no forma parte de la naturaleza del Presidencialismo, la Constitución peruana de 1979, inmediata anterior a la actual, no impedía que los candidatos a la presidencia o vicepresidencia de la República pudieran integrar las listas al Congreso (artículo 166). En principio, se trataba de una disposición atípica del original modelo presidencialista, que cuenta con una separación de poderes más tajante; sin embargo, como una medida transitoria, dado que todavía no contamos con un sistema de partidos estable en el parlamento, con el paso del tiempo la presencia de algunos excandidatos presidenciales estaba llamada a favorecer el liderazgo, organización y fortalecimiento de los partidos desde el Congreso. En la actualidad, la Constitución de 1993 prohibe esta facultad en su artículo 90, cuando establece que los “candidatos a la presidencia no pueden integrar las listas de candidatos a congresistas”, salvo para los candidatos a la vicepresidencia que todavía pueden integrarlas; no obstante, como suelen ser “invitados”, vemos que no han podido liderar la oposición, tampoco evitar el transfugismo y posterior reacomodo de los grupos parlamentarios.

Recordemos que el próximo 5 de Junio no sólo elegiremos al ganador de las elecciones presidenciales, sino a la persona que estará llamada a liderar la oposición; una posición tan importante como la otra para realizar el juego político, que consiste en el mantenimiento del equilibrio institucional, es decir, una leal y democrática oposición al gobernante, en resumen: fiscalización sin crispación.

Docente

Facultad de Derecho

Artículo publicado en Correo (edición Piura), martes 31 de mayo de 2011.

 

 

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