(Piura).- La Celebración tuvo lugar en la Ermita, donde se reunieron trabajadores y amigos de la UDEP. El Arzobispo José Antonio Eguren destacó la santidad predicada incansablemente por el Fundador del Opus Dei.
Por Julio Talledo. 24 junio, 2011.(Piura).- “Para San Josemaría era muy importante la santificación del trabajo. Este se debe concretar realizando nuestra labor diaria con la mayor perfección posible, porque ello contribuye a ordenar las realidades temporales y aporta a la creación de Dios”. Fue lo destacado por el Arzobispo de Piura, Mons. José Antonio Eguren, en la Santa Misa celebrada ayer, con motivo de la Fiesta de San Josemaría Escrivá, Fundador y primer Gran Canciller de la Universidad de Piura.
La Celebración tuvo lugar en la Ermita del campus de la UDEP, donde se concentraron trabajadores y amigos de esta casa de estudios. El Arzobispo destacó la importancia de la santidad predicada incansablemente por el Fundador del Opus Dei, e indicó que esta se encuentra “al cumplir con los deberes pequeños, haciendo todo por amor y con amor”.
También alentó a los presentes a buscar la unidad de la vida interior y la vida familiar y social. Esta, dijo, es una respuesta acertada y eficaz para el mundo actual en el que están separados espíritu y cuerpo.
Celebraciones en el Perú y el mundo
Cada año, desde 1975, cuando el Santo Fundador de la UDEP partió al cielo, la Iglesia celebra esta fiesta litúrgica en distintas ciudades del mundo. En el Perú también hay misas en distintas partes como en Ica, Huancavelica, Cusco, Lima, Trujillo, Chiclayo y otras. En Piura, la misa estuvo concelebrada por los capellanes de las distintas facultades de la Universidad. La animación estuvo a cargo del Coro Universitario.
San Josemaría
El Fundador del Opus Dei nació en Barbastro (Huesca, España) el 9 de enero de 1902. Su vida, sus enseñanzas, escritos y ejemplo, abrieron nuevos caminos de santidad en la Iglesia católica al recordar que todos los hombres y mujeres pueden alcanzar la santidad mediante el trabajo ordinario, realizado con espíritu cristiano. Falleció en Roma el 26 de junio de 1975.
Fue beatificado, por el Papa Juan Pablo II, el 17 de mayo de 1992 y, diez años más tarde (en el centenario de su nacimiento), el 6 de octubre de 2002, fue canonizado en la plaza de San Pedro, ante una multitud de más de 80 países.